La fiesta nacional
La carta de Agustín Arana publicada el 18 de agosto me da pie para unas breves consideraciones. Naturalmente que no pretendo convencerle ni demostrarle nada, me conformo con hacerle ver lo injusto que resulta cargar la crueldad, en exclusiva, a las corridas de toros, porque hay algo mucho más cruel que matarlos y es no dejarlos vivir. Piense el señor Arana en los pollos que en su corta vida sólo disponen de una minúsculajaula y mueren sin conocer el campo y el sol, mientras el toro de lidia se pasa cuatro largos años en la dehesa tratado a cuerpo de rey. Y en cuanto a la forma de matarlos, seguramente que el señor Arana se ha deleitado más de una vez ante una fuente de langostinos sin pensar que han sido abrasados en agua hirviendo. Y la langosta a la catalana, ¿sabe como se prepara? Con el animal vivo, y utilizando una de sus propias antenas se atraviesa su cuerpo de cola a cabeza para utilizar su sangre en la salsa; se le arrancan las patas y las tripas, se trocea y se echa en agua hirviendo. Si esto no es crueldad... Se me dirá que ello no constituye un espectáculo, pero ¿sufre por eso menos el animal? Y de espectadores también hay algo que hablar. Nosotros damos muy poco trabajo a las fuerzas de orden público, no es necesario ponernos alambradas ni acomodar en lugares opuestos a los forofos de tal o cual torero. Nuestro contraste de pareceres termina ante la barra de un bar y nunca en los hospitales ni en los depósitos de cadáveres.- .