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El avión 'Voyager' consigue dar la vuelta al mundo sin escalas y sin repostar

Francisco G. Basterra

Un hombre y una mujer norteamericanos rompieron ayer uno de los últimos récords todavía en pie de la historia de la aviación, al dar la vuelta al mundo sin escalas y sin repostar combustible. En un frágil avión con aspecto de extraño insecto, de sólo 1.000 kilos de peso, recorrieron 26.000 millas en nueve días antes de aterrizar en el desierto de Mojave, en California. Dick Rutan, de 48 años, y su compañera, Yeana Yeager, de 34, abandonaron el Voyager por su propio pie tras permanecer algo más de 216 horas comprimidos en un espacio algo más pequeño que una cabina telefónica y aguantar tifones, tormentas, fuertes vientos, averías mecánicas, un ruido ensordecedor, calambres y una fatiga prolongada que estuvieron a punto de hacer fracasar su histórico vuelo.

El país, necesitado de una inyección de optimismo después de un año que se abrió con la tragedia de la explosión del transbordador espacial Challenger y se cierra con el escándalo que amenaza la presidencia de Ronald Reagan, vio en directo por las principales cadenas de televisión el aterrizaje del Voyager en la base aérea de Edwards, a las afueras de Los Ángeles. La llegada fue seguida también por los niños en las escuelas. "Es absolutamente magnífico, un ejemplo de lo mejor de los pioneros americanos", afirmó el presidente al tocar tierra el avión experimental, a las 8.05, hora de California (17.05 hora peninsular), construido con fibra de vidrio, kevIar y grafito (como las raquetas de tenis) y concebido para volar mucho tiempo con muy poco combustible.En un arranque de espíritu patriótico, Dan Rather, el presentador más famoso de la televísión americana, afirmó en la CBS que lo ocurrido es "un tributo al individualismo", ya que el Voyager es un producto de la iniciativa privada únicamente, y añadió: "Demuestra lo que los americanos somos capaces de hacer. Aquí llegan dos verdaderos héroes". Rutan, que fue piloto de caza en Vietnam, y Yeager, experta paracaidista y piloto, han pulverizado el récord establecido en 1962 por un bombardero B-52 de la fuerza aérea norteamericana, que voló 12.532 millas sin parar y sin repostar también, desde Okinawa hasta la base de Torrejón.

Los dos pilotos, que se han turnado al mando del avión tratando de descansar -nunca más de tres o cuatro horas seguidas de sueño- en un estrecho nicho moviéndose como contorsionistas, estuvieron a punto de fracasar en su intento 12 horas antes de alcanzar su base de partida. Un problema en el suministro de combustible al motor trasero (el avión tenía dos motores, y el delantero sólo se utilizó prácticamente en el despegue y en los momentos más difíciles de la misión) hizo que se quedaran durante unos minutos sin energía propulsora, perdiendo altura peligrosamente. Algo de gasolina entró también en la cabina. Pero finalmente consiguieron arrancar de nuevo el motor.

Miles de personas acudieron al amanecer a la base de Edwards para recibir al Voyager, un avión de apariencia endeble, que consiguió escapar del tifón Marge al volar sobre el Pacífico. Rutan, que ha realizado el 80% del pilotaje durante la misión, consiguió aprovechar los vientos de cola generados por la tormenta para ganar velocidad (el avión, sin presurización en la cabina, ha volado a una media de unos 250 kilómetros por hora y a unos 3.000 metros de altura).

Hubo un momento en que el Voyager tuvo que dar la vuelta para evitar los fuertes vientos. Las dudas sobre si llegaría el combustible para acabar el vuelo, realizado fundamentalmente sobre los océanos -los instrumentos de a bordo midieron erróneamente-, amenazaron el récord. El martes, sobre el Caribe, fuertes vientos dieron la vuelta al avión zarandeando a sus ocupantes. Rutan perdió durante unos minutos el control del avión y se temió que Yeager hubiera resultado herida por los golpes sufridos contra la cabina. En algunos momentos el cansancio hacía que los pilotos no respondieran a las órdenes más simples radiadas desde tierra. Cuando volaban sobre África se olvidaron de realizar un cambio de aceite en el motor trasero, que se recalentó peligrosamente.

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