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Reportaje:

La asturiana, única experiencia iniciada en el franquismo que no se ha interrumpido

La oposición del párroco y el alcalde de Amandi no es el único obstáculo que ha librado la reforma psiquiátrica asturiana. Su antecedente se remonta a la etapa en que la Diputación del Principado cayó en manos de un procurador del Movimiento que tuvo la osadía de aplicar una política coherente. Se apellidaba López Muñiz. Era hombre de confianza del general, Alonso Vega, ministro de la Gobernación en época del desarrollo, tuvo la iniciativa de poner en marcha una de las primeras reformas de la psiquiatría que se han llevado a cabo en España durante el franquismo. El modelo que entonces estaba en voga era el americano, que consistió, de entrada, en poner a trabajar a jóvenes licenciados en el estudio del marco social de Asturias. A continuación, se efectuó un análisis sociológico de cada enfermo internado en el Hospital Psiquiátrico La Candellada. El resultado mostró q ue la mayoría de los locos crónicos asilados debía su cualificación al mero hecho de estar internados en un recinto carcelario, en un manicomio. Se hizo hincapié en la necesidad de trathr al loco como un enfermo más, dentro de los pacientes acogidos a la asistencia sanitaria general.La etapa renovadora de López Muñiz fue tan fugaz como la liberalización de los medios de expresión con Fraga. Las ramificaciones del escándalo Matesa llegaron tan lejos como para dar al traste con una de las reformas sanitarias más atractivas que se estaban realizando lejos de Madrid y más allá de los Picos de Europa.

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El segundo período renovador no es tan aislado como el anterior. Coincide con otras experiencias que llevan a cabo jóvenes universitarios enhospitales dispersos. La renovación se efectúa al margen del poder. Los jóvenes psiquiatras desprovistos de intereses corporativos en un principio, coinciden en que para llevar a cabo una reforma adecuada es preciso acceder a la dirección del centro, momento en el que confluyen los choques derivados de su inseguridad laboral, por un lado, y las exigencias de un cambio global en la política hospitalaria. De esta manera, un conflicto originado por una petición de 900.000 pesetas se generaliza y se transforma en una cascada de escándalos y en el encierro de 26 médicos durante más de un mes, con un final desgarrador: la rescisión de contrato a los encerrados, el desalquo por la fuerza pública y el despido de los 60 miembros del personal asistencial no médico que se habían solidarizado. Así acabó la primavera del psiquiátrico de Oviedo en el año 1971.

Coincidencia de criterios

Muchos de los intérpretes de aquella primavera protagonizan ahora la reforma que está impulsando la Consejería de Sanidad , el director de Salud Mental Regional y el director del Hospital Psiquiátrico La Candellada de Oviedo. Esta coincidencia de objetivos, independientemente del signo político de sus protagonistas, hace que exista una colaboración y un respaldo encadenado entre todos los responsables de esta parcela sanitaria que convierte a Asturias en un caso excepcional en toda España.

El 80% de los 1.200 enfermos psiquiátricos que acoge el hospital de Oviedo reúne tres características, según revelaba una encuesta realizada al reanudar en 1982 la reforma del establecimiento: son pobres, solteros y viejos. Un dato más. El hospital invertía más de 900 millones de pesetas al año en fármacos ansiolíticos.

El estudio sobre la población interna se completó con otro sobre la opinión que tenían los asturianos sobre los locos recluidos en ese manicomio. Las 3.000 respuestas de las personas encuestadas revelaban que los locos ya no tienen esa imagen tradicional de seres marginados e irrecuperables. La encuesta no se hizo pública. Con el mismo sigilo se han tomado varias medidas de trascendencia para la psiquiatría asturiana. De los 1.200 enfermos asilados en La Candellada, sólo permanecen 710. El resto se ha reintegrado en sus respectivas comunidades. La asistencia psiquiátrica, que antes se concentraba en la capital, se ha dispersado en ocho centros comarcales ubicados en Arriondas, Mieres, Avilés, Gijón, Oviedo, Langreo -en un principio- y cuatro pequeños hospitales de zona. El objetivo marcado para 1985 es desalojar prácticamente el hospital psiquiátrico e integrar la asistencia de salud mental en la red sanitaria general.

La asturiana, única experiencia iniciada en el franquismo que no se ha interrumpido

La reforma asturiana incorpora la formación de una variante de los médicos internos residentes (MIR), lo.s psicólogos internos residentes (PIR), y otra homóloga para las enfermeras psiquiátricas, una especialidad que registra gran escasez en el mercado de especialistas sanitarios.Quien va a tener que buscar un nuevo acomodo para su especialidad, dado que le han dado de baja en La Candellada, es el maestro chocolatero. La gerencia de este centro ignora la rentabilidad de este puesto en la plantilla de un hospital. Tampoco muestra un ínterés especial por valorarlo. Simplemente, ha amortizado puestos como.el del chocolatero con la incorporación de psiquiatras y psicólogos, cuya ausencia era mucho más sentida en la nueva etapa del hospital.

Otra de las tareas prioritarias que entretuvo los primeros días del nuevo equipo asturiano fue identificar a los ancianos recluidos. Muchos de ellos carecían de carné de identidad y hasta de partida de nacimiento, documento imprescindible para gestionar la solicitud de pensiones a las que también tienen derecho a acogerse los locos.

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