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Tribuna:DIÁLOGO INTERALEMÁN
Tribuna
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El hombre desconocido

Uno de los problemas de Erich Honecker como gobernante fue escapar de "la sombra de Walter Ulbrich" después de ser "su hombre en los puestos más duros", señala el autor de este artículo, escritor que vivió hasta 1981 en la República Democrática Alemana y desde entonces en la República Federal de Alemania (RFA). Describe también cómo Honecker inició "una era" en la RDA.

Uno tiene, sin duda, una idea romántica de cómo se ejerce la política, y se inclinaría fácilmente a pensar que ésta alcanza en la práctica un nivel científico. Yo podría entender perfectamente que en capitales occidentales se encomendara a psicólogos que, por ejemplo, analizaran la forma sincopada y farfullante de hablar de Honecker y aclararan los repliegues más recónditos de su intimidad, sus temores, sus deseos. Él dice la "República Mocrática Alemana" cuando habla de su Estado. Socialismo suena en su boca a "sochlisino" o "solismo". De su estilo literario nadie puede concluir: sabe escribir. Jamás ha acudido a un baño público; el cuerpo le inspira más bien recelo; ah, el simpático beso de los hombres orientales es para él todo un caso; cuando aparecen esto s saludos en la televisión, yo tengo que mirar a otra parte. En general, a él lo que más le gusta es la multitud allá abajo, y, él, arriba, haciendo señas con la mano.Tuvo que ser terrible para él acabar con la sombra de Ulbricht, pues el viejo campesino había construido personalmente cobertizos, había preparado los campos, había levantado vallados, había dado nombre a las vacas. Por fin llegó el joven campesino y decidió hacerlo todo precisamente al revés. Los tres primeros errores del gobernante Honecker son muy significativos: anunció una amnistía, abrió de par en par la frontera con Polonia y suprimió el artículo 218 de la Constitución.

¡Ahora se iba a asombrar de verdad el pueblo!

Sabio el Estado que no necesita amnistías, que mete en prisión con mesura, de cuando en cuando, lo menos posible, y pronto afloja él mismo los grilletes. En la República Democrática Alemana no se habla ni palabra por ejemplo, de cumplimiento de las penas en régimen abierto. Sabio el Estado que a éste o a aquel desgraciado lo suelta anticipadamente, muestra confianza.

Nuestro nuevo campesino abrió el cercado de par en par, sus jóvenes guardianes se mesaban los cabellos. Las autoridades encargadas de la organización del pueblo estaban saturadas de irabajo, pronto, inmediatamente, había que crear viviendas y pueslos de trabajo, no podía hablarse de cuidados preventivos o de seguimiento. Las prisiones, de gran trascendencia en el tejido económico, quedaron de repente varias. Pero escasamente a las tres o cuatro semanas ya estaban allí de nuevo los primeros; la herramienta que habían abandonado con alborozo a la salida la encontraron de nuevo en el mismo lugar; los guardianes, cansados de tanta soledad, los saludaron con un apretón de manos. Una amnistía es siempre el segundo error.

La frontera con Polonia

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La frontera con Polonia, llamada frontera de paz Oder-Neisse, vio lesaparecer de la noche a la mañana todas sus barreras. Todo el nundo podía cambiar dinero, tanto cuanto quería, podía pasar le un sitio a otro mercancías; se iuprimieron los visados. ¡La rontera más libre del mundo! como el zloty se valoró incom)arablemente más alto que el narco de la RDA, y la diferencia le oferta era enorme, los polacos acudieron en tromba hacia Occidente y compraron zapatos, ropas de cama, de niños, embutidos en Görlitz y Berlín, después en Dresde, Leipzig, y llegaron hasta Erfurt.

Los planes económicos de la RDA se tambalearon, se creó un mal ambiente contra los polacos en general y contra las bandas de intermediarios en particular. Entonces se sometió al zloty a un proceso constante de desvalorización, se limitó la cantidad de cambio, se restableció tímidamente la antigua situación. El joven campesino hizo notar: el viejo no fue tan tonto. Desde el derecho militar, en Polonia han desaparecido por completo todos estos problemas.

El tercer golpe: el jefe del Estado anunció la supresión del artículo 218; esperaba obtener con esta medida el agradecimiento y veneración de todas las mujeres. Pero no le había advertido nadie que él no podría hacer eso.

En este asunto la competencia era de la Cámara popular, que por lo demás no se reunió hasta pasados cuatro meses. Médicos expertos en la Constitución advirtieron en las clínicas que a ellos se les colocaría en una situación jurídica difícil si no estaban legalmente autorizados a hacer lo que debían hacer. Secretarios del partido trataban de convencerles de que se arreglaría pronto todo. Muchos médicos actuaron como se pedía, otros se negaron. Finalmente, los representantes del pueblo aprobaron el avance de Honecker; los diputados de la CDU, cuando el asunto llegó a la Cámara, se abstuvieron.

Anteriormente, Honecker había sido, sobre todo, el hombre de Ulbricht para los puestos más duros. Cuando volvió de sus estudios en Moscú a Berlín, al final de los años cincuenta, se encargó del aparato de seguridad del ¡Partido Socialista Unificado (SED); la biografía oficial nombra la construcción del muro como su más relevante realización. Sin ser advertidos por los servicios secretos occidentales, habían sido preparados miles de soldados, policías, miembros de grupos de combate, obreros de la construcción, para cerrar Berlín Occidental aquella noche de agosto de 1961. ¡Una obra de Estado Mayor!

En diciembre de 1965, Honecker, el hombre de la seguridad, presentó en el 112 pleno el informe de cultura, que representaba un cambio en redondo. En él se decía: "La cuenta es sencilla: si queremos seguir aumentando la productividad del trabajo, y con ello el nivel de vida, en lo que están verdaderamente interesados todos los ciudadanos de la RDA, no podemos seguir defendiendo filosofías nihilistas, sin ningún horizonte y moralmente destructoras, en libros, películas, teatros, televisión y revistas. El escepticismo y el nivel de vida creciente se excluyen mutuamente en una construcción global de socialismo". Otros vocablos: decadente, arrogancia intelectual, obsceno. Ulbricht completó la lista: semianarquismo, pornografia y demás métodos del estilo de vida americano.

Pasaron unos años de esterilidad, después cundió la opinión de que la terquedad de Ulbricht había dejado convertirse en un erial a las artes. Cuando el joven labriego tomó las riendas en la mano, pronunció las grandes palabras: si se parte de las sólidas posiciones del socialismo, no depuestas del 11º pleno.

De nuevo se abre un campo a los investigadores del alma humana: ¿por qué sumió en el olvido Honecker el nombre de su maestro político durante 10 años? ¿Cuál era la situación entre él y su progenitor biológico? ¿Están ahí los motivos o, si no, dónde? Ulbricht murió durante una trepidante fiesta de la juventud, que no se interrumpió por ello. El estadio y la academia perdieron el nombre de Ulbricht. Comenzaba una era nueva, la vieja quedaba cruelmente superada. Es grotesco ver cómo se evitó el nombre de Ulbricht en los libros políticos. ¿Qué tipo de deficiencias psíquicas son éstas que impiden a Honecker reconocer a Ulbricht como su maestro? El joven campesino, satisfecho e infatigable continuó trabajando la tierra. Él mismo se labró su tradición.

Honecker se hizo más suave, dejó a otros el trabajo de fondo. Acudía a los congresos de escritores sin pronunciar palabra. En 1972 entró en la línea de mira Plenzdorf por causa de su título Los nuevos padecimientos del joven W. Contrariados, nos cobijamos los dos durante la pausa de mediodía en la cantina del Congreso; llegó junto a nuestra mesa uno de esos mensajeros reales elegantemente encorbatados y se inclinó para anunciarnos: "El camarada Honecker quiere hablar con el camarada Plenzdorf". Después de unos minutos, Plenzdorf estaba allí de nuevo e informaba del siguiente diálogo:

H. Hola, camarada Plenzdorf, ¿cómo le va?

P. Ah, digamos...

H. ¿Algún problema?

P. Bueno, sí. Por ejemplo, una editorial húngara quiere...

H. Bien, miraremos a ver cómo resolvemos juntos ese problema. ¡Que le vaya bien, camarada Plenzdorf!

El apretón de manos fue fotografiado; al día siguiente, la foto podía verse en el periódico Neues Deutschland. Fíjate -esto es lo que se pretendía sugerir-, ¿no es prudente, conciliador, nuestro padre del pueblo? Pero aquella foto de condescendencia sólo se imprimió en la edición de Berlín, ya que lo advirtieron allí también los periodistas occidentales. En la profundidad de la República no era necesario mostrar condescendencia. Desde entonces, Honecker nunca más se ha acercado a las tierras bajas de la política cultural; la política interior en la RDA es casi idéntica con la política cultural.

Le gusta cazar. Es ésta una afición de la mayoría de los poderosos de la tierra. Aviones acercan poderosos a otros poderosos. Se organizan fiestas para ellos, los periodistas están pendientes de sus palabras.

Himnos como ante los dioses, los soldados desfilando. Una nueva condecoración para el pecho del jefe; él concede condecoraciones. Un hombre así ¿tiene que disparar todavía a los animales? Caza de la liebre en Turingia, allí viaja el presidente con los diplomáticos en un tren especial; cada puente, cada cambio de agujas del camino está vigilado, los trenes en dirección contraria -con equipos de obreros que retoman a sus hogares- aguardan entre tanto en una vía secundaria. Empalizadas de varios metros de altura circundan los cotos nacionales de Mecklenburgo. En la península Darss, del mar Báltico, un vecino me enseñó en la espesura del bosque un calvero; en medio de él, una mancha de arena blanca para que en el crepúsculo se destaque claramente el animal; se le atrae hasta allí con maíz. Desde el aguardadero cercano dispara el ministro, dispara el diplomático. ¿Puede explicarme un psicólogo qué se compensa con esto?

Yo le escribí algunas veces a Honecker, jamás me ha contestado. Cuando mi situación en la RDA se hizo insostenible, le pedí a Honecker un visado; sus administradores de cultura me dieron uno que me permitía salir, pero no entrar. Ahora me encuentro fuera y le escribo una y otra vez rogándole que me permita visitar a mis familiares, mis amigos, en Sajonia. Yo me alegro de que él pueda visitar su Wiebelskirchen.

¿Rosas para el jefe del Estado en su 75º aniversario? No tengo ánimo para tanto. ¿Cardos? No quiero ser tan duro. Yo le pongo un manojo de cebollas sobre la mesa, frescas y picantes, queman el paladar y limpian las vías respiratorias; en el cálculo entran unas lágrimas. ¿Tuve yo ocasión de reír alguna vez bajo él?

De todos modos, ahí va ese deseo de mi parte: ¡quiera el destino preservarlo de un sucesor que proceda tan rudamente con su memoria como él con la de Ulbricht! Una cosa es, desde luego, bastante cierta: nuestros hijos nos los hemos merecido nosotros.

Traducción: Tomás Romera Sanz, catedrático de Filosofia de Bach.

nacido en 1926 en Mittweida (Sajonia), vivió hasta 1981 en la RDA. Desde entonces vive en la RFA.

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