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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La primavera será nuestra

Para el periodista autor de este artículo, la primavera polaca pertenece a todos y no pertenece a nadie. Por encima de la tragedia está ahora la necesidad de un compromiso que articule a los polacos en la lucha contra lo que les es dramáticamente común: una crisis económica tan profunda como nunca la haya conocido el país socialista.

Desde el 13 de diciembre pasado, los activistas de Solidaridad han continuado escribiendo sobre las fachadas de las casas polacas: "El invierno es vuestro, la primavera será nuestra". El general Jaruzelski, hablando ante el Comité Central del POUP, había respondido: "La primavera será polaca y socialista". Su portavoz, el ministro Urban, menos diplomáticamente y con más cinismo había subrayado: "La primavera será nuestra y quien no esté de acuerdo puede irse de vacaciones a París". Una ovación ofrecida a los opositores encerrados en los campos de concentración con la promesa de un pasaporte válído para ellos y, en los casos más significativos, como el de Lech Walesa, también para sus familiares.¿Y para la vuelta? "Para la vuelta", afirma Urban, "después de un período no demasiado breve de lejanía y con la firma de una declaración de lealtad al régimen, caso por caso, serán concedidas las relativas autorizaciones".

No obstante, la campaña de propaganda turística de las autoridades militares no ha tenido demasiado éxito. Sólo cincuenta de los 5.000 detenidos se han mostrado de acuerdo.

Mientras tanto, estamos ya en la primavera y es difícil en verdad decir a quién pertenece la bella estación.

Generalmente, cuando la cosa no es de competencia político-militar, se dice que la primavera es de los enamorados, pero en Polonia, es horrible decirlo, no es tiempo de amor.

Pero tampoco es, no obstante, la velada amenaza que contiene el lema clandestino de Solidaridad, tiempo de enfrentamiento. Parece, más bien, tiempo de arreglos.

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Despertar del trauma

Y esto no significa que la oposición, en este nuevo estado de cosas, haya sido domada en el seno de los diez millones de miembros del sindicato independiente Solidaridad y en las dispersas Filas de lo que quedaba de los comunistas renovadores. Quiere decir que Polonia no se ha despertado aún del trauma imprevisto del 13 de diciembre. No se ha recobrado y quizá será necesario aún mucho tiempo antes de que logre reponerse

Estamos de este modo ante un pueblo que, privado de sus más elementales libertades civiles, está asistiendo distanciado a las maniobras de los normalizadores. Normalizadores que no son ni pocos ni todos con uniforme. Consenso

El general Jaruzelski, cada vez más disfrazado de Jozef Pilsudski -el estadista cuyos esfuerzos fueron un instrumento decisivo en el restablecimiento del Estado polaco en el siglo XX-trabaja para los tiempos largos.

Mientras tanto, en un paroxismo nacionalístico que encuentra por razones históricas, un cierto eco en algunos estratos pequeño o medio burgués, está intentando acumular un margen cada vez más amplio de consenso.

Jaruzelski habla de moralización y concede margen al comercio privado. Ostenta un interés primario por la cultura científica y disuelve la asociación de periodistas.

Castiga a los comunistas burócratas y valoriza a los comunistas soldados. Amenaza a los sacerdotes politizantes y aumenta las transmisiones de programas religiosos de radio.

Aislar a los extremistas

Todo esto bajo un ondear d e banderas y en ensordecedor con cierto radiotelevisivo de músicas patriotas con la intención declarada de "hacer más fuerte Polonia" y de aislar á los extremistas".

El juego no es nuevo y, por cuanto pueda ser triste admitirlo le está dando resultados. El general primer ministro, ministro de la Defensa, secretario del partido y presidente del Consejo de Salvación Nacional goza aún de una cierta popularidad.

Cierto, quedan aún las censuras de correos y teléfonos, el toque de queda y todas las demás limitaciones impuestas por el estado de guerra.

Pero se habla mucho de "renovación". La gente no escucha, o escucha poco, pero al mismo tiempo se va acostumbrando.

Los seres humanos, con tal de sobrevivir, como es obvio, se adaptan a todo. Y se adaptan también las instituciones, entre ellas la Iglesia, acostumbrada a tiempos más largos que los del mismo Jaruzelski.

El primado de Polonia, arzobispo Glemp, no es el cardenal Wyszynski. No tiene su talla y a los polacos más atentos les parece más un solícito abogado de provincias que un jinete de la cruzadas.

Y no se engañan. También él, a su modo, ha escogido la "normalización". Y es difícil reprochárselo. Desatar la primavera de los lazos que la oprimen puede costar lágrimas y sangre.

Tiempo de compromisos

No se superan las alambradas sin heridas. He aquí por qué Polonia es hoy un tiempo de compromisos. Por otra parte, la Iglesia, le guste o no a Jaruzelski, no está acostumbrada a defender a los "extremistas". Como extremista le bastó Cristo, que acabó en la cruz.

Queda en pie la pregunta inicial: ¿de quién es la primavera polaca?. Escuchando a los economistas, a los observadores políticos, a la gente de la calle, pertenece a la crisis. A una crisis económica que no tiene precedentes en la época moderna. Jaruzelski, Glemp, normalizadores moderados y otras gentes tendrán que acabar pactando con esta crisis.

Por eso, al abrirse la primavera, todo es aún posible. Todos los caminos están abiertos".

escritor y novelista, es hoy uno de los más cualificados observadores italianos de la crisis polaca. Es enviado de la RAI-TV y colabora en los principales diarios del país. Fue director del Diario de Venecia.

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