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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Qué hacer con las reservas

A FINALES del mes de julio, las reservas de oro y divisas superaron el monto total de la deuda exterior española, de tal manera que si nuestros acreedores quisieran exigimos el pago de la misma, podríamos hacerlo sin dificultad. Aunque a primera vista se trata de una situación envidiable, conviene preguntarse si es necesario acumular tanta divisa extranjera.Los 25.500 millones de dólares de reservas que poseíamos a fin de julio representan unos siete meses de importaciones, cifra muy elevada cuando se la compara con la de otros países desarrollados. En diciembre de 1986, las reservas de Japón equivalían a cinco meses de importaciones, y las de la República Federal de Alemania e Italia, a cuatro. Si la comparación se hace con el producto interior bruto, la diferencia es aún mayor, ya que nuestras reservas superaban el 10% del mismo, en vez del 7% de Italia, el 5% de la RFA y el 2% de Japón. Cualquiera que sea el punto de vista, el nivel de nuestras reservas de cambio es muy elevado.

Las razones que explican esta acumulación hay que buscarlas tanto en el ámbito de los intercambios de bienes y servicios como en el de los movimientos de capital, ligados a la política monetaria. En el primer terreno, el excedente de la balanza por cuenta corriente, aunque menor que el registrado el pasado año, es todavía sustancial. Pero este excedente recubre un fuerte y creciente desequilibrio comercial, compensado por los ingresos del turismo, que este año se acercarán a los dos billones de pesetas.

En cuanto a los movimientos de capital, conviene distinguir entre las entradas a largo plazo, ligadas a inversiones en los sectores productivos de la economía, y aquellas otras puramente financieras, relacionadas con la favorable evolución de la bolsa española en meses recientes. Estas últimas son bastante menos estables que las primeras. Hay, por último, toda una serie de movimientos de capital ligados a la evolución de los tipos de interés internos y externos, que afectan tanto a las decisiones de endeudamiento de las empresas españolas como a las decisiones de colocación de sus capitales de los no residentes en España.

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El considerable aumento de las reservas de cambio que ha tenido lugar desde la primavera pasada está relacionado con estos últimos movimientos y con el deseo de las autoridades españolas de impedir una fuerte apreciación de la peseta, que dañaría las posibilidades exportadoras. Los altos tipos de interés internos hacen atractiva la colocación de dinero en los mercados monetarios españoles e inducen a las empresas españolas a endeudarse en divisas. Es un efecto indeseado de la política monetaria, que intenta restringir el rápido crecimiento de 1 dinero en circulación con el mantenimiento de tipos de interés elevados.

La evolución de la balanza por cuenta corriente y el nivel actual de los tipos de interés hacen que, en ausencia de modificaciones estructurales como la liberalización de los movimientos de capital, las autoridades monetarias tengan que elegir entre dejar que la peseta se aprecie o permitir una mayor expansión interna mediante la revisión al alza de los objetivos de la política monetaria. Aunque no se ha tomado una decisión formal al respecto, todos los indicios apuntan hacia esta segunda hipótesis, que desde el punto de vista del crecimiento es la más aconsejable. Con ello se incrementan los riesgos inflacionistas, pero éstos se verán reducidos si los agentes sociales aceptan adaptar sus comportamientos en materia de salarios y fijación de precios a un crecimiento estable. Esta hipótesis permitiría la utilización de las reservas acumuladas en beneficio de todos, y en primer lugar, de los desempleados.

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