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Matanzas en caliente y matanzas en frío

Veamos los periódicos desde comienzos de junio a hoy. Los acontecimientos chinos han pasado lentamente de cuatro páginas a tres; luego han dejado de estar en primera y ahora vuelven, pero en dimensiones reducidas. Para los medios de comunicación, las noticias envejecen, pero tampoco nosotros logramos que las emociones nos duren mucho tiempo. Así, recibimos una fuerte impresión cuando el Ejército disparó sobre los estudiantes y no nos hemos dado cuenta de que lo peor empezó después.Indudablemente, los hechos de la plaza de Tiananmen constituyeron una horrible tragedia, y era natural que nos impresionaran. Sin embargo, surge la duda de que la mayoría de la gente se haya emocionado en el sentido en que todos nos emocionamos cuando se estrella un avión con 300 pasajeros a bordo, mientras aceptamos como normal la perspectiva de que al día siguiente otros 10.000 desafortunados mueran destrozados en accidentes de tráfico en distintos lugares. De todos modos, bien sabemos que no se trata de un problema de cifras: hay casos en los cuales un solo crimen puede causarnos más terror que una hecatombe. Hablo de las ejecuciones que siguieron a la represión.

Trato de imaginarme cómo podría defenderse Deng de la masacre de la plaza. Patético personaje, había intentado realizar la liberalización económica de su país, después fue superado por los acontecimientos, amenazado por lo que él mismo había creado. Estaba enfrentado a un movimiento popular, no lograba controlarlo; objetivamente no podía ceder más que hasta cierto punto y, para salvar la imagen, se vio obligado a recurrir a la fuerza. Sólo quería desalojar la plaza, pero es sabido lo que ocurre en estos casos: la muchedumbre presiona, los soldados se asustan, un estudiante lanza una piedra y se produce la matanza. La historia está llena de sucesos similares.

Después de haber vencido, Deng inicia una represión ya no en caliente, sino en frío, a base de procesos y tiros en la nuca: peor, estas ejecuciones que se presentaron (o por lo menos se anunciaron y motivaron) a través de la televisión, se convierten en escenas de un teatro pedagógico para ejemplo de los niños.

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Los muertos de la plaza fueron un incidente, las ejecuciones son fases de un programa y, a su vez, convierten en programática, inscrita en las costumbres (futuras) y en las leyes, la matanza de la plaza.

Desgraciadamente, la humanidad ha conocido muchas matanzas, incluso más terribles que la china. Tal vez sea cierto que cada día mueren de hambre más personas de las que murieron en China. Las matanzas históricas se estudian en los libros de escuela, aprobamos si las recordamos bien y suspendemos si nos olvidamos de la fecha. Si consideramos que la población de Europa en la época de las invasiones bárbaras y antes de Carlomagno se había reducido a menos de 22 millones de habitantes, en ese entonces caían proporcionalmente más víctimas de un solo golpe de las que se produjeron en todo el Holocausto. Pero eran matanzas en caliente. Lo que causa horror en el Holocausto es su característica de matanza en frío y que se proporcionaran justificaciones científicas.

La matanza de los estudiantes chinos fue en caliente. Ciertamente, debería impresionarnos; sin embargo, aún más debe aterrorizarnos la matanza en frío, cuantitativamente inferior, que se lleva a cabo hoy con el tiro en la nuca. Este es el hecho, realmente terrible, que hace retroceder a la humanidad. En un momento en que la pena de muerte es discutida en todo el mundo (y quien la aplica todavía, lo hace casi a escondidas), hoy ésta vuelve a China como medio de gobierno y ejemplo público. El terror debe nacer, más que de la imagen furtiva de la plaza sembrada de cadáveres, de la imagen (públicamente teleautorizada) de la plaza hoy adornada con ejércitos de niños en uniforme que celebran la justa represión y las ejecuciones. Deng ahora no sólo dice a los niños que los estudiantes eran malos (se sabe que la propaganda es la propaganda), sino que les enseña que el tiro en la nuca es hermoso, patriótico, y les invita a celebrar el hecho con himnos y cantos.

Esta es la amenaza que nos aterroriza: que (con formas coreográficas que en una época habían suscitado esperanzas de una pedagogía de la urbanidad incruenta y espontánea) se pueda todavía legitimar científicamente la barbarie. Si aún no hablamos nuevamente de ello en cuatro páginas, entonces China está muy cerca.

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