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Tribuna:Elecciones al Parlamento de Cataluña
Tribuna
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Día de saludos y bocinas

Xavier Vidal-Folch

"Ustedes los periodistas lo han escrito poco: a mí me paran por la calle", musita con satisfacción Jordi Pujól a la puerta de la pastelería donde Marta Ferrusola está de comprando sendas monas de Pascua tardías para sus cuatro ahijados. Súbitas ráfagas de viento acompañan su reflexión en la mañana electoral.Este Jordi Pujol a quien el poder ha dulcificado -los tics se han suavizado, ya no perpetra pequeños incendios en los cenicerós- ha dormido a pierna suelta. Son las diez y media. Con gravedad, aparta la cortina y escruta, sorprendido, el Tibidabo neblinoso: "Llueve, hace viento. El viento es malo para la gente", silabea, como calculando cuántos votos trae una gota de lluvia.

Pronto la casa se pone en movimiento. Los hijos que se desperezan. Marta, ordenando el desayuno. Preside el comedor un óleo de gladiolos acompañado, aquí y allá, en abigarrada mezcla, de acuarelas, estatuillas, portarretratos familiares, sillas neoisabelinas, funcionales sofás... Desayuno: el cap dé casa, al cap de taula (el cabeza de familia, al frente de la mesa). Reina el buen humor, el perro corretea por la sala. "Hace un año que lo tenemos. Pensaba que no me acostumbraría, pero es muy fiel". El primer bocado en el hogar de Pujol es abundante. Pan con tomate y embutido, vino joven del Empordá (la botella dedicada), café . Un hálito de ancestros pairales/ patriarcales servidos en vajilla urbana-burguesa de La Cartuja de Sevilla. ¿No será esta síntesis la clave de una hegemonía?

Otra clave es la perfección con que el líder domina la distancia corta. Pujol no es entrañable y su sequedad en público -que algunos creen hosquedad, cuando es más bien severidad de canónigo o alcalde- se troca en cordialidad detallista, apoyada en una memoria de contable. Sólo llegar al cancel se comprueba. Luego, el paseo hasta el colegio electoral ofrece mil pruebas. La gente, en efecto, le para por la calle, le dedica el cláxon, le esgrime la V de Victoria. Un plebiscito.

La llegada a la mesa de votaciones es un zumbir de flashes y un revoloteo,de micrófonos. El candidato se produce con moderación. "Esta noche, esta noche.

Habrá que esperar a los resultados.."'. También ella es requerida. "¿Que cómo veo el día? Lluvioso, tranquilo. Ya hemos hecho todo lo que pcdíamos". Llueve, y Marta ampara a su marido en su paraguas azul. En la pastelería, mientras su esposa compra, Pujol explica a una recién empadronada cómo acudir a su colegio. La misa de las 12,15 es la próxima escala, con las paredes sobrias de la parroquia de Sant Ildefons, en cuyo atrio se venden libros de Michel Quoist y de mossén Ballarín con efluvios del Vaticano II.

A la salida, Pujol tararea el negro spiritual de Peter Paul and Mary que se cantó después de la ,comunión. Tras 12.000 kilómetros de campaña, sigue su largo paseo hasta la casa de su madre. En la calle, un apretón de manos espinoso: "Estoy parado desde hace seis años, cobro 5.000 pesetas de la Diputación, pido limosna en este semáforo, ayúdeme". "No me haga ayudarle en este preciso momento", contesta (y habla del caso con la escolta). Comenta, afectado: "Ante ésto tenemos muy poca respuesta. No sirve decir que no nos han traspasado el INEM. Pero la'economía mejorará, aunque la nueva tecnología genera paro. Confieso que he dicho demasiado poco que la reconversión se está haciendo, pero en gran parte de forma salvaje". Canelones y ternera con salsa ponen fin al recorrido. Una sobremesa en familia. Y a partir de las seis, la vuelta a la vorágine hasta,el amanecer.

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