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GOLPE DE ESTADO EN LA U.R.S.S.

Nadie durmió en el Parlamento ruso

La noche fue un continuo ir y venir de dirigentes y diputados por despachos llenos de colillas

Pilar Bonet

Un soldado rubio y de rostro tostado como si le hubiera quemado el sol del desierto alzaba la mano en señal de victoria en lo alto de un tanque T-72 frente al puente de Kalinin, sobre el río Moscova, ante barricadas formadas por trolebuses y bancos de jardín. Eran las seis de la mañana del martes 20 de agosto y aquel muchacho, junto al cual se alzaba la bandera tricolor (roja, blanca y azul) prerrevolucionaria rusa, era la imagen que cerraba la noche pasada en vela en el interior de la Casa Blanca, El Parlamento ruso, donde una frenética actividad trataba de poner fin a lo que sucedía fuera.

Era también la primera imagen de un amanecer gris y húmedo, gentes cansadas y somnolientas, impulsadas por la energía que genera un acontecimiento extraordinario, iban y venían a pie y se sentían solidarias en la desazón y la incertidumbre del futuro."Estoy con Rusia, tío", gritó desenfadadamente un soldado a un civil que formuló una pregunta con una potencia de voz superior al ronroneo del tanque. El soldado pertenecía a la División Tamanskaia, situada en las inmediaciones de Moscú. Sobre los carros de combate y los camiones apostados en las inmediaciones del Parlamento ruso, otros soldados, llegados de las vetustas provincias de Riazan o de Tula, bebían leche directamente de los envases de cartón azul y blanco y comían pan, preprándose para la jornada.

Algunos leían las ediciones clandestinas de Kuranti, uno de los periódicos que lograron salir a la calle -pese a haberse quedado sin imprenta- en versión casera y combativa de una sola hoja. Durante toda la noche habían estado apostados ahí, entre las hogueras, las tiendas de campaña desplegadas para protegerse de la persistente llovizna que calaba los huesos de quienes, con su presencia, defendían el poder legal ruso.

En la noche del 19 al 20 de agosto, el Parlamento ruso no durmió. Dirigentes y diputados tomaban decisiones, enviaban faxes y se comunicaban por teléfono en despachos llenos de colillas y tazas y platos sucios.

Algunos lamentaban no haber mostrado más tesón para dotar a la sede del Parlamento ruso de un sistema de comunicaciones propio. En la impotencia de la espera, habían llegado incluso a celebrar -con caramelos y galletas- el cumpleaños de Evgueni Ambarzumov, vicepresidente de la Comisión Internacional del Parlamento de Rusia.

Laberínticos pasillos

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Uno de los centros neurálgicos, en el quinto piso de un edificio que se caracteriza por sus tortuosos y laberínticos pasillos, era el despacho de Guenadi Burbulis, el secretario de Estado de Rusia y paisano de Yeltsin. En el despacho de Burbulis se había reunido gran parte del estado mayor del presidente, incluido el ministro de Información, Mijaíl Poltaranin, y el jefe del Comité de Defensa y Seguridad de la República, el general Konstantin Kobets, máxima autoridad militar de Rusia.

"No pasarán", me dijo bromeando en castellano el general, que tenía un aspecto radiante y olía a agua de rosas. Si observé bien y mi olfato no me engaña, Kobets había logrado encontrar un momento para afeitarse en aquella noche llena de responsabilidades organizativas.

Vestido de paisano, estaba el mayor Vladimir Lopatin, uno de los jóvenes oficiales contestatarlos que fueron elegidos diputados de la URSS en 1989 y que hoy es vicejefe del Comité de Defensa y Seguridad de Rusia. Ambos militares se dedicaban a establecer contactos con diferentes unidades del Ejército soviético y ambos querían mostrarse optimistas sobre la lealtad de las Fuerzas Armadas al poder legítimo encarnado por el presidente Gorbachov y el presidente Yeltsin. Ninguno de ellos quería revelar cuáles eran los efectivos con los que contaba la causa de la legalidad.

En el Parlamento se había improvisado una emisora de radio con un ámbito de acción limitado al entorno del edificio, ya que la retransmisión era mediante altavoces. La emisora fue bautizada rápidamente como "Ra dio Casa Blanca". La periodista leningradense Bela Kurkova, diputada del Parlamento ruso, me explicó que la necesidad de una emisora se planteó cuando Yeltsin se las vio y se las deseó para hacerse oír desde lo alto de un carro de combate.

Altavoces

La urgencia del problema informativo se hizo evidente cuando, a las 6.30 de la tarde, el sistema de comunicación gubernamental del que disponía Yeltsin en su despacho se cortó definitivamente, afirmaba Kurkova, sin periódicos, sin televisión, sin la emisora Radio Rusia. Los dirigentes rusos buscaron rápidamente un método para llevar su voz a la calle y los electricistas del Parlamento instalaron un sistema de altavoces en el plazo de dos horas.

"Radio Casa Blanca" nacio a las 20.30 del lunes con una alocución de Ruslan Jazbulatov, el presidente en funciones del Sóviet Supremo de Rusia. Siguieron las noticias que iban llegando de todos los confines del Estado y que se alternaban con comunicados de Yeltsin, del vicepresidente Alexandr Rutskoi y con las canciones románticas de un barco que se acompañaba a la guitarra.

"Radio Casa Blanca" mantuvo en vela al Parlamento. Allí, en unos estudios decorados con mapas de la región de Moscú, estuvieron algunos de los más prestigiosos periodistas rusos, como Vladimir Lisenko y Vladimir Malchanov, dos estrellas de la televisión soviética cuando aún reinaba la glasnost. A las dos de la madrugada, "Radio Casa Blanca" anunció un descanso de tres horas. Fue una equivocación. Kurkova se dio cuenta de que, sin noticias y sin música, la gente que había acudido al Parlamento comenzaba a dispersarse.

Kurkova se agarró al micrófono como quien se agarra a un arma y poco después "Radio Casa Blanca" recobraba la vida gracias al escritor Yuri Kariakin y el director de cine Stanislav Govorujin. "El destino de Rusia, el destino del Tundo, de todo el orden mundial que tenemos gracias a nuestro ex...", exclamó Govorujin, "está amenazado". El cineasta confesó que se negaba a pronunciar la expresión "ex presidente" y Malchanov, que le entrevistaba, quiso pedir perdón a Gorbachov por lo mucho que le había criticado. "Es mi presidente", afirmó el locutor. "Gorbachov no es Jesucristo", señaló Kariakin, "Jesucristo sólo tenía un Judas, pero Gorbachov tiene demasiados Judas para una sola persona". Kariakin instó a Gorbachov a "resistir". "Si es que me escucha", aclaró. "No le escucha", replicó Malchanov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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