_
_
_
_
EL CONFLICTO BALCÁNICO

"Mamá, ¿aquí hay refugio antiaéreo?"

Miles de familias yugoslavas se refugian en Hungría para huir de los odios étnicos

"Mamá, ¿hay refugio antiaéreo aquí?", pregunta Iván, de cuatro años, a sus padres, huidos de 0síjek (Eslavonia) a Hungría, mientras rellenan la ficha en el hotel Oroszlan, en Szigetvar. Iván no lo puede creer. En Szigetvar, a una hora de camino de Osíjek, ya no tiene que dormir en el sótano para protegerse de las bombas. Su padre, Vladimir, comerciante de Osijek, rehúsa definirse como refugiado: "Los refugiados están en el hospital de Szigetvar, nosotros dormimos en el hotel".

Más información
La Comisión de Arbitraje
Los No Alineados piden más peso en la ONU para el Tercer Mundo
El presidente Mesic amenaza a los generales

Vladimir y Milena, profesora de la Facultad de Ingeniería Industrial, piensan emigrar a América para que su hijo crezca lejos de los odios étnicos". En Osijek abandonaron su negocio, su trabajo y su casa, saqueada por guerrilleros "de quién sabe qué bando". En Hungría se preparan, psicológicamente, para comenzar de cero, ya que "en Osijek la vida se volvió imposible". VIadimir se autodefine como yugoslavo, "y, por tanto, corro la suerte de los palestinos". De la guerra en Eslavonia dice: "Sólo los criminales tienen futuro". Habla de los chantajes mafiosos que las formaciones armadas, croatas y serbias, hacen a los propios nacionales para exigir dinero y colaboración. Los odios étnicos después de la guerra llevarán a las venganzas, "un vecino matará a otro". Vladimir y Milena son unos privilegiados: "Tenemos parientes en América y el dinero para pasar una temporada esperando los papeles de inmigración". Pero los campesinos croatas y húngaros en el hospital de Szigetvar no tienen dónde regresar ni con qué sobrevivir en Hungría. Su pueblo, Laslovo, fue completamente destruido. Muchos ya no tienen casa.Las mujeres mayores, con la cabeza envuelta en el pañuelo, regañan a sus nietos para que callen mientras escuchan la radio y ven la televisión, ubicada en la sección de rayos X del hospital.

"No tengo confianza en nadie", dice una joven yugoslava de la minoría húngara en el campamento. "Mi compañero de escuela, un serbio, fue de los primeros en coger las armas en el pueblo. No sé a cuántas personas habrá matado". Los campesinos llegaron a pie, en tractores, en autobuses. "Hubo casos en que un pueblo entero decidió emigrar a Hungría", explica Andras Koos, el encargado del centro de los refugiados en Mohacs, coordinador de todos los campos distribuidos en una decena de pueblos húngaros. Koos, anteriormente encargado de los refugiados en Hungría occidental, donde acudían los húngaros de Rumania, precisa: "Nadie ha pedido asilo político. Todos esperan volver".

El Gobierno magiar facilita comida y techo a unos 4.000 refugiados, distribuidos en varios campamentos, pero se calcula que entre 15.000 y 20.000 yugoslavos -croatas, de minoría húngara y otros- están actualmente en Hungría. Algunos acudieron a casa de unos parientes; otros fueron recibidos por los amigos. Muchas familias con ciertos recursos materiales, sin embargo, optaron por hospedarse en los hoteles y las pensiones de la región de Baranya.

Matrículas yugoslavas

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

"En Harkany", dice VIadimir riendo, "hay tantos yugoslavos que se dispararon los precios del hospedaje". En el centro de Harkany, una hermosa ciudad con baños termales, en la zona fronteriza con Croacia, donde los yugoslavos acudían anteriormente a los buenos restaurantes y a las pastelerías, circulan sólo vehículos con matrícula yugoslava.

Con el declive de la economía yugoslava y la acelerada prosperidad de la húngara, el dinar yugoslavo ya no se cotiza. La gente cambia sus ahorros en divisas para pagar su estancia en Hungría. "Serán unas importantes ganancias turísticas para esta zona de Hungría", dice con una amarga sonrisa una arquitecta de Osijek que perdió su trabajo. La mayoría de los fugitivos se arriesga a perder el empleo, ya que por temor o por estar fuera no se presentan a su trabajo.

El Gobierno húngaro está alarmado, ya que no sabe durante cuánto tiempo podrán aguantar en Hungría aquellos que rehúsan inscribirse en la lista de los refugiados. Sus fondos no son inagotables, y es de esperar que tengan que pedir techo y comida. Gyorgy Csoki, el vicepresidente de la comisión húngara de Asuntos Exteriores, declaró en Viena: "El Gobierno no podrá financiar más de 13.500 refugiados".

A la pregunta de cuándo decidieron huir, la mayoría de-los refugiados o "turistas", contestan: "Usted no puede imaginar cómo se siente al vivir días y noches en los refugios escuchando-la explosión de las bombas". Nadie sabe precisar cuándo volverá. Una familia de joyeros de Osijek regresó el día que supo de la firma del memorándum de paz en Belgrado.El día siguiente empezó el bombardeo de Osijek.

Jure, profesor de escuela de Beli Manastir (capital de Baranja), zona controlada por los guerrilleros serbios, dice: "Volveré cuando Croacia retome el control de la zona". Sentado en el jardín del campo de refugiados en Mohacs, agrega: "No se puede perdonar el crimen de estos serbios. Habrá que castigarlos. Los que no tomaron las armas serán absueltos, pero los demás serán castigados". La gente ve con pesimismo y temor la vuelta a sus pueblos: cómo convivirán juntos los croatas y los serbios cuando el vecino abra fuego contra el otro. Recuerdan nombres y apellidos de quién disparó.

Hungria, por lo pronto, es el destino de decenas de miles de yugoslavos. Nadie prevé cuánto durará su estancia, cuántos nuevos refúgiados llegarán y cuándo se acabarán los fondos de aquellos quienes, por dignidad o estatus social, prefieren pasar por turistas."Recuerdo los años pasados", dice Dalibor, ingeniero de Osíjek. "Veníamos a Hungría como ricos. Nos sentíamos superiores y prepotentes. Ahora veo cómo Hungría se desarrolla y yo tendré que volver a los escombros".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_