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Los intercambios Europa-URSS siguen dividiendo a Estados Unidos y sus aliados occidentales

Soledad Gallego-Díaz

El papel que juegan en las relaciones Este-Oeste los intercambios comerciales entre Europa occidental y la Unión Soviética sigue siendo objeto de desacuerdo entre Washington y sus aliados europeos cuando faltan pocos días para que los jefes de Gobierno y Estado de los países miembros de la OTAN se reúnan en Bonn, según informó ayer en Funchal (Madeira) el nuevo ministro de Estado para Asuntos Exteriores de la República Federal de Alemania (RFA), Peter Corterier.

Corterier, que tuvo una importante intervención ante la comisión política de la asamblea parlamentaria del Atlántico norte, reunida en el archipiélago portugués, señaló que la República Federal de Alemania está de acuerdo para que los créditos que se conceden a la URSS se ajusten a las mismas condiciones que los que se conceden a no importa qué país industrializado, y no más baratos, como sucede ahora.Pero Bonn no desea una guerra económica contra la Unión Soviética porque considera, bien al contrario, que el comercio entre Europa occidental y el Pacto de Varsovia desempeña un papel político estabilizador.

El ministro alemán se mostró satisfecho por la nueva política de negociaciones para el desarme preconizada por Estados Unidos. "La situación es ahora muy distinta a la del año pasado, cuando existían fuertes tensiones entre Washington y sus aliados a este propósito", explicó. Sin embargo, Corterier se refirió al peligro de una carrera de armamentos, también convencionales.

Los debates de la Asamblea Parlamentaria del Atlántico Norte -aunque se trate de un organismo no vinculante ni decisorio- son un buen. termómetro para saber los temas que preocupan en los países miembros de la Alianza Atlántica. En la sesión de primavera que se clausura mañana lunes en Funchal ha quedado de relieve que siguen existiendo divergencias trasatlánticas, no sólo en relación con el deseo de la Administración Reagan de asimilar las relaciones comerciales y financieras con la URSS dentro del cuadro general de la política de defensa aliada, sino también en cuanto al esfuerzo militar que deben realizar los países europeos.

La nueva teoría norteamericana afirma que hay que mejorar y reforzar muy sensiblemente las fuerzas clásicas o convencionales de los ejércitos europeos. La Administración Reagan, según el canadiense Michel Forrestall, que realizó el informe central de la comisión militar, va a desarrollar el esfuerzo bélico más importante de su historia, en tiempo de paz, con un incremento del 7% en sus presupuestos de defensa, frente el 2,6% que aumentan, en términos generales, los europeos.

La decisión norteamericana supone una formidable revitalización de la industria armamentista estadounidense, no sólo en el frente nuclear (fabricación de los siete primeros bombarderos estratégicos B-1, o los nueve misiles intercontinentales MX), sino también en el terreno clásico (dos nuevos portaaviones de propulsión nuclear, 316 aviones de combate, más de 1.800 nuevos vehículos blindados). Esta gran actividad coincide con una grave decisión adoptada por el Congreso estadounidense de prohibir la compra de material militar extranjero (salvo muy contadas excepciones), con lo que la tesis de la OTAN según la cual debe existir una doble corriente de Estados Unidos a Europa, ha quedado completamente desvirtuada.

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Según Forrestall, los estrategas norteamericanos dan cada vez más importancia a la hipótesis de una guerra de larga. duración en la que serían básicos cuatro elementos: fuerzas clásicas, despliegue rápido, movilidad y fuerzas navales. Son estos cuatro elementos, precisamente, los que Washington quiere ver asegurados en sus aliados.

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