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La 'cumbre' de Rodas avalará las reformas en el Este

Las reformas emprendidas en el Este de Europa "abren una perspectiva esperanzadora para la humanidad con la consolidación de la paz, la seguridad, la estabilidad y los principios democráticos", afirma el primer ministro griego, Andreas Papandreu, en la invitación a los mandatarios de la CE. Los doce harán suya esta opinión, dispuestos a hacer "un esfuerzo histórico" para borrar del continente las "cicatrices del pasado".

Atendiendo a la invitación, el presidente del Gobierno español, Felipe González, llegó ayer a última hora de la tarde a Rodas como casi todos sus homólogos para participar hoy y mañana en un consejo europeo en el que las relaciones con el Este figuran en lugar destacado en el orden del día. Papandreu pretende que la Comunidad Europea reaccione positivamente ante los cambios en curso en el bloque socialista.El borrador de la declaración sobre las relaciones con el Este que será sometido a la cumbre resalta que, por un lado, el objetivo en Europa consiste en conseguir una mayor seguridad, mediante medidas de control de armamento más estrictas, y por otro, en materia económica se podrán multiplicar los acuerdos comerciales y de cooperación entre la Comunidad y los países europeos miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, el mercado común socialistas).

La agenda de política exterior incluye también Oriente Próximo, y más de una delegación ha dado a entender que evocará la negativa de Washington a conceder un visado de entrada en Estados Unidos al líder palestino, Yasir Arafat.

[El Gobierno de Washington dio anoche una respuesta negativa a la petición del secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, de que reconsiderase su decisión sobre Arafat. La Asamblea General votará, probablemente hoy, el trasaldo del debate a la sede de Ginebra, informa Efe].

"Deberemos examinar", afirma además en su misiva Papandreu, "la dimensión social del mercado único en el marco del esfuerzo general que tiende a crear un espacio social único". A principios de semana, el presidente de la Comisión Europea, el francés Jacques Delors, había considerado "inútil" una discusión en Rodas sobre este delicado tema, que, en su opinión, no está aún maduro y que además suele irritar a la primera ministra Margaret Thatcher, que no considera necesario abordarlo.

La obsesión de la insularidad fragmentada

Si las cumbres europeas tuviesen un nombre, la que se desarrolla este fin de semana debería llamarse -ironizaba un diplomático- Grecia, o la obsesión de la insularidad fragmentada. Desde el lugar donde se desarrolla el Consejo Europeo, la isla de Rodas, hasta el orden del día de la reunión, en el que figuran los problemas de las regiones insulares, el Gobierno de Atenas no ha escatimado esfuerzos piara sensibilizar a sus socios comunitarios de que Grecia es un rosario de islas.

Cuando, a principios de noviembre, el viceministro griego de Asuntos Exteriores, Theodoros Pangalos, llevó a un grupo de periodistas atenienses a visitar el palacio de los Grandes Maestros de la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, donde se reunirán los 12 mandatarios comunitarios, explicó que se les había dado cita en Rodas "para demostrar al inundo que Grecia no se limita a Atenas". Rodas forma parte del archipiélago del Dodecaneso y, siempre con el propósito de concienciar a sus huéspedes del fenómeno de la insularidad, cada uno de ellos ha sido colectivamente nombrado por los ayuntamientos locales ciudadano de honor de una de las principales islas. A François Mitterrand, el único jefe de Estado que asistirá al Consejo Europeo, le ha tocado, obviamente, la más grande y poblada, es decir, Rodas.

Halki, la isla regida por una alcaldesa, le corresponde a la primera ministra británica, Margaret Thatcher, mientras que sobre el presidente español, Felipe González, recaerá la ciudadanía honorífica de Kos, de la que las guías turísticas aseguran que fue el lugar de nacimiento de Hipócrates, el padre de la medicina moderna, en cuya plaza Elefteria daba clases debajo de un árbol.

El empeño del primer ministro Andreas Papandreu por congregar en una isla a las 2.000 personas que desplaza una cumbre ha obligado a sus colaboradores a resolver numerosos problemas de infraestructura, incitando, por ejemplo mediante subvenciones, a hoteles cerrados a reabrir durante unos días en diciembre y enviando en barco desde El Pireo numerosos coches ofíciales.

Sólo la electrificación, la colocación de la moqueta y la instalación de cabinas para intérpretes en el castillo medieval que domina la ciudad antigua ha costado a la hacienda griega, según cifras oficiales, 540 millones de pesetas.

Pero acaso sea éste el precio que el contribuyente griego está dispuesto a pagar para permitirse el lujo de reunir a 12 jefes de Estado y de Gobierno no sólo en una isla, sino a tiro de piedra de la costa de Turquía. "No desperdiciarán ni una sola oportunidad de hacerle cosquillas al gran vecino", comentaba el diplomático.

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