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Tribuna:DESPUÉS DE LAS ELECCIONES
Tribuna
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Los próximos años

Confusión y esperanza podrían ser los dos rasgos más destacados de los tiempos que corren. El capitalismo sigue siendo el sistema más avanzado, pero hoy como ayer ha de estar continuamente ojo avizor ante las inestabilidades económicas y las desigualdades sociales que engendra. Ha de evitar, además, dos defectos que, tal como enseña la historia, acechan siempre a toda civilización hegemónica, y que son el conservadurismo y el menosprecio hacia cualesquiera fórmulas culturales, sociales y económicas que no sean las suyas. El comunismo nos está deparando últimamente la gran sorpresa, al querer aunar la solidaridad que siempre tuvo con libertad y eficacia. Hecho este, huelga decir, tan cargado de promesas como de incertidumbres.El Tercer Mundo, entre tanto, sueña con salir de la pobreza. Algunos ejemplos de crecimiento rápido -pocos todavía, por desgracia-, la mayor conciencia de los países ricos ante las tremendas diferencias que se dan en el planeta y la transición demográfica en curso, le permiten abrigar algunas esperanzas. Esperanzas, claro está, que se duplicarían si la evolución de los países comunistas, junto con el fomento de las ideas de paz y convivencia en Occidente, permitieran reducir al mínimo los gastos militares, acabar con la amenaza nuclear y liberar así recursos ingentes para el desarrollo.

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España, incorporada tardíamente a lo que se llama el concierto de las naciones, comparte ese estado de cosas y registra al tiempo desazones e ilusiones propias, derivadas de su pasado reciente.

La satisfacción que nos produce vivir en democracia, ser cada vez más europeos y alcanzar mayor prosperidad económica se ve atenuada, entre otras cosas, por la fragilidad del crecimiento, por unos desequilibrios sociales y territoriales grandes, arrién de los que existen todavía entre los sexos, por la falta de cultura política, ciudadana y ecológica por el escepticismo de, la juventud ante la sociedad que les dejamos y por unos servicios públicos insuficientes e ineficientes. Recuérdese, por ejemplo, que superamos en oÍnco puntos lo que en otros países europeos se denomina tasa máxima aceptable de descontento económico y que resulta de sumar paro e inflación. Cifrada esa tasa máxima en 20 puntos, en España estamos en 25 (18% de paro y 7% de inflación). Si a ello agregamos el déficit comercial en el exterior, nos encontramos con un panorama económico lleno de luces y sombras. El juicio global, más o menos optimista, que hagamos sobre la España actual -que en todo caso deberá ser más matizado que tajante- dependerá mucho de que miremos hacia atrás o hacia delante. Si hacemos lo primero, cabe poca duda de que nuestro país vive hoy en cotas políticas, económicas y hasta sociales sin precedentes. Pero ¿y si miramos hacia el futuro? ¿No podríamos decir con igual razón que nuestra sociedad está plagada de deficiencias e insuficiencias que es menester ir subsanando del mejor modo posible?

País rico, país pobre

Ese juicio también será por fuerza distinto según la dirección geográfica hacia la que miremos. Si recurrimos a la renta per cápita, corregida por la paridad del poder adquisitivo, Marruecos, por ejemplo, vive unas cuatro o cinco veces peor que España. Es decir, nos separan de nuestro vecino del Sur diferencias enormes. Pero ¿y si aquí también miramos en sentido opuesto? Francia, el vecino del Norte, casi duplica nuestro nivel de vida, con el atributo, además, de que su mayor riqueza está más repartida y mejor empleada. Es el nuestro así un país rico en el plano mundial y un país todavía atrasado para las pautas occidentales. España, país rico, país pobre, además de parecer el título de un telefilme, podría ser una buena definición de nuestro lugar en el universo mundo.

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¿Qué es lo que piensan los ciudadanos sobre el particular? A juzgar por las recientes elecciones, todavía predominarían quienes están más satisfechos que descontentos, puesto que muchos siguen votando al partido que gobierna. Sin embargo, como han señalado estos días todos los comentaristas, la insatisfacción relativa se acrecienta, tanto desde la izquierda como desde la derecha, hasta unos niveles que permiten hablar de una modificación del escenario político. Así, por vez primera, los tres principales partidos de la oposición en el ámbito estatal obtienen -entre todos ellos- más votos que el partido del Gobierno.

El PSOE, desde que llegó al poder en 1982, apostó por una política centrada, aunque al tiempo aprovechó con habilidad el vacío que le brindaban los de,más para ocupar los espacios de centro-derecha y de izquierda, que todavía sigue ocupando en parte. Pero, ¿qué ocurrirá en lo futuro? Por los muchos votos que sigue cosechando, por la tozudez -o, si se prefiere, la sinceridad- de sus dirigentes, que sólo creen en la política económica liberal, y por su consabida modestia que le lleva a mantenerse siempre en sus trece, el PSOE va a tener muchas dificultades para recuperar espacio a su izquierda.

Muy al contrario, a poco bien que haga las cosas Izquierda Unida -y permítaseme decir que al menos hasta ahora está demostrando algo inédito en la izquierda española, y es el actuar no sólo con el corazón, sino también con la cabeza-, el PSOE seguirá perdiendo apoyos, militantes y votos por su amura de babor. La convergencia de comunistas, socialistas e independientes es una dificil apuesta hacia el futuro, pero como tal más atractiva para toda persona progresista que un partido al que el poder ha desdibujado ideológicamente hasta el punto de hacerle perder sus señas de identidad.

Ocupar el terreno de juego

En cuanto al centro-derecha, el PSOE tampoco tiene las cosas fáciles. El Partido Popular ha conseguido, ¡al fin!, cambiar su líder y romper ataduras con el pasado. Una derecha inteligente y europea tiene mucho que hacer en España, donde, dígase lo que se diga, no se han acabado ni la izquierda ni la derecha. Derecha e izquierda, claro es, muy distintas de las del pasado, mucho más civilizadas, pero con una presencia firme y creciente en la vida política.

Por eso al PSOE le va a costar tanto a partir de ahora seguir ocupando todo el terreno de juego. El pronóstico más verosímil, ya queda dicho, es que va a continuar volcándose en el centro del campo -hecho que se ve facilitado, además, por el retroceso del CDS-, lo cual, como todo aficionado al fútbol sabe, es importante, pero dificulta defender la portería propia y llegar a la contraria.

Claro es que lo que en España acontezca en los próximos años dependerá mucho de lo que suceda en Europa y en el mundo. Pero ello no impide reconocer las ventajas y los inconvenientes propios. Por lo pronto, el nuevo Gobierno tendrá que procurar corregir los desequilibrios económicos que amenazan con poner fin al crecimiento. Los ajustes que introduzca -desde la política neoliberal que es la suya- le impedirán avanza socialmente y volverá a enrarecerse probablemente el clima laboral y sindical, lo cual no sera bueno, a su vez, para seguir creciendo.

Cuatro ejes

Y, sobre todo, ¿abandonarán el PSOE y su Gobierno los malos usos de que hacen tantas veces gala, impropios de un país europeo y de un partido de corte occidental? España ha dado en los pasados comicios pruebas de que va madurando, cosa por lo demás básica y natural. Ni la abstención ha sido tan alta como cabía temer, visto el descrédito de la cosa pública, ni tampoco puede decirse que ciudadanas y ciudadanos, al menos en las zonas de población más formada e informada, hayan votado al buen tuntún.

Lo que sea cada partido o fuerza política incumbe, claro está, a sus militantes, pero a todos interesa. La vida política de los próximos años va a girar en torno a cuatro ejes: un PSOE que va a menos pero que sigue siendo mayoritario y que está. políticamente centrado, una derecha renovada, una izquierda en auge y unos partidos nacionalistas consolidados, lógicos y convenientes en la España de las autonomías, donde queda mucho por hacer.

La evolución que registren esos cuatro ejes dependerá en buena parte de la capacidad de modernización y atracción que ejerzan los partidos y organizaciones que los representen. Convertir partidos monolíticos, aferrados al poder, sea éste mucho o poco, burocratizados, sin ideas, basados en el ordeno y mando de líderes carismáticos insustituibles, en organizaciones plurales, abiertas, modernas y atrayentes no es tarea baladí. Algunos lo están intentando y otros ni lo pretenden, quizá porque no quieren, o no saben o no. pueden.

Razón de más, todo ello, para afirmar que el día 29 de octubre han cambiado muchas cosas. Más de uno pensaba que en España estaba ya todo cantado por lustros y hasta por decenios. Pues bien, si hay algo que puede decirse con seguridad después de las elecciones es que eso no es cierto.

Francisco Bustelo es catedrático de Historia Económica y militante de Izquierda Unida.

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