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Amplio boicoteo diplomático a los festejos de China

El Gobierno chino en pleno, incluido el todopoderoso Deng Xiaoping, celebró anoche en la soledad de la tristemente célebre plaza de Tiananmen el 40º aniversario de la República Popular con un espectáculo artístico -más de 100.000 participantes- al que el pueblo de Pekín no tuvo acceso y siguió por televisión o desde la calle para observar la quema de un fabuloso castillo de fuegos artificiales. No hubo incidentes ni tampoco presencia de la mayor parte del cuerpo diplomático extranjero, que boicoteó el acto para manifestar repulsa por la pasada represión.

El espectáculo de ayer puso fin a las ceremonias conmemorativas del aniversario de la China comunista, aunque hoy y mañana serán jornadas no laborables.La misma balconada sobre la entrada de la Ciudad Prohibida y que mira hacia la inmensa explanada de Tiananmen, desde la que Mao Zedong anunció el 1 de octubre de 1949 la fundación de la República Popular China, sirvió para que toda la cúpula dirigente de la nación más poblada del mundo siguiera desde allí con aparente atención, sentada en cómodas mesas, un infumable espectáculo de bailes, danzas, acrobacias y fuegos artificiales que duró cerca de tres horas, coros patrióticos, canciones melódicas chinas interpretadas por solistas, estrambóticos soldados bailando moderno jóvenes estudiantes moviendo manos y pies en extrañas y sincopadas acciones, todo ello en una amalgama de terrible confusión, por otra parte, acorde con el discurrir de los aires que se respiran en la China de hoy.

Costosa ensalada

Fue una costosa y horrible ensalada, preparada con celo durante semanas con "entusiasmo patriótico" por 120.000 aficionados, la mayoría de ellos soldados. El fervor de los ensayos fue tal que un recluta llegó a romper hasta tres pares de zapatillas en una misma jornada, señalaba con atención días atrás el diario en inglés China Daily.El pueblo se quedó en casa. En realidad, no le quedaba otra alternativa, como no fuera la de observar desde lejos la quema de un diferente programa de fuegos de artificio lanzados desde nueve puntos remotos de la capital. Cada serie recibió un nombre. Uno de ellos fue quemado con un lema revelador del pasado cercano: "Las flores se abren con los truenos de primavera", las explosiones que se escuchaban desde la avenida de la Paz Celestial, próxima a Tiananmen, traían a la memoria el recuerdo de los sangrientos sucesos del pasado junio, cuando el Ejército aplastó con las balas el movimiento estudiantil a favor de la democracia, causando la muerte de más de un millar de personas. El Gobierno chino habla del suceso como una "gran victoria" frente a la "rebelión contrarrevolucionaria"; la televisión subrayó que en el espectáculo de anoche participaron obreros, campesinos, soldados y estudiantes, los pilares de la China comunista representados en una estatua blanca que ha sido erigida en el mismo lugar donde los universitarios levantaron en mayo la diosa de la libertad.

Deng Xiaoping mostraba ayer un aspecto cansado y distraído. Vestido, como es habitual en él, con el uniforme Mao, el anciano líder, de 85 años, abría de cuando en cuando la boca cuando el cielo se iluminaba de colores con la explosión de los fuegos.. Deng no asistió a la recepción que hubo el sábado en el palacio del Pueblo, sin que se sepan las razones de su ausencia. El pequeño dirigente chino ha reaparecido tres veces en las dos últimas semanas después de que este verano se acrecentaran los rumores de que padece un cáncer de próstata. El que sí parecía muy animado era el jefe del Estado, el general Yang Shangkun, vestido de paisano, pegado materialmente su cuerpo sobre la balconada para no perderse detalle. El primer ministro, Li Peng, y el nuevo secretario general del partido comunista, Jiang Zemin, conversaban relajadamente. Ningún miembro de la banda de los ancianos, como han sido bautizados los políticos que han recuperado poder tras la crisis de junio, se perdió la función dominical. Incluso el viejo economista Chen Yun, presidente del Consejo de Asesores, cuya salud es precaria, no quiso faltar al macroespectáculo de Tiananmen y aguantó como pudo su desarrollo. También lo hizo la viuda de Zhou Enlai, Deng Ying Zhao, de la que es hijo adoptivo Li Peng.

La jornada de ayer fue espléndida, pero muchos pequineses prefirieron no salir de sus domicilios por temor a posibles incidentes o hastiados de un aniversario que llega en un triste momento para la historia de China. Los parques fueron cerrados hasta mediodía. Sólo se podía entrar provisto de una invitación especial para asistir a espectáculos de danza. La televisión se encargó, desde muy de mañana, de transmitir programas sobre la fundación de la República Popular y elogiosos a las figuras de Mao Zedong y Zhou Enlai.

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