A Dámaso González le echan un toro al corral
Dámaso González no pudo con su segundo toro, al que cogió miedo, y acabaron echándoselo al corral. Galloso también tuvo su ración de avisos. Y Paquirri, una voltereta muy seria. ¿Quiere esto decir qu. la corrida de Matías Bernardos vendió cara la vida? Lo quiere decir, aunque a medias. Porque no toda salió seria. En realidad, su primera parte fue de bromai El que abrió plaza era un toro mocho y sin fuerzas, inválido el segundo, tullido y pobre de pedir el tercero.Lo de Matías Bemardos salía en plan comercial, al estilo taurino; es decir, género de saldo a precios de artículo de lujo. Y la tarde iba tirando por ahí, sin n'ingún interés, aburrida de muerte. Los toreros fingían alardes con pintureros ademanes y jugaban al corro con sus inútiles oponentes. Qué verbena...
Plaza de Valencia
Tercera corrida fallera. Toros de Matías Bernardos, tres muy flojos, tres con genio Paquirri: pinchazo, media y dos descabellos (silencio). Buena estocada (dos orejas). Dámaso González: estocada (ovación). Cinco pinchazos, primer aviso, estocada delantera, tres descabellos, otro pinchazo, segundo aviso, intenta el descabello, tercer aviso y se devuelve el toro al corral (bronca). Galloso: dos pinchazos, otro del que sale perseguido y arrollado, aviso, dos pinchazos más y estocad.a (aplausos y saludos). Dos pinchazos y estocada delantera (bronca y almohadillas).
Pero con el cuarto cambió,el panorama. El cuarto, como sus hermanos que le siguieron, tenía casta, y cuando Ia hay, aunque a esta virtud le acompañe -la mansedumbre -así fue la tónica general de la corrida-la corrida entra por sus habituales cauces de emoción, en la categoría de fiesta brava, donde la lidia -es decir, el dominio del toro mediante la arriesgada instrumentación de las suertes- es el entramado básico del espectáculo. En ese cuarto toro encastado, Paquirri ejecutaba los medios pases que acostumbra, con su pundonor característico, hasta que el Matías Bernardos metió el pitón y le revolcó con saña. De la cogida se levantó el barbateño crecido, se repuso en seguida y siguió muleteando más cerca que antes, hasta dominar a la fiera.y tumbarla patas arriba de un volapié sensacional. La gloria del toreo es esta: dominar al toro, con tanto mayor empeno -y mérito- cuanto más grande sea el peligro. Una gloria que no supo alcanzar Dámaso González, consabido, especialista en dominar a los toros aplomados, que, sin embargo, ante el agresivo Matías Bernardos corrido en quinto lugar, se arrugó hasta convertirse en un desconocido torero, flotante por el ruedo, a merced de acometidas y tarascadas, espantadito, sin recursos para cuadrar al animal y quitárselo de enmedio con una mínima habilidad. Después del interminable e ineficaz trasteo vino el calvario de los pinchazos y de los intentos de descabello, con tiempo suficiente para que sonaran los tres avisos y el toro fuera devuelto al corral. La Valencia damasista se volcó en una bronca fenomenal contra el que hasta ayer mismo había sido su ídolo. Galloso tampoco pudo con el sexto, que era reservón y quizá tenía más peligro que ninguno, y lo macheteó a la defensiva. Se lo reprocharon a almohadillazo limpio.
De las llamadas figuras, sólo Paquirri lo siguió siendo cuando apareció el toro verdadero. Naturalmente que no le hizo florituras; ni nadie podría esperar tal cosa en quien no parece haber sido llamado por el camino del arte pero demostró auténtica vergüenza torera, que es cualidad indispensable para ocupar un puesto cimero, en la fiesta por derecho propio. A cualquier diestro le pueden echar un toro al corral y el hecho en sí no tendría por qué ser descalificador. La historia de la tauromaquia está llena de grandes figuras que alguna vez pasaron por este trance. Pero que le ocurra a un Dámaso González, que ha cimentado su fama en el pundonor y no precisamente cuando se encuentra con un barrabás, sino simplemente con una res de casta y genio, es significativamente grave. Está claro: hay en el firmamento taurino más estrellas fugaces de las que pensábamos.
La cuarta corrida fallera, que se celebrará hoy, va a unir en la plaza de Valencia un acontecimiento personal para Curro Romero, ya que cuando pise la arena cumplirá en ese momento veintidós años como matador. Curro tomó la alternativa en dicha plaza valenciana el 18 de marzo de 1959, siendo apa drinado por Gregorio Sánchez, que le cedió un toro del conde de la Corte, en presencia de Jaime Ostos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.