Las ventajas del misil de crucero en una guerra nuclear
La estrategia de la defensa debería concentrarse en impedir, más que en ganar, una guerra nuclear, dice el almirante retirado de la Marina norteamericana Stansfield Turner. A este fin, Turner propone que Estados Unidos se base no en los misiles más grandes y visibles, como los ICBM y los proyectados MX (intercontinentales), sino en una mezcla de misiles de crucero, más pequeños y con múltiples bases. Esta teoría está en la línea del mensaje pronunciado por el presidente Ronald Reagan el pasado martes. Reagan explicó a los norteamericanos que lo mejor que se podía hacer para proteger a Estados Unidos de los efectos de una guerra nuclear es mejorar los sistemas defensivos con el desarrollo de una tecnología capaz de destruir en el aire los misiles soviéticos.
Estados Unidos ha alcanzado una línea divisoria en su estrategia de defensa nuclear. El presidente Ronald Reagan y el Congreso están tratando de decidir qué hacer con el MX, el nuevo misil balístico intercontinental que es mayor, más caro, más poderoso y más certero que todos los ya existentes en nuestro arsenal militar. El tema, sin embargo, va más allá de los costes y la eficacia de un nuevo sistema de armamento. El problema es decidir si el despliegue del MX aumentaría o disminuiría nuestra seguridad.Ya hace años que el problema con el MX es cómo y dónde instalarlo. Si se le coloca en los silos ya existentes, sería Vulnerable a un ataque sorpresa por parte de las, robustecidas fuerzas estratégicas de la Unión Soviética, tan vulnerable como la generación actual de nuestros misiles basados en tierra.
Hace solamente dos semanas, el Servicio de Investigación del Congreso, una agencia congresional especializada, presentó varios sistemas alternos básicos. Uno de ellos sugería la colocación de los misiles en avíones que pudieran permanecer en el aire durante largos períodos.
Otro, el sumergir los misiles en el océano en épocas de tensión, encerrados en recipientes, y dispararlos por control remoto. Es evidente que cualquier solución básica para un ingenio nuclear tan grande ha de requerir procedimientos insólitos y ha de ser muy discutida. En estas circunstancias, es perfectamente natural el preguntarse si el misil MX es esencial para nuestra seguridad nacional. ¿No hay alternativas? En mi opinión, el alcanzar una decisión sobre este tema de vida o muerte implica dos cuestiones básicas:
-¿Qué tipo de capacidad nuclear necesitamos? ¿Queremos tener la capacidad de represalias contra las ciudades soviéticas? ¿O buscamos la capacidad de destruir los principales objetivos militares soviéticos?
-¿Qué magnitud debernos exigirle a nuestra fuerza nuclear? ¿Ha de ser mayor que la de la Unión Soviética o más o menos la misma, o puede ser menor y, sin embargo, suficiente?.
Cuatro sistemas de lanzamiento
La respuesta de nuestros dirigentes a estas preguntas ha de determinar si continuamos hacia una mayor estabilidad en el equilibrio del terror entre Estados Unidos y la URSS o hacia una inestabilidad acentuada, con todos los nuevos riesgos que ello comporta.
Existen, como sabemos, cuatro tipos de sistemas de lanzamiento en nuestro arsenal de armas nucleares:
Primero, los misiles balísticos intetcontinentales (ICBM), grandes, instalados en tierra, relativamente inmóviles, que viajan hacia sus objetivos abandonando la atmásfera para volver a ella según una trayectoria calculada de antemano.
Segundo, los misiles balísticos lanzados desde submarinos (SLBM), que siguen la misma trayectoria de los ICBM, pero que están ubicados en submarinos nucleares especialmente diseñados.
Tercero, los bombarderos, aparatos tradicionales, grandes, de largo alcance, como los B-52, el núcleo de este tipo de fuerza, que transportan bombas nucleares.
Y, cuarto, los misiles de crucero (pequeños aviones sin piloto) que son transportados a sus, puntos de lanzamiento en bombarderos, submarinos o camiones, y que vuelan a muy escasa altura.
De estos cuatro sistemas, losinstalados en tierra son los más vulnerables a ataques soviéticos y los submarinos son los menos. Tenemos que com, prender que nunca habrá un sistema de armamento perfectamente inalcazable, y qué, tratar de conseguir uno, será cada vez más difícil en el futuro. En lugar de eso, deberíamos intentar el ponérselo tan complicado a los áoviéticos el destruir en poco tiempo todas nuestras fuerzas nucleares, que nunca puedan tener confianza en su capacidad para hacerlo.
La manera de aumentar la capacidad de supervivencia es poner énfasis en la movilidad, el número de armas y su encubrimiento. Los bombarderos son móviles y están razonablemente a salvo de un ataque cuando se encuentran en alerta aérea. Los submarinos son móviles y fáciles de esconder en el mar. Incluso aunque se llegara a nuevos adelantos en la detección de submarinos -y esto no es de prever-, seguirán siendo más difíciles de localizar que los ICBM o los bombarderos. Los misiles de crucero son móviles y lo suficientemente pequeños como para poder ocultarlos. Deberíamos tener grandes cantidades de ellos. Por tanto, para estar seguros de que no seremos destruidos por sorpresa, nuestras fuerzas intercontinentales deberían montarse sobre esos tres sistemas.
Este movimiento no solamente les daría más capacidad de supervivencia a nuestras fuerzas de disuasión, sino que serviría para reducir los elementos de inestabilidad en la confrontación nuclear norteamericano-soviética, ya que, cuanto más confiemos en los ICBM, más nerviosos estaremos por la amenaza de un ataque sorpresa contra ellos y tendremos que mantener el dedo en el gatillo.
Esta combinación nos daría, también toda la seguridad posible de que nuestras armas podrían penetrar cualquier defensa de la. URSS. Los soviéticos, tendrían que construir tanto defensas contra misiles balísticos (nuestro ármamento lanzado, desde submarinos) como defensas Íntiaéreas (contra bombarderos y misiles de crucero viajando por la atmósfera). Ambos sistemas tendrían que ser casi infranqueables.
Es cierto que, debido a que los, misiles de crucero son pequeños y fácilinente ocultables, sería muy difícil la verificación del número de armas desplegado por cada lado. Debido a ello, se argumenta, en ocasiones, que el cambio a estos misiles destruiría las probabilidades de un nuevo acuerdo de control de armas -estratégicas, aumentando así las tensiones. Pero esto es un argumento engañoso.
Las dos doctrinas nucleares
El objetivo básico del control de armamentos no es controlar el número de armas sino la disminución de la probabilidad de que alguien comience una guerra nuclear, sea deliberada o accidentalmente. El paso crítico hacia este objetivo es la reducción del número de armas que ponen a la -gente nerviosa, al plantear la amenaza de un ataque por sorpresa. Y estas armas son, sobre todo, los ICBM. No hay razón para que estos misiles no puedan ser controlados mediante un acuerdo, así como los bombarderos y los submarinos, aunque los crucero no puedan ser contados.
Hemos de decidir cuál de las dos doctrinas o estrategias nucleares básicas hemos de adoptar.
La primera es la doctrina delas represalias. Esta está basada en dos premisas. Una, que podemos disuadir a la URSS de atacarnos con armas nucleares, mediante la amenaza de una respuesta devastadora contra sus centros urbanos e industriales. Y dos, si la disuasión falla, en contra de toda esperanza racional, sólo necesitamos una capacidad limitada para luchar en una guerra nuclear intercontinental.
La segunda es la doctrina de la confrontación. En este caso, las premisas son que podemos disuadir a los soviéticos, únicamente si somos capaces de emprender y ganar una guerra, y que necesitamos la capacidad de durar más que la URSS en una combate prolongado si la disuasión falla.
Esta doctrina afirma que necesitamos unas flietías nucleares lo suficientemente poderosas no sólo para devastar, las ciudades de la Unión Soviética, sino también para destruir sus fuerzas intercontinentales, por mucho que se tarde en el empeño. Tal capacidad, según este argumento, pondría a los dirigentes soviéticos en la posición de saber que no podrían triunfar si fueran ellos los que iniciaran una guerra nuclear contra Estados Unidos.
Es un instinto militar natural el querer contraatacar tan rápidamente como sea posible, con la esperanza de frenar la ofensiva enemiga. En una guerra nuclear, sin embargo, una respuesta rápida tendría el efecto contrario. Si los soviéticos lanzaran un ataque contra nosotros, permanecerían, desde luego, en alerta, esperando nuestra réplica. Si respondiéramos contra sus fuerzas nucleares, especialmente sus vulnerables misiles basados en tierra, podrían elegir el lanzar estos ingenios mientras nuestra fuerza atacante estuviera todavía en el aire.
El objetivo de nuestro contraataque debería ser el de persuadir a los dirigentes soviéticos a encajar el golpe y negociar, una decisión que no podrían adoptar con facilidad. Sería más dificil el conseguirlo con un preaviso de treinta minutos, que es lo que tendrían ante un ataque con ICBM, que en las doce horas aproximadas que tardarían nuestros misiles de crucero en alcanzar sus blancos.
8.000 explosiones nucleares
Por ello, sería preferible el realízar este contraataque con misiles de crucero o bombarderos, más lentos, y dar a la URSS todo, el tiempo posible para que tome una decisión. Más aun, a nosotros nos interesa disponer de ese tiempo para dar a conocer exactamente a los soviéticos lo que estamos haciendo que un contraataque proporcionado a su ataque está en camino, que esperamos que lo absorban y negocien, y que si disparan un solo misil más contra Estados Unidos, todo el resto de nuestro arsenal sería lanzado inmediatamente, con un impacto demoledor.
Es una locura hablar, como hacen los partidarios de la guerra, de prolongar los intercambios nucleares intercontinentales hasta que los soviéticos estén exhaustos. ¿Qué valor tendría para nosotros el que nos queden aún algunas fuerzas después de que 8.000 cabezas nucleares hayan sido disparadas en cada dirección? Ningún país podría pensar en la victoria. después de aguantar 8.000 explosiones de este tipo, cada una de ellas entre diez y cien veces más SYGMA poderosa que la de Hiroshima.
Es interesante poner de relieve que, antes de retirarse, recientemente, como jefe del Estado Mayor Conjunto, el general David C. Jones afirmó públicamente que no creía que un enfrentamiento prolongado fuera factible. Son, sobre todo, los teólogos nucleares civiles los que lo creen.
Este examen de nuestros problemas estratégicos lleva, en mi opinión, a las siguientes conclusiones:
Necesitamos armas con un alto grado de invulnerabilidad ante un ataque enemigo, a fin de tener la seguridad de que una parte impor tante de nuestra fuerza disuasoria sobreviviría a un ataque soviético, fuera cual fuese su intensidad. Estas armas deberían tener la capacidad de replicar de forma delibérada, lenta de preferencia, contra objetivos duros o blandos, incluyendo tanto instalaciones militares corrientes como ciudades o industrias.
Deberíamos tener suficiente cantidad de estas armas como para estar seguros de poder infligir un nivel inaceptable de daños a la Unión Soviética, pero no necesariamente para igualar a los soviéticos arma por arma.
En otras palabras, deberíamos volver a comprometernos en torno a una doctrina de represalias seguras, apoyada principalmente en misiles instalados en submarinos, bombarderos y misiles de crucero, rechazando los MX por satisfacer nuestras necesidades.
Es doblemente importante, para la ciudadanía, el implicarse directamente en la decisión final sobre la necesidad del misil MX. Hay, desde luego, muchos detalles técnicos y algunos secretos que deben ser dejados a los expertos, pero el propósito general de adquirir o, abandonar determinadas armas nucleares como el MX está perfectamente situado dentro de la capacidad de comprensión del público. No existe hoy en día otra área en la que sea más importante que se ejerza el principio del control popular sobre los funcionarios públicos.
Stansfield Turner, almirante retirado de la Marina de Estados Unidos, fue director de la CIA desde 1977 a 1981 y consejero del expresidente James Carter.
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