Sin noticias de Gurb
Día 10 (continuación)14.00. He llegado al límite de mi resistencia física. Descanso apoyando ambas rodillas en el suelo y doblando la pierna izquierda hacia atrás y la pierna derecha hacia delante. Al verme en esta postura, una señora me da una moneda de pesetas 25, que ingiero de inmediato para no parecer descortés. Temperatura, 20 grados centígrados; humedad relativa, 64 por ciento; vientos flojos de componente sur; estado de la mar, llana.
14.30. La densidad del tráfico rodado y andado disminuye ligeramente. Toda vía sin noticias de Gurb. Aun a riesgo de alterar el precario equilibrio ecológico del planeta, decido establecer contacto sensorial. Aprovechando que no pasa ningún autobús, pongo la mente en blanco y emito ondas en frecuencia H76420bal40009, que voy elevando hasta H76420bal400010.
Al segundo intento recibo una señal débil al principio, más clara luego. Des codifico la señal, que parece provenir de dos puntos distintos, aunque muy próximos entre sí respecto del eje de la Tierra Texto de la señal (descodificado):
¿Desde dónde nos llama, señora Cargols?
Desde Sant Joan Despí.
¿Desde dónde dice?
Desde Sant Joan Despí. Desde San Joan Despí. ¿Que no me oye?
Parece que tenemos un pequeño problema de recepción aquí en la emisora, señora Cargols. ¿Nos oye usted bien?
¿Cómo dice?
Digo que si nos oye bien. ¿Señora Cargols?
Diga, diga. Yo le escucho muy bien.
¿Me oye, señora Cargols?
Muy bien. Yo muy bien.
¿Y desde dónde nos llama, señora Cargols?
Desde Sant Joan Despí.
Desde Sant Joan Despí. ¿Y nos oye bien desde Sant Joan Despí, señora Cargols?
Yo le escucho muy bien. Y usted, ¿que me escucha?
Yo muy bien, señora Cargols. ¿Desde dónde nos llama?
Me temo que va a ser más dificil de lo que yo suponía localizar a Gurb.
15.00. Decido recorrer sistemáticamente la ciudad en lugar de permanecer en un sitio fijo. Con ello disminuyo las probabilidades de no encontrar a Gurb en un trillón, pese a lo cual el resultado sigue siendo incierto. Camino siguiendo el plano heliográfico ideal que he incorporado a mis circuitos internos al salir de la nave. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Catalana de Gas.
15.02. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Hidroeléctrica de Cataluña.
15.03. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía de Aguas de Barcelona.
15.04. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Telefónica Nacional.
15.05. Me caigo en una zanja abierta por la asociación de vecinos de la calle Córcega.
15.06. Decido prescindir del plano heliográfico ideal y caminar mirando dónde piso.
19.00. Llevo cuatro horas caminando. No sé dónde estoy y las piernas no me sostienen. La ciudad es enorme; el gentío, constante; el ruido, mucho. Me extraña no encontrar los monumentos habituales, como el Cenotafio de la Beata Madre Pilar, que podrían servirme de referencia. He parado a un peatón que parecía poseer un nivel de mansedumbre alto y le he preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada. Me ha preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que 6.513 años, me ha sugerido que la buscara en El Corte Inglés. Lo peor es tener que respirar este aire inficionado de partículas suculentas. Es sabido que en algunas zonas urbanas la densidad del aire es tal que sus habitantes lo introducen en fundas y lo exportan bajo la denominación de morcillas. Tengo los ojos irritados, la nariz obstruida, la boca seca. ¡Cuánto mejor se está en Cerdanyola!
20.30 Con la puesta del sol las condiciones atmosféricas habrían mejorado bastante si a los seres humanos no se les hubiera ocurrido encender las farolas. Parece ser que ellos las necesitan para poder seguir en la calle, porque los seres humanos, no obstante ser la mayoría de fisonomía ruda y hasta abiertamente fea, no pueden vivir sin verse los unos a los otros. También los coches han encendido sus faros y se agreden con ellos. Temperatura, 17 grados centígrados; humedad relativa, 62 por ciento; vientos flojos del sudoeste; estado de la mar, rizada.
21.30. Basta. No puedo dar un paso más. Mi deterioro físico es considerable. Se me ha caído un brazo, una pierna y las dos orejas y la lengua me cuelga tanto que he tenido que atarla al cinturón, porque ya me llevo comidas cuatros plastas de perro y un número indeterminado de colillas. En estas condiciones es mejor aplazar hasta mañana las pesquisas. Me escondo debajo de un camión aparcado, me desintegro y me naturalizo en la nave.
21.45. Me pongo el pijama. La ausencia de Gurb pesa en mi ánimo. Después de pasar juntos todas las veladas desde hace 800 años, no sé cómo matar las horas que preceden al sueño. Podría ver la televisión local o leer una entrega de las aventuras de Lolita Galaxia, pero no tengo ganas. No me explico la ausencia de Gurb, y menos aún su silencio. Nunca he sido un jefe intransigente. Siempre he dejado a la tripulación, es decir, a Gurb, plena libertad para entrar y salir a su antojo (en horas de permiso), pero si no viene o sabe que va a llegar tarde, lo menos que podía hacer, por consideración, era avisar.
Día 11
08.00. Todavía sin noticias de Gurb. Intento de nuevo establecer contacto sensorial. Percibo la voz colérica de un individuo que en nombre de los ciudadanos de a pie, cuya representación ostenta, exige plena responsabilidad a un tal Guerra. Renuncio al contacto sensorial.
08.30. Abandono la nave y, convertido en somormujo, echo un vistazo a la región desde el aire.
09.30. Doy por concluida la operación y regreso a la nave. Si las ciudades son tortuosas e irracionales en su concepción, del campo que las rodea es mejor no hablar. Ahí nada es regular ni llano, sino al contrario, como hecho adrede para obstaculizar su uso. El trazado de la costa, a vista de pájaro, se diría la obra de un demente.
09.45 Después de un examen detenido del plano de la ciudad (versión cartográfica de doble eje elíptico), decido proseguir la búsqueda de Gurb en una zona periférica de la misma habitada por una variante humana denominada pobres. Como el Catálogo Astral les atribuye un índice de mansedumbre algo inferior al de la variante denominada ricos y muy inferior al de la variante denominada clase media, opto por la apariencia del ente individualizado denominado Gary Cooper.
10.00. Me naturalizo en una calle aparentemente desierta del barrio de San Cosme. Dudo que Gurb se haya venido a instalar aquí por propia voluntad, aunque nunca ha brillado por sus luces.
10.01. Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan la cartera.
10.02. Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan las pistolas y la estrella de sheriff.
10.03. Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan el chaleco, la camisa y los pantalones.
10.04. Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan las botas, las espuelas y la armónica.
10.10. Un coche patrulla de la Policía Nacional se detiene a mi lado. Desciende un miembro de la Policía Nacional, me informa de los derechos constitucionales que me asisten, me pone las esposas y me mete en el coche patrulla de un capón. Temperatura, 21 grados centígrados; humedad relativa, 75 por ciento; viento racheado de componente sur; estado de la mar, marejadilla.em0
Capítulo anterior | Capítulo siguiente
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.