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PREMIO NOBEL DE LA PAZ

Triunfos fuera, conflictos dentro

Mijail Gorbachov cosecha éxitos diplomáticos y se atranca en la reforma interna de la URSS

Pilar Bonet

El contraste entre los éxitos en política exterior y la falta de resultados en la política de reforma económica interna domina la figura del presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, en el momento de serle concedido el Premio Nobel de la Paz. Pese a sus esfuerzos, el hombre que ha hecho posible el fin de la guerra fría entre el Este y el Oeste no ha logrado establecer un sistema fluido de vasos comunicantes entre los triunfos que cosecha en el desarme y la diplomacia y el deterioro de la situación en su país.

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En marzo de 1985, cuando Mijaíl Gorbachov sustituyó a Konstantín Chernenko, sus interlocutores extranjeros captaron que un nuevo estilo había llegado al Kremlin, pero no podían prever todavía hasta qué grado iba a marcar su impronta.Los temas de la melodía que posteriormente se convertiría en la dominante de la política de Mijaíl Gorbachov estaban ya en embrión en el discurso que pronunció en el Comité Central del PCUS el 11 de marzo, y en las entrevistas con líderes del Este y de Occidente que mantuvo prácticamente junto al féretro de Chernenko.

Gorbachov dijo entonces que quería mejorar sus relaciones con China, cosa que finalmente culminaría en su viaje a Pekín en mayo de 1989; dio indicios de buscar nuevas sintonías con los líderes de los países del Este europeo y concedió gran importancia a la normalización de relaciones con Washington, precisando, sin embargo, que el mundo iba más allá de EE UU y la URSS. Ya en aquellos días, Gorbachov se refirió al "sentido común" de los europeos y habló de Europa como "nuestro hogar común".

Algunos líderes occidentales, como el canciller germano occidental Helmut Kohl, la británica Margaret Thatcher, o el jefe del Gobierno español, Felipe González, presagiaron de un modo u otro que Gorbachov iba a hacer historia. Estados Unidos, que mandó al entonces vicepresidente George Bush al entierro de Chernenko, no quería, sin embargo, caer en el error de apreciación en el que cayera cuando consideró que Yuri Andrópov era un liberal de corte occidental.

Un síntoma de que las cosas iban a cambiar en el gélido clima entre el Este y el Oeste lo constituía, aquel mes de marzo, el inicio de las conversaciones entre Moscú y Washington para renovar el equilibrio entre sus arsenales nucleares. Unos meses más tarde, en diciembre, Gorbachov inauguraría el diálogo con EE UU al máximo nivel en la cumbre con el presidente Ronald Reagan en Ginebra, la primera que se celebraba desde 1979.

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Las negociaciones de desarme con EE UU dominarían el escenario de la política exterior soviética hasta 1987, cuando ambos países firmaron el acuerdo de reducción de armas de alcance medio (INF) y marcaron así un punto de inflexión en el enfrentamiento bélico.

Paralelamente a los regateos sobre número de ojivas, la URSS se fue abriendo al mundo gracias a la política de glásnost o transparencia informativa, consolidada internamente en enero de 1987. Antes, en diciembre de 1986, Gorbachov dio una prueba fundamental de su voluntad de acabar con la represión política en la URSS, al liberar al científico Andréi Sájarov, exiliado forzoso en la ciudad de Gorki. A la liberación de Sájarov siguió la liberación de otros presos políticos y un progresivo acercamiento a las normas del Estado de derecho que está todavía en marcha.

Desideologización

Gorbachov hizo la mejor exposición global de su política internacional en la ONU, en Nueva York, en 1988. Aquél fue quizá su momento de mayor esplendor y armonía como estadista. El líder propuso reducir en 500.000 hombres el Ejército soviético en dos años y suprimir seis divisiones de carros de combate de Europa del Este para 199 , en un marco de desideologización de las relaciones entre los Estados, de desmilitarización e incremento del papel de la Organización de las Naciones Unidas.

Las ideas de "desmilitarización" y "desideologización" han sido desarrolladas consecuentemente por la política exterior de Mijaíl Gorbachov, gestionada desde 1985 por Edvard Shevardnadze, un viejo amigo del máximo líder desde los tiempos en que ambos hacían carrera en la región de Stavropol y en la República Soviética de Georgia, respectivamente. Shevardnadze imprimió al Ministerio de Exteriores un estilo dinámico y creativo que contrastaba con la rigidez acuñada en la época de Andréi Gromiko, el ministro de Exteriores de la URSS durante más de un cuarto de siglo.

El mensaje de Gorbachov se fue abriendo paso poco a poco en las turbulentas aguas de la política interior soviética dominada por una clase dirigente que, bajo el pretexto de defender la ortodoxia ideológica, se había osificado y abotargado en el poder. Gorbachov, formalmente el máximo dirigente de la jerarquía, comenzó como un rehén que luchaba por liberarse de aquel sistema. En aquella lucha, la política internacional constituyó una palanca única, por cuanto permitía valerse de conceptos que hasta la llegada de Gorbachov tenían únicamente un valor propagandístico. Uno de los puntos fundamentales de la inversión realizada por Gorbachov fue sustituir el concepto de "lucha de clases" por el de "intereses de la humanidad". Con aquel giro copernicano, que todavía no ha sido entendido por algunos sectores del Ejército, se ponían las bases para dar marcha atrás en las aventuras militaristas en el Tercer Mundo y el apoyo a lo que hasta entonces se había llamado "movimientos de liberación". La consecuencia práctica más inmediata fue la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán. El 15 de febrero de 1989 concluyó la intervención iniciada casi una década antes, en diciembre de 1979, en las postrimerías de la época de Leonid Bréznev.

Cuando los viejos aliados de Europa del Este vinieron a implorar ayuda a Moscú, los dirigentes soviéticos se encogieron de brazos. Después de los durísimos ataques que Gorbachov sufrió en el 28º Congreso del PCUS, en julio de 1990, por su política exterior, el líder planteó sin rodeos el dilema al que se había enfrentado el Kremlin: o permitir los procesos de democratización o enviar los carros de combate de nuevo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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