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George Bush abandona Japón sin conseguir arrancar concesiones comerciales sustanciales

Juan Jesús Aznárez

El presidente norteamericano, George Bush, abandonó ayer Japón sin haber podido arrancar de Tokio renuncias sustanciales que frenaran la agresiva penetración comercial nipona en los mercados de Estados Unidos, y después de haber suscrito con su Gobierno una declaración de intenciones en política exterior que apenas revela aspectos originales en la promoción de la paz mundial. Las conversaciones entre Bush, "tristemente convertido en un vendedor", según el presidente de Sony, y el primer ministro, Kiichi Miyazawa, continuarán en Washington la próxima primavera.

Los presidentes de la General Motors, Ford y Chrysler, más frustrados que complacidos, volvieron a Detroit sin lograr un programa de acción concreto, ni haber conseguido fijar los plazos de implementación de unos acuerdos que quedan sujetos a posibles variaciones. Ninguno de estos acuerdos tendrá una gran incidencia en la reducción del déficit de la balanza comercial bilateral que pide Washington.Las reuniones de Tokio únicamente sentaron las bases de un proceso condicionado de importaciones y apertura de mercados. Un comentarista del diario Asahi Shimbun advertía, sin embargo, que de no mejorar la tecnología, automovilística norteamericana, el documento suscrito con las cinco grandes casas niponas "puede convertirse en papel mojado".

Toyota, Nissan, Honda, Mazda y Mitsubishi, forzadas por el Gobierno, prometieron importar 19.000 millones de dólares en 1994 -el doble de lo presupuestado actualmente- en componentes del sector si la calidad de las piezas es homologable.

Pero incluso concesiones comerciales que fueron consideradas insuficientes por miembros del séquito presidencial han merecido las críticas de la oposición japonesa, que denuncia también la ausencia de una nueva estrategia sobre la cuenca del Pacífico tras el desmembramiento de la Unión Soviética. La Declaración de Tokio enumera prolijamente los focos posibles de desestabilización continental, glosa el papel de la ONU y la democracia, pero no aporta las novedades en la solución de los conflictos regionales que cabría esperar de la cumbre entre una superpotencia militar cansada económicamente y el nuevo imperio financiero del planeta. El articulado reconoce la creciente influencia de Japón en el mundo y demuestra asimismo que la nación asiática suelta lastre en su larga dependencia de la metrópoli que redactó su Constitución.

Los editoriales de la prensa nipona recordaban que las expectativas habían sido demasiadas y que, en el libre mercado y la fuerte competencia mundial, Estados Unidos deberá encajar con más humildad sus propios fracasos.

En este sentido, insistían en que el viaje no ha sido del todo decepcionante, ya que a largo plazo, ese país puede mejorar su posición en los mercados nipones y consolidar unas discretas ventajas que la Comunidad Europa ha pedido también. "Nunca se lograrán buenos resultados comerciales si las empresas no producen los artículos que quieren los consumidores", agregaba el diario Yomiuri, en referencia a la escasa incidencia de la producción estadounidense en Japón.

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