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FESTIVAL EN LAS VENTAS

El toreo bueno y lo otro

Las grandes ovaciones fueron de principio para la banda de música de la Guardia Civil, que desfiló a los compases de una marcha militar, acompañó el paseíllo con pasodobles, interpretó el toque de oración. Este fue un momento muy emocionante. El público había llenado la plaza para rendir homenaje a las víctimas del terrorismo y presenciar de paso un bonito festival. Todos los objetivos se cumplieron. Al éxito económico se unió el artístico y este dio pie para que la afición saliera discutiendo -una vez más, en la vida- sobre las abismales diferencias que median entre el toreo y lo otro.Del toreo hubo buenas muestras en el festejo, y de lo otro, un recital. Del toreo, hasta Rafael de Paula dejó huella, pese a su tarde aciaga. Rafael de Paula parecía que se ponía a fregar y, de repente, cuajaba un trincherazo hermosísimo que dejaba a la afición docta, público en general y señoritas en edad de merecer, con la boca abierta.

Seis ganaderías/ Seis matadores

Toros de Sayalero, José Ortega, El Torreón Auxilio Holgado y Paloma Eulate, y un novillo de Guadalest, que dieron juego. Antoñete: media trasera y cuatro descabellos (ovación y saludos). Rafael de Paula: cuatro pinchazos, pasa a la enfermería, y descabella Antoñete. Sufre contusiones de pronóstico reservado. Curro Vázquez: pinchazo perdiendo la muleta y estocada (oreja con escasa petición). Ortega Cano: dos pinchazos y estocada; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y también pitos cuando saluda). Espartaco: estocada (dos orejas, con algunas protestas).Fernando Cámara: dos pinchazos perdiendo la muleta y media tendida (vuelta). El banderillero Copano sufrió puntazo leve en glúteo. Plaza de Las Ventas, 24 de febrero. Festival a beneficio de la Asociación de Víctimas del Terrorismo.

Paula, a salvo trincherazos -dos- apretaba a correr escondiendo el fondillo para que el toro no se lo atrapara. En una de esas el torillo se lo atrapó, a continuación atrapó el del banderillero Copano -que no tenía culpa de nada-, y los mandó a ambos a la enfermería. Fue un desastre, es cierto, pero ahí quedaron los trincherazos hermosísimos, pues donde hay torería hay toreo.

Antoñete es un ejemplo paradigmático, sin ir más lejos. A sus años y a sus toses, meció verónicas, cargó la suerte, cuajó naturales exquisitos y si no redondeó faena se debíó a que el toro sacó genio. Al comprobar que Antoñete sigue tan torero como siempre, la afición se intercambiaba parabienes.

La afición estaba feliz porque además esa torería tiene continuidad en Curro Vázquez, también sin ir más lejos. Curro Vázquez -torería en estado de gracia- echó el capote abajo con arte, paladeó verónicas, dio muletazos de categoría, y si llega a cargar más la suerte y meter menos el pico, habría quedado mejor. Luego Ortega Cano se aceleró con un torito de casta codiciosa y, finalmente, Fernando Cámara cuajó faena enjundiosa, engrandecida con una trincherilla mágica que puso loquita la plaza.

¡Eso es torear!, gritaban desde los foros de la pureza. ¡Torear!, que significa tirar del toro, vaciar donde se debe, ligar. Lo gritaban con intención, porque, antes, Espartaco se había dedicado a pegar pases fuera-cacho, empalmándolos en círculo por el astuto procedimiento de no quitarle al toro la muleta de la cara. Y eso no es torear sino pegar circularis interruptus; es decir, lo otro.

Espartaco dio todo un recital de lo otro, triunfó y seguirá triunfando mientras quienes no distinguen naturales de circularis interruptus sean mayoría, lo cual se daba ayer en Las Ventas. Asunto que, en realidad, no le preocupó demasiado a la afición. Más le preocupaba que las almohadillas hayan subido de precio y bajado de tamaño. Se sabe de posaderas que en esas almohadillas no caben. La Tumbacristos, por ejemplo, necesita dos, y había que oírla.

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