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Visita sorpresa a Kabul del ministro de Exteriores de la Unión Soviética

Pilar Bonet

El ministro de Exteriores soviético, Edvard Shevardnadze, Negó ayer a Kabul, en una visita de trabajo no anunciada previamente, un día después de haber protestado ante su colega paquistaní, Yakub Jan, por el apoyo que continúa recibiendo la oposición armada al régimen de Kabul. Mientras tanto, en Moscú, la crítica a la dirección afgana y a la intervención soviética en aquel país ha avanzado un paso más, tras la publicación de un insólito artículo de¡ escritor Alexander Prajanov, en el pasado un fervoroso cantor de gesta de la presencia soviética en Afganistán.

Este autor de novelas bélicas, que llegó por primera vez a Afganistán en enero de 1980, un mes después de la invasión, ha expresado el malestar y frustración de los militares soviéticos por su falta de reconocimiento público, su lucha inútil y su papel de defensa de una elite que "pasea en Mercedes y en Volgas por Kabul", sin querer "enviar a sus hijos al frente", donde luchan los soldados de la URSS.Shevardnadze se quejó el miércoles al ministro de Exteriores paquistaní de que más de 200 misiles han sido lanzados sobre Kabul en los últimos dos meses, y reiteró las acusaciones soviéticas, según las cuales Pakistán no cumple el compromiso adquirido en Ginebra el pasado 14 de abril.

En virtud de este compromiso, del que la Unión Soviética y Estados Unidos son garantes, Moscú inició el pasado mayo la retirada de los 100.000 soldados soviéticos destacados en Afganistán. La mitad del contingente debe haber abandonado el país el próximo 15 de agosto, si el ritmo de evacuación se realiza conforme a lo previsto, aunque tanto las autoridades de la URSS como de Afganistán han amenazado formalmente con alterar el calendario.

Sin esperar a que se complete la retirada militar, la política exterior soviética en Afganistán se está transformando en un tema de discusión enconado. Tanto el Ejército como el Ministerio de Exteriores de la URSS se han distanciado del general Kim Tsagolov, una autoridad en política afigana, que ha destrozado todos los tópicos acuñados en el pasado, criticando implacablemente al régimen de Kabul y sus divisiones internas. El artículo de Tsagolov, publicado en la revista Ogoniok, ha encontrado apoyo en muchos de sus puntos en Alexander Prajanov, que escribe en el último número de Vida Internacional.

Tres etapas

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El novelista comienza por hacer una autocrítica de su posición a principios de los ochenta, cuando existía la "confianza ilusoria", dice, en que la guerra podía acabarse en un año o año y medio. "Parecía en verdad que con unos cuantos esfuerzos más, unas pocas víctimas más, surgiría en nuestras fronteras un vecino socialista".

Prajanov, que dice haberse convencido posteriormente de lo "dilatado y dramático" de este proceso, divide la guerra en tres etapas. Una primera, hasta 1983, cuando la guerrilla tenía un carácter limitado y el norte del país estaba tranquilo. Por aquel entonces, el armamento de la oposición era digno de una lucha anticolonial del siglo XIX: arcabuces de chispa, escopetas inglesas antiguas, sables y yataganes, y armas del siglo XVIII forjadas en herrerías de aldea.

Entre 1983 y 1985 la situación cambió, los soviéticos dejaron de poder viajar por el país libremente, la guerrilla adquirió una estructura militar estable y se formaron con ello frentes de lucha. El armamento se modernizó con importaciones occidentales avanzadas. A mediados de los ochenta, por último, quedaba claro que la oposición llevaba la iniciativa y tenía el apoyo de grandes masas. La destrucción causada por la guerra en los sistemas de regadío y en las aldeas repercutió en contra el régimen de Kabul y cambió la imagen de los soviéticos.

Prajanov elogia la actuación del Ejército soviético, le exime de responsabilidades por su actuación y culpa al poder político de la derrota. El Ejército, según Prajanov, se encontraba limitado y además "muy dolido" y con "complejo de inferioridad" porque la Prensa no podía informar de sus acciones ni éxitos, que eran atribuidos "siempre al Ejército afgano".

Por su parte, actualmente se proyectan en Moscú imágenes patéticas de entierros de veteranos soviéticos de Afganistán y de retorno de heridos, renqueantes, con muletas y en camillas, que integran el documental Dolor, del director S. Lukianchikov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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