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RELIGIÓN

Duras críticas al papa Juan Pablo II por su ausencia en la 'cumbre' de religiones en Kioto

Juan Arias

Diversos sectores de Prensa italianos han criticado duramente la ausencia del papa Juan Pablo II en la cumbre de líderes religiosos que se clausura hoy en Kioto (Japón), y en la que han participado 26 representantes de las principales religiones del mundo. Los asistentes a este acto de oración ecuménica visitarán hoy Hiroshima para recordar el triste aniversario de la explosión atómica que destruyó totalmente la ciudad en 1945.

El diario La Repubblica, en un artículo firmado por su especialista en cuestiones del Vaticano, Doménico del Río, ha criticado abiertamente al papa Juan Pablo II por su "ausencia" en este encuentro ecuménico de Japón, que supone la continuación del promovido por él en Asís. Al encuentro de Asís, celebrado hace escasos meses, se habían adherido y habían participado personalmente los mismos líderes religiosos que esta vez le habían invitado.El encuentro de Kioto ha sido organizado por los budistas de Japón. Doménico del Río ha dado a entender que el papa Wojtyla, que en Asís fue el protagonista de la operación, no ha querido esta vez -como si ello supusiese una humillación- someterse "a la ausencia de aclamaciones directas".

El Vaticano, sin embargo, da otras explicaciones. Por ejemplo, que el Papa no puede dejar de tener en cuenta las duras críticas que le formularon la curia romana y, al parecer, el mismo prefecto del ex Santo Oficio, cardenal Joseph Ratzinger, con motivo del encuentro de Asís, que fue considerado por la Iglesia conservadora poco menos que como herético.

En ambientes eclesiásticos se interpreta también la ausencia del Papa en este encuentro como un intento de evitar mayores problemas en el ya delicado caso Lefebvre, en vías de solución pacífica. El arzobispo rebelde francés ha acusado a Juan Pablo II, entre otras cosas, de intentar favorecer un ecumenismo que él considera una herejía. Lefebvre ha mantenido por ello su intención de ordenar obispos, lo que supondría la consumación de una herejía.

La reunión ecuménica de Japón ha querido ser la continuación de aquella otra tenida recientemente en Asís, patria de san Francisco, presidida por el papa Juan Pablo II. En la de Kioto participan 26 representantes de las mayores religiones del mundo y 400 líderes de las respectivas confesiones de Japón.

Espera frustrada

Los organizadores esperaron hasta el último momento la presencia de Juan Pablo II para participar también en las jornadas de oración por la paz. Los monjes budistas japoneses que han organizado el encuentro habían viajado previamente al Vaticano para invitarle personalmente, pero el Papa no ha ido. Le habían pedido también que al iniciar la primera jornada de oración repicasen las campanas de la basílica de San Pedro uniéndose a las de todos los templos de Japón. Pero en el Vaticano las campanas se han quedado mudas. Sólo en Asís repicaron las de todas, las iglesias.Ni siquiera el diario oficioso de la Santa Sede L'Osservatore Romano dio información de este encuentro ecuménico de Kioto. El Vaticano, en vez de mandar a un exponente cualificado de la jerarquía de Secretaría de Estado, por ejemplo, el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, se ha limitado a enviar al presidente del Secretariado para la Unión de los Cristianos, el cardenal negro Francis Arinze, quien leyó un mensaje en nombre del Papa en el que se decía que "la paz no se puede crear sin la oración de cada persona teniendo en cuenta su propia identidad y fe".

Por su parte, los 26 líderes religiosos presentes en el encuentro han firmado ante las 2.000 personas que han asistido a las jornadas de oración de los cinco continentes una declaración conjunta, tras una jornada de ayuno total, con la que se han comprometido a mantener "la opción preferencial por los pobres".

Y por lo que se refiere a los esfuerzos que las diversas religiones deben hacer a favor de la paz, el documento afirma que rezar por la paz implica al mismo tiempo trabajar y hasta sufrir por ella" y también "esforzarse por la solución de los conflictos, el desarme, el desarrollo, la defensa del ambiente, la asistencia a los refugiados y la solidaridad de cuantos sufren a causa del pisoteo de los derechos humanos".

La declaración contenía también alusiones concretas a la situación política internacional. En este sentido, los representantes de las principales religiones del mundo hicieron también una oración especial, todos juntos, para que se acabe el conflicto bélico entre Irán e Irak y para que vuelva la paz de Oriente Próximo.

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