El "todo Vallecas" rindió el domingo homenaje al padre Llanos y a "el Lele" en el Pozo del Tio Raimundo
El vecindario del Pozo del Tío Raimundo se reunió el domingo alrededor de José María Llanos y de Juan Antonio Jiménez, el Lele, para dedicarles un apretado homenaje por su trabajo de muchos años en favor de las gentes de la barriada. El padre Llanos, de la Compañía de Jesús, propulsor de iniciativas de promoción cultural y social, y el Lele del Pozo tendrán desde ahora una calle dedicada, pero sobre todo muchos nuevos testimonios de respeto de las fuerzas políticas, los intelectuales y de sus convecinos.
José María Llanos llegó al barrio hace veintiséis años. Había decidido renunciar a cualquiera de los privilegios que pudieran corresponderle como sacerdote de la Compañía de Jesús. Si eligió el Pozo para establecerse fue simplemente porque allí, quizá más que en ningún otro sitio próximo, la pobreza limitaba con la miseria, y porque estaba decidido a mostrar lo que consideraba y considera el auténtico espíritu del Evangelio del modo más directo posible: conviviendo con sus feligreses. Antonio del Rey, que hoy trabaja como técnico de la construcción; Miguel Angel Pascual, que dirige la asociación de vecinos del Pozo; Mar tín Palacín, concejal de Mediodía y millares de jornaleros cuya única preocupación posible era sobrevivir miraron con curiosidad a aquel nuevo cura capaz de transfigurarse en bracero, en policía o en apóstol, de acuerdo con las necesidades del barrio. Era, dice Antonio del Rey, una especie de jefe de la tribu que se convertía de pronto en un ayudante.Entonces el padre Llanos tenía un carácter muy fuerte. "Eso e personalidad", puntualizaban su convecinos, asombrados por el temperamento de aquel hombre que había descendido milagrosa mente del púlpito y ocupaba, más o menos, seis metros cuadrados de chabola, a los que había que restar una cama cubierta por una colcha de color rojo suave y una pequeña consola, cada día más abarrotada, en la que las estampas evangélica
convivían y conviven con las imágenes de Santiago y Dolores; Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo se entiende. "Esto es", dice él, "lo que yo llamo el retablo de Dolores y Santiago".
Tenía también una úlcera de estómago que, según sus mejores amigos, no era, ni mucho menos, la consecuencia de los pequeños disgustos cotidianos, sino un estigma provocado por sus diálogos interiores. En sus horas bajas se sentía un burgués que artificiosamente había pretendido mudarse a una clase social más baja que la suya: mudarse sin conseguirlo, eso era lo malo. Y entonces sentía pinchazo en el vientre; decía con tristez "vine a predicar a Cristo y he encontrado a Marx", y empezaba a pensar en las obras que publicaría al principio de los años setenta.
Una permanente sensación de fracaso
La sensación de fracaso nunca le ha abandonado del todo, y en su intento de acercarse a Dios y a los jornaleros se ha acercado peligrosamente al cirujano: hasta hoy ha sufrido cuatro operaciones de estómago, y dentro de una semana van a hacerle la quinta. En todo este tiempo sus amigos se han hecho cruces mil veces de que este atribulado Llanos, vecino de al lado, sea capaz de ignorarse tanto a sí mismo, de mirar y no ver el común de trabajadores donde enseñaba el concepto solidaridad, o la escuela profesional, o la academia nocturna de Peñafort para adultos, o la guardería infantil Borja, o todas las otras industrias para pobres, iniciadas en su parroquiafundación de San Raimundo.También miraba y no veía los diplomas, títulos, carteles sin faltas de ortografía, y tampopco debía de ver a el Lele del Pozo, un ex deficiente mental que de milagro había aprendido junto a él a estar siempre con todos los necesitados, ya fuera en mítines, bodas, funerales, comuniones o bautizos.
Una chabola llena de telegramas de adhesión
El domingo por la mañana, la asociación de vecinos que preside Miguel Angel Pascual Molinillo, el Moli, inició un gran homenaje al padre Llanos y a el Lele. A eso de las diez o diez y pico, las calles y plazas comenzaron a llenarse de antiguos alumnos, de políticos de todas las filiaciones, intelectuales y cantautores, y por si fuera poco, el cartero le llenó la chabola de telegramas de adhesión. El domingo miró a su alrededor y vio a Ruiz Giménez junto a Pasionaria. Y ahí empezó a sonreír un poco. Luego se pasó todo el día viendo los dibujos y los ejercicios de redacción que le han regalado los niños , porque muchos niños del Pozo traen hoy un papel bajo el brazo; leyó, por ejemplo, una composición dedicada que decía: "nosotros estábamos en la miseria / y los ricos tomando el sol, / todavía estamos casi en la miseria / y los ricos tomando el so!".Hubo, naturalmente, discursos. El padre Llanos se dirigió al alcalde, Enrique Tíerno Galván; le pidió la autonomía, sin especificar si había de ser por la vía del 151 o el 143, para el Pozo del Tío Raimundo, y propuso para el Moli el título de Adelantado, que le pareció ortodoxo, algo medieval y más vallecano que cualquier otro título nobiliario. En su turno, el alcalde le puso tal vez en el único aprieto teológico del día cuando dijo que el padre Llanos era "la bondad absoluta". Por la tarde, el padre Llanos, de la Compañía de Jesús, abrió el baile-verbena invitando a una vecina al primer vals, bajo la mirada de los otros siete sacerdotes de la comunidad jesuita del Pozo, incluido Juanjo Rodríguez, su superior. Cantaron los cantautores, jugaron los niños, se descubrieron las placas con los nombres Padre Llanos y el Lele del Pozo. El día fue, en fin, muy aprovechado.
Ayer, lunes, el padre Llanos recibió a primera hora a una representación familiar. Vino la enfermera a ponerle la inyección del día y llenó la habitación-desván-relicario de un penetrante olor a clínica. Estuvo a verle Antonio del Rey, el técnico de la construcción, a quien acompañaba Juanjo Rodríguez, el joven superior. Juanjo le dijo: "Hola, ayatollah bis", y cuando le preguntaron qué se sentía al día siguiente de un homenaje respondió "cansancio". A continuación comentó que ya estaba harto de seguir la dieta de leche que le han prescrito los médicos hasta la operación, y llegó a insinuar una amenaza de huelga de hambre si las cosas seguían así por algún tiempo más.
A mediodía los acompañó hasta la puerta. Fue allí donde alguien leyó en voz alta la inscripción que tiene en el recibidor: "algún día, en cualquier parte, indefectiblemente, has de encontrarte contigo mismo, y sólo de ti depende que sea tu momento mejor o la más amarga de tus horas". Hay en Vallecas un Pozo con mucho fondo.
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