Juan de la Sierra y Urquijo, el sexto marqués
El nuevo marqués de Urquijo nació en Madrid hace 25 años. Terminó la carrera de derecho hace tres. En la actualidad prepara un master y, en principio, no tiene ningún otro proyecto a la vista. Ni siquiera el de casarse. Rompió con su novia, María, hace algún tiempo, aunque se los vio juntos estos días en el Palacio de Justicia de Madrid, pues los dos fueron citados a declarar en el juicio que se sigue contra Rafael Escobedo. Él, como testigo del fiscal; ella, de, la defensa, aunque posteriormente el letrado renunciara a su testimonio.En estas fechas vive en el centro de Madrid, en casa de un amigo, para evitar que los periodistas le asedien en la finca de Somosaguas, su residencia habitual y donde fueron asesinados sus padres. Vivía con los fallecidos marqueses -en la época de la tragedia, aunque desde 17 días Qntes de, aquel 1 de agosto de 1980 se encontraba en Londres en su calidad de analista financiero del Banco Urquijo. Regresé precipitadamente al tener noticia de las muertes, para ponerse al frente de la familia en los funerales. Ha mantenido un discreto silencio durante estos casi tres años. Ha residido durante un tiempo en Estados Unidos y ha viajado en repetidas ocasiones al extranjero. Entre otros países a Panamá, ante cuyas autoridades se había rumoreado que tenía la intención de solicitar permiso de residencia. Este extremo el rotundamente negado por el nuevo marqués.
Juan de la Sierra califica de alucinantes todos los incidentes que están envolviendo el juicio, sobre todo la desaparición de los casquillos y las balas que comprometen a Rafael Escobedo, y señala que está deseando que se resuelva de una vez el juicio y que se desentrañe toda la verdad en relación con la muerte de sus padres. No ha visitado ni una sola vez a Rafael Escobedo en los casi 27 meses que éste lleva en la cárcel de Carabanchel, a pesar de la intensa relación de amistad que tiene con Rafi desde antes que contrajese matrimonio con su hermana Miriam. Amistad que reafirmó ante el tribunal ante la fórmula que utiliza su presidente para tomar declaración a cada testigo: "¿Tiene usted relación familiar o de amistad o enemistad con el acusado?" "Somos amigos, y además es mi cuñado", contestó.
Muestra un temple de acero mientras sigue la vista sentado entre el público. Ni siquiera se inmutó cuando el mayordomo, dijo en su testimonio que "a los cómplices del presunto asesino de los marqueses de Urquijo hay ,que buscarlos dentro del chalét donde vivían". Se limitó a decir al día siguiente que su empleado está loco. Viste siempre trajes oscuros y es extraordinariamente cauto con los periodistas, a los cuales procura evitar. "Prefiero no hacer declaraciones", dice a todos. A juicio de los observadores fue, junto con Javier Anastasio, el testigo que pareció más tenso en su declaración ante el tribunal. El presidente le requirió en varias ocasiones para que se esforzase en levantar la voz, lo que a pesar de todo no logró. "Yo siempre hablo en voz baja, y además tengo un problema de oídosestos días que me impide calibrar conexactitud el tono de voz", manifestó posteriormente.
A diferencia de su hermana Miriam -que adquirió un chalé en la Moraleja y un Porsche, entre otras cosas-, no ha hecho, al menos aparentemente, ninguna inversión fuerte con la parte de la herencia que le ha correspondido. Incluso tiene intención de poner a la venta las fincas de Somosaguas y Sotogrande (Cádiz)-ésta utilizada generalmente para el veraneo- e irse a vivir a un apartamento del centro de Madrid.
La muerte de los marqueses restó boato a la casa del Camino Viejo, número 27, de Somosaguas.
El nuevo marqués prescindió de una parte del servicio, entre ellos la cocinera y el chófer, ambos testigos en la causa, y la finca de los marqueses dejó de ser punto de referencia entre la alta aristocracia financiera española.
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