La figura del teólogo Teilhard de Chardin convoca en París un debate sobre ciencia y religión

Teilhard de Chardin sigue siendo punto de convergencia de aquellos científicos y pensadores para quienes el diálogo entre la ciencia y la religión está lejos de haber acabado. Es lo que ocurrió en París, en la primera quincena del mes de septiembre, con los participantes al congreso sobre el tema El universo es una Evolución. La evolución culmina en la persona.La primera parte del Congreso se centró en los hallazgos recientes de la paleontología, en la gruta de Tautavel, situada en los Pirineos franceses, donde se han encontrado restos de homínidos con variedad de utensilios de hace más de un millón de años. Fue el profesor Meyer quien centró la atención principal con su tesis según la cual la Evolución se acelera a medida que avanza su desarrollo.

La segunda parte entró en el diálogo de la ciencia con la religión. Allí se dijo que dentro de una cultura estática, el Hombre se siente dividido y sus profundas fuentes de inspiración se muestran inconexas y a veces contrapuestas. Pero dentro de una percepción evolutiva de la vida, que culmina, mediante un proceso convergente, en un Foco Omega, la religión terrestre, propia de la ciencia, se siente esclarecida por una religión celeste, propia de la experiencia religiosa.

Este foco de convergencia es, para el creyente cristiano, el Cristo cósmico paulino o Cristo Universal, que decía Teilhard, en donde se satisfaces las esperanzas ilimitadas de la Humanidad.

El grupo de Madrid presentó un trabajo relativo al uso de la informática para el logro de una banco de datos acerca de la obra bibliográfica de Teilhard de Chardin, gracias a la iniciativa del ingeniero José María Navarro, miembro del grupo.

El conjunto de los debates tendía a mostrar que la Evolución es la gran realidad constatable, que hace inteligible el Cosmos y la Vida. Los participantes estimaban que una experiencia religiosa positiva y lúcida permitirá iluminar los caminos el porvenir.