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David Stockman

El 'niño prodigio' de la Administración de Reagan es hoy su principal crítico

Francisco G. Basterra

La revolución económica de Ronald Reagan, modelo para los neoliberales en todo el mundo, "estaba condenada al fracaso desde el principio, y el intento ha concluido con la acumulación de una deuda pública masiva que provocará cataclismos económicos". Esto no lo afirma un enemigo de las reaganomics, sino su principal arquitecto ideológico, David Stockman, de 39 años, que ha causado un escándalo en Estados Unidos con la publicación esta semana de sus memorias, El triunfo de la política: por qué fracasó la revolución de Reagan.

Stockman afirma, para escándalo de la clase política, que la ignorancia de Reagan y la incompetencia de sus asesores, que engañaron al presidente y al país, crearon un sueño irrealizable. La política triunfó sobre la realidad, que no se modificó, es el mensaje del autor del polémico libro. Stockman, hasta el pasado año director de la Oficina del Presupuesto, ha cobrado 250.000 dólares (unos 36 millones de pesetas) de la revista Newsweek por los derechos a publicar extractos del libro, y 2,3 millones de dólares por su trabajo, de la editorial Harper and Row.El que fuera el niño prodigio de la primera Administración de Reagan, destinado a conseguir el objetivo del presidente de reducir el tamaño del Gobierno Federal, y que abandonó el Ejecutivo con un déficit presupuestario de 200.000 millones de dólares, no deja títere con cabeza en el mundo político de Washington. A los asesores de Reagan, Donald Reagan, James Baker y Michael Deaver, los califica de analfabetos políticos, que nunca leían nada, sólo preocupados de lo que reflejaban los informativos de la televisión, para ellos la única realidad.

La Casa Blanca no tiene de momento comentario sobre el libro, que se vende a 22 dólares y que se ha convertido en un éxito de ventas. Stockman prevé que "si Estados Unidos sigue el rumbo actual, la década se cerrará con una hiperinflación peor que la existente en 1980". El ex director de Presupuestos afirma que Reagan, al que pinta como poseedor de un conocimiento "fundamentalmente impresionista, que registra anécdotas más que conceptos", fue engañado por él mismo y por los supply-siders (los defensores de que un recorte brutal de impuestos y del gasto público liberaría las fuerzas económicas y provocaría automáticamente mayores ingresos y un salto en el crecimiento).

El presidente "nunca comprendió la relación entre el sistema fiscal y el presupuesto. ¿Qué se puede hacer cuando tu presidente ignora todos los datos relevantes y vaga en círculos?", se pregunta Stockman. "Reagan era un político de consenso, y no un ideólogo. No estaba preparado ni quería hacer una revolución. Sólo tenía una visión conservadora. No era un radical y no tenía un programa concreto para dislocar y traumatizar la sociedad norteamericana".

Stockman define la revolución fracasada como "un asalto frontal contra el Estado del bienestar", única fórmula para pagar por la masiva reducción impositiva decretada al llegar Reagan al poder. Stockman confiesa que "sólo hicimos lo fácil, el gigantesco recorte de impuestos, la parte de la doctrina que suponía dar algo al electorado, no quitarle algo". El presidente, incoherentemente con lo que predicaba, se negó luego a ser radical en los recortes presupuestarios. Había que haber eliminado por completo las subvenciones a los agricultores y a los empresarios y acabar con la Seguridad Social para los pobres capaces de trabajar, y no dar a los retirados más dinero de la Seguridad Social del que habían contribuido. "Sólo un canciller de hierro lo hubiera hecho, y Reagan no estaba por esa labor. Era demasiado blando y sentimental", explica Stockinan.

El propio S tockinan, hoy director ejecutivo con la banca de inversiones Salomon Brothers, en Wall Street, confiesa que él tiene gran parte de la culpa por no avisar al presidente a tiempo de que las cifras no cuadraban. "Como ideólogo radical", admite Stockman, "en la cúspide del poder no pensé en cómo me juzgaría la historia en el futuro y me dediqué a incubar trucos a corto plazo para enmascarar la realidad de que el agujero presupuestario sólo podría ser cerrado por un dictador. En 1984 la Casa Blanca se había convertido en un país de las hadas, convirtiendo a la economía norteamericana en rehén de una política fiscal temeraria e inestable basada en una política de gastos elevados y una doctrina de bajos impuestos".

"La verdadera revolución de Reagan", afirma el libro, "nunca tuvo una oportunidad. Desafió todas las aplastantes fuerzas, intereses e impulsos de la democracia norteamericana. Nuestro gobierno de controles y equilibrios, las tres ramas del poder, dos Cámaras legislativas y un poder infinitamente repartido, es conservador, no radical. Se abraza con fuerza a la historia anterior. Va hacia el futuro paso a paso. No puede saltar en revoluciones sin darse de bruces contra el suelo". Stockman explica en su libro que lo ocurrido supone en realidad un referéndum sobre el estado de asistencia y seguridad social, y el fracaso de la revolución de Reagan deriva de que el país ha votado por mantenerlo.

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