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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Respuesta inmediata

LA FANÁTICA obstinación del imam Jomeini en mantener la amenaza de muerte contra el escritor británico de origen indio Salman Rushddie constituye uno de los más insolentes desafíos a las reglas de convivencia de la comunidad internacional. Poco se puede hacer por impedir al despótico clérigo que dirige los destinos de Irán que imponga en su feudo una interpretación intransigente y sectaria de una religión de tan larga tradición tolerante como es la islámica. Pero poco no es nada: la comunidad internacional, según doctrina consagrada por las Naciones Unidas, se halla comprometida en la defensa de los derechos humanos allá donde se vulneren sin que una decimonónica concepción de las soberanías nacionales constituya una excusa, y menos una coartada, para permanecer impasibles ante el crimen y la arbitrariedad.Mayor es aun ese compromiso cuando ese régimen tan singular pretende encima exportar fuera de sus fronteras sus peculiares concepciones políticas y religiosas. Sobre todo, si para ello recurre a la amenaza y al asesinato. Es lo que tan manifiesta y trágicamente se está produciendo en el caso del autor del libro Versículos satánicos. El suceso trasciende los límites de una mera disputa religiosa para convertirse en un ataque en toda regla a los fundamentos mismos de las relaciones internacionales. Ante tal situación no existe principio jurídico o interés comercial que justifique la complacencia o la pasividad de la comunidad de naciones. El Gobierno español, al igual que los gobiernos de los otros países comunitarios, ha hecho algo que es elemental en estas circunstancias: retirar inmediatamente a nuestro embajador en Teherán, e instar a los demás países europeos a hacer lo mismo, mientras Jomeini insista en hacer de sus fieles posibles asesinos a sueldo. Y de paso debería tomar también medidas contra el periodista iraní residente en España que se atrevió ayer a proclamar públicamente su disposición a ejecutar tan repugnante sentencia.

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