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La flota británica zarpa hacia las Malvinas

La diplomacia protagonizará los 15 días que la flota británica tardará en llegar a las islas

Andrés Ortega

La flota más poderosa nunca reunida en el Reino Unido desde la crisis de Suez, en 1956, partió ayer de Portsmouth hacia las islas Malvinas con las palabras del ministro de Defensa, John Nott, en la mente. Este señaló la víspera que no dudaría, si fuera necesario, en dar órdenes de atacar, hundiendo barcos argentinos o desembarcando en las islas. La cuestión del poderío marítimo y de la relación entre fuerza militar y diplomacia está a la orden del día; las dificultades británicas, también.

Una vez que se reúnan cerca de las islas Azores con otros buques provenientes de Gibraltar, donde la semana pasada llevaron a cabo unas maniobras militares, este "formidable destacamento naval" -palabras de John Nott- se dirigirá a las Malvinas. En un ambiente muy emotivo la flota, que ayer zarpó de Portsmouth, iba encabezada por los portaviones Invincible y Hermes, seguida por buques armados hasta los dientes, incluidos destructores y fragatas y un número indeterminado de submarinos a propulsión nuclear.Las órdenes y los detalles sobre este destacamento son secretos. El último punto donde podrían hacer escala antes de llegar a las Malvinas es la isla de la Ascensión, a unos 6.000 kilómetros de las islas. Según informaciones no confirmadas, varios aviones Hércules han comenzado ya a llevar hombres y equipo a la Ascensión.

Una semana después de zarpar del Reino Unido y una semana antes de llegar a las Malvinas, el último punto en el que el Gobierno británico podrá reflexionar con cierta calma sobre su futura actuación en Londres, se barajan tres posibilidades, mientras se intenta encontrar una solución diplomática a la crisis.

El Gobierno británico podría dar órdenes a su flota de hundir a los buques argentinos, podría decidirse por un bloqueo naval o podría proyectar su poderío naval sobre las islas para recuperarlas. El atacar a los buques argentinos llevaría a un número elevado de muertos en ambos campos y la pérdida de un costoso equipo militar. La operación no garantizaría la recuperación de las islas Malvinas.

El bloqueo naval de las islas, si no viene acompañado de un eficaz bloqueo aéreo, no supondría una presión excesiva sobre el Gobierno argentino y afectaría asimismo a los 1.800 habitantes de las islas. Analistas militares han observado, asimismo, que el destacamento británico está mal preparado para llevar a cabo un bloqueo, estando, sin embargo, mejor organizado para un ataque. La tercera opción británica, el desembarco, es la más dificultosa. Es un hecho aceptado que para recuperar las islas, los atacantes -es decir, los británicos- necesitarían una superioridad numérica en hombres de cuatro a uno, a pesar de que, como es lo más probable, hayan enviado los comandos de operaciones especiales Special Boat Squadron (SBS). Se supone que los británicos dispondrán de unos 5.000 hombres a lo sumo. Los argentinos podrían fácilmente situar a más de 10.000 soldados en las islas.

Los desarrollos tecnológicos navales, ya probados cuando la guerra de 1973 entre Israel y los países árabes, muestran que para defenderse es suficiente una pequeña fuerza naval equipada con los últimos misiles tierra-mar o mar-mar. Los argentinos disponen de estas armas a bordo de dos de sus destructores, comprados el año pasado al Reino Unido, que les vendió asimismo el portaviones 25 de Mayo. Tampoco hay que descontar una superioridad aérea local de los argentinos.

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Aunque los británicos recuperaran militarmente las islas más deshabitadas del archipiélago, el ataque a Port Stanley -y hasta que no se recuperara esta ciudad no habría tregua- sería prácticamente imposible, a no ser que se aceptara la inevitable muerte: de buen número de los isleños y, de los soldados británicos. Faltan dos semanas para que la flota. británica llegue a las Malvinas, y, éste es un período de tiempo suficiente para intentar presionar por la vía diplomática -una vía mayormente amenazada con la dimisión de lord Carrington-.-, pero la decisión mayoritaria el sábado del Consejo de Seguridad de la ONU, en apoyo de las tesis británicas, ha reforzado la postura de Londres, que estos días se mueve frenéticamente para lograr el apoyo de sus aliados y de los países no alineados. El envío de la flota británica hacia las Malvinas indica claramente que, al intentar avanzar por el estrecho sendero diplornático, Londres quiere negociar desde una posición de fuerza.

Está ya claro que la política defensiva británica -obra de John Nott- saldrá malparada de esta crisis. Sus recciftes navales, destinados a compensar la nueva disuasión nuclear independientemente en los años a venir, han sido duramente criticados, y resulta curioso señalar que buen número de los marinos que ayer zarparon de Portsmouth se, llevaban cartas de despido en sus bolsillos. Con su obsesión con los conflictos Este-Oeste y su dimensión nuclear, el Gobierno británico había olvidado la posibilidad de incidentes de menor orden. Aunque el Reino Unido consiguiera reconquistar las Malvinas, difícilmente podría conservarlas, a no ser que estuviera dispuesta a mantener una costosa fuerza naval en la zona de una forma permanente.

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