La silla de Hawking
Con este título publica Luis Meana en EL PAÍS un alegato, lleno de lugares comunes, contra lo que él considera mediocridad e impotencia de la ciencia moderna. Ligereza y riesgo (osadía, en una palabra) acompañan a cualquier intento de fustigar a la ciencia con juegos malabares filosófico-literarios. Aparte de dislates lingüísticos -como lo de civilizatorio- repugna la poco afortunada alusión a la invalidez física de Hawking, en un argumento de neto cariz nazi.En una de las últimas escenas -inconclusa aún- del siempre apasionante espectáculo de la física, Hawking, trabajando en energía quántica, se empeña en conseguir lo que hoy por hoy es todavía una quimera: la unificación en una sola ecuación de los diferentes tipos de interacciones. Pero no hay que esperar a tal logro para entender que la silla de Hawking y la invisible silla que soporta las flaquezas mentales de los Meana de siempre son una misma cosa.- profesor de la universidad de Salamanca.