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África se dibuja en la plaza de España

Decenas de africanos pasan día y noche en el césped más céntrico de la ciudad

"Los de Nigeria están en aquella esquina, esos de ahí enfrente son de Ghana, y aquí detrás se colocan los de Malí", explica uno de los africanos que desde que comenzó la primavera han ido llenando el parque de la plaza de España, donde duermen siempre que no les interrumpe la policía, "porque en esta ciudad es muy difícil encontrar una casa, y mas para nosotros". Así, como si fuera una réplica del continente de donde vienen, estos hombres se reparten el territorio "para evitar más problemas".

Evitar problemas es, para la mayoría de los africanos que pululan por el parque, la consigna a cumplir. Por desgracia, hay una minoría a quienes los problemas no asustan, y son ellos los que tejen la fama con la que cargan todos los demás. "Cada vez que hay algún lío procuro desaparecer", dice Mahmadou, un joven de 27 años que hace dos meses llegó de Guinea-Bissau. "Los españoles piensan que todos los morenos somos. lo mismo, y de eso nada, porque ni siquiera estamos todos juntos, sino por grupos y países", dice.En la parte de la plaza más cercana a la Gran Vía están los nigerianos; un poco más abajo los de Malí; en la zona de enfrente, los de Ghana. Fronteras invisibles y bastante inviolables dividen el parque, sobre todo por la noche, trazando una réplica de la tradicional división africana según etnias o lenguas.

Quien venga por primera vez debe demostrar su buena voluntad o buscarse otro lugar para dormir. Los compañeros de grupo hacen turnos para vigilar las pertenencias de los demás o despertarles si llega la policía. De día, unos cuantos se quedan por allí para que no les cojan el sitio.

Vendedores ambulantes

Mahmadou sostiene sobre sus rodillas una planilla para copiar letras. "En Guinea no fui a la escuela, y mañana comenzaré un curso de tres meses que me ha conseguido la Cruz Roja". Este joven está en España con estatuto de refugiado, es decir, legal, pero sin derecho a trabajar. Un compañero suyo coge una bolsa llena de camisas de hombre y se va hacia la Gran Vía. "Con algo que vendas salimos un poco adelante".

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Un muchacho de Malí, con trencitas y gorra a lo rasta, se acerca a Mahmadou y le comenta algo. La lengua que habla es totalmente distinta a la del amigo de las camisas, y se ayuda con gestos. Parece decir que se va a acercar a la Puerta del Sol para ver si vende otras camisas y baratijas por allí. "Sí, éste no es de mi país, pero yo me entiendo con casi todos porque hablo seis lenguas africanas. Sin embargo, muchos de estos morenos sólo conocen el idioma de sus padres y se juntan sólo con los de su país".

Al rechazo racial se une en estos casos el autoaislamiento. Galaam, que vino de Barigladesh hace cuatro años y ahora tiene un puestecillo de pañuelos y pendientes en la plaza, cree que ése es el mayor problema de estos africanos. "Se juntan entre ellos, se aíslan y no procuran conocer el país en el que están ni a su gente. Con eso se empeora la cosa, al estar todos juntos se les asocia con los peores y yo, que conozco a bastantes de los que están por aquí, te digo que el 95% son muy buena gente".

"No he venido a España para tener problemas con la policía", se lamenta Mahmadou, "para eso me fui de Guinea". Cada madrugada llega la policía y les pide que se vayan a dormir a los jardines del Palacio Real, donde algunos montan verdaderos tenderetes. "Nos dicen que es para que no nos vean los turistas y no salgamos en sus fotos, pero ¿quién hace fotos de madrugada?".

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