Los periodistas soviéticos prefieren el tapete verde
., Los propios periodistas soviéticos que han llegado a Ginebra acompañando a su ministro de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko, prefieren acudir al centro de prensa estadounidense en busca de información. Máquinas de escribir, télex y teléfonos han sido traídos de Washington y se alinean en mesas forradas de tapete verde, al servicio de los casi seis centenares de periodistas que se han acreditado para informar sobre el acontecimiento. El Departamento de Estado, por mucho que pretenda que no se dé excesiva importancia a la reunión, ha montado un gran centro de prensa en el mismo hotel en el que se hospeda George Shultz
Conseguir la más mínima información del lado soviético es casi imposible. Los enviados especiales de Moscú se limitan a reproducir la pequeña declaración (en inglés, en prueba de buena voluntad hacia la prensa internacional) que realizó a su llegada al aeropuerto de Ginebra el ministro de Asuntos Exteriores, Gromiko. La delegación soviética no ha querido siquiera confirmar si el jefe de la diplomacia del Kremlim celebrará una conferencia de prensa al término de los dos días de encuentro.Encuentro con ShultzPor el contrario, George Shultz ha anunciado ya que se someterá a las preguntas de los periodistas una hora después de que finalice la última entrevista.
Miembros de la poderosa delegación estadounidense (medio centenar de personas, contando guardaespaldas e intérpretes) acuden regularmente al centro de prensa, no para disipar las dudas de los medios de comunicación, pero sí, al menos, para darles la impresión de que los periodistas no han sido olvidados.
Fueron los norteamericanos quienes solicitaron a la Embajada soviética que permitiera la entrada en el edificio de un pequeño grupo de informadores que, en representación de todos los acreditados, tomaron nota de los pequeños detalles de color: cómo era la mesa, dónde se sentó cada uno, qué aspecto ofrecían los dos jefes de delegación...
En su deseo por ayudar a los periodistas, sin por ello dar una sola información sustantiva, el secretario de Estado norteamericano aceptó que le acompañaran en el avión seis corresponsales.
El titular de Asuntos Exteriores, que viajó vestido con un chándal azul, eludió cautamente todas las preguntas importantes, pero se extendió explicando por qué no le acompañaba esta vez su esposa, ligeramente enferma.
Frente a tanto color de parte norteamericana, los soviéticos sólo pueden ofrecer una anécdota, probablemente falsa. Algunos periodístas rusos dicen que el ministro soviético de Asuntos Exteriores, tiritando en el aeropuerto suizo, bajo 15 grados bajo cero, afirmó en voz baja: "Hace tanto frío aquí que tengo ganas de volver a Moscú rápidaniente".
Incluso hay quienes aseguran que dijo "volver a Siberia".
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