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El canciller Schmidt, pesimista sobre el futuro del Mercado Común como institución

Soledad Gallego-Díaz

El canciller Helmut Schmidt arrojó ayer un jarro de agua fría sobre sus colegas de la Comunidad Económica Europea: la República Federal de Alemania (RFA) es escéptica sobre las posibilidades de la CEE como institución para hacer frente a la crisis económica; son los Estados los que deben hacer un esfuerzo individual, de aicuerdo con sus propias necesidades.

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La cumbre de Bruselas, que debía ser la cumbre contra el paro, va a demostrar una vez más que la Europa de los diez no encuentra soluciones comunes.En los pasillos del edificio Charlemagne, donde los diez jefes de Estado y Gobierno seguirán discutiendo hoy problemas de política internacional, se atribuía la siguiente frase al presidente francés, François Mitterrand: "Esperamos que no haga falta llegar a una tercera guerra mundial para que los euro peos sean capaces de luchar unidos contra el paro".

La cumbre comenzó pasadas las tres de la tarde, con un orden del día cuidadosamente preparado. A fin de tener tiempo y ánimo para estudiar la posibilidad de mantener una actitud única frente a Estados Unidos en la reunión de países industríalizados prevista para el próximo mes de junio en Versalles, los diez han decidido pasar sobre ascuas los problemas del presupuesto de la CEE y la aportación británica. Margaret Thatcher, bastante satisfecha de la fórmula prevista por la presidencia belga, estaba dispuesta a no entrar afondo en este problema.

Pero esta labor de limpia previa no parece haber a, udado mucho a los jefes de Gobierno y de Estado Los diez tenían sobre la mesa un informe preparado por los exper tos de la Comisión Europea en el que, por primera,vez, se concedía una prioridad sin paliativos a la lu cha contra el desempleo (once mi llones de parados hay en la actualidad en la CEE). "El mantenimiento puro y simple de las políticas actuales", afirma el documento, "no permite predecir un crecimiento suficiente para me jorar el empleo".

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Posición pesimista

Los expertos piden a los Estados una política de apoyo a la in versión, política que exigiría al mismo tiempo una profundización del Sistema Monetario Europeo (SME). Uno tras otro, cadajefe de Gobierno o de Estado fue expo niendo su posición. La más pesimista fue, tal vez, la del canciller Schmidt, contrario de todo punto a un relanzamiento de la economía europea y a una profundización del SME.

Cuando le tocó el turno al presidente Mitterrand se pudo apreciar la gran brecha que separa a ambos políticos, miembros los dos de la Internacional Socialista. Mitterrand, apoyado por el socialdémócrata danés Anker Joergesen, insistió en su idea, defendida en anteriores cumbres, de crear un "espacio social europeo" en el que la lucha contra el desempleo es el factor dominante, incluso mediante el aumento del déficit de la balanza y un relanzamiento artificial de la economía.

El presidente francés, sin esperar a la noche, como estaba previsto, planteó sobre la mesa una necesidad imperiosa: acudir unidos a Versalles frente a la política monetarista de Washington y plantear a Reagan -que envió un mensaje de felicitación a los líderes europeos con motivo del aniversario de la CEE- la posibilidad de recurrir a los mecanismos del GATT para luchar contra sus altas tasas de interés.

Las relaciones con Estados Unidos y los problemas de cooperación política deberán ocupar sus debates de última hora. El minis tro belga de Asuntos Exteriores estima que es necesario encontrar un foro único para discutir con EE UU de todos los problemas a la vez, sin la dispersión actual.

Las cuestiones de Centroamérica, Oriente Próximo y las relaciones con la Unión Soviética completarán el "intercambio informal de ideas".

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