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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enfriar la economía

LA DECISIÓN del Gobierno de recortar los gastos presupuestarios y de avanzar el pago del impuesto sobre sociedades se enmarca dentro de un contexto caracterizado por el fuerte crecimiento de la demanda interna de la economía, incompatible con los equilibrios básicos de la misma. Aunque el estado de nuestro aparato estadístico no permite afirmarlo con el mínimo de rigor que sería necesario, lo más probable es que la economía española esté creciendo a un ritmo del orden del 5% en términos reales, con un aumento de la demanda interna situado en el entorno del 7% y una aportación negativa del sector exterior de al menos dos puntos. Se trata de un crecimiento en parte alimentado por la fuerte progresión de la demanda de inversiones, pero también por un crecimiento del consumo, público y privado, que supera lo deseable.Una parte, importante y creciente, de esta demanda interna debe ser satisfecha mediante el recurso a las importaciones, lo cual crea un desequilibrio exterior tanto más preocupante cuanto que el propio auge de la demanda frena las exportaciones; para las empresas es más fácil vender sus productos en el interior que salir a buscar clientes en el extranjero. La consecuencia de todo ello es un fuerte desequilibrio en nuestras cuentas con el exterior y un aumento de las tensiones inflacionistas.

Para luchar contra estas últimas, el Gobierno ha recurrido hasta ahora casi exclusivamente a los instrumentos monetarios: el Banco de España ha intentado restringir la cantidad de dinero en circulación mediante la imposición de coeficientes y mediante el aumento de los tipos de interés. Pero estas medidas han tenido efectos que en parte han sido contraproducentes: al abrirse el diferencial de tipos de interés con los países de la Comunidad Europea, el llamado dinero caliente -es decir, las puntas de tesorería de las empresas y el dinero especulativo a corto plazo de los particulares-, ha venido a colocarse en nuestros mercados, dándose así la paradoja de que, a pesar del creciente déficit en los intercambios de bienes y servicios con el exterior, las reservas de divisas continúan aumentando: solamente en el mes de abril, el incremento fue de casi 2.000 millones de dólares. Todo ello ha provocado la aceleración del crecimiento de la cantidad de dinero en circulación y una apreciación artificial de la peseta, cuyas consecuencias negativas sobre las exportaciones vienen a añadirse a las derivadas del auge de la demanda interna.

En estas circunstancias, el Gobierno se ha visto obligado, por una vez, a alejarse de los caminos trillados del monetarismo y a adentrarse por la vía de la política presupuestaria, más difícil políticamente pero más acorde con las necesidades de la economía a largo plazo. Las medidas adoptadas el viernes retirarán de la circulación unos 250.000 millones de pesetas, lo que equivale, poco más o menos, a la cantidad de dinero suplementario de que van a disponer los contribuyentes durante el verano por el aplazamiento de la declaración del impuesto sobre la renta. Es cierto que este dinero habrá que pagarlo en noviembre, pero la perspectiva de un aumento transitorio de la demanda en una economía que estaba creciendo por encima de sus posibilidades es lo que parece haber decidido al Gobierno a actuar como lo ha hecho. Queda por ver si las medidas actuales serán suficientes para reconducir la situación; los desequilibrios que aquejan a la economía son de bastante envergadura y es posible que se requieran nuevas actuaciones en un plazo no muy largo. En cualquier caso, las decisiones del viernes constituyen un paso adecuado en la buena dirección.

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