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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Clavero, en el camino de Damasco

EL ABANDONO de UCD de Manuel Clavero, decisión presumible tras su dimisión como ministro de Cultura, y de la que sólo sorprende el retraso en adoptarla, plantea la hipótesis de que el ex ministro ha sufrido, a lo largo de su misión ministerial, en Regiones o en Cultura, una auténtica transformación o mutación, bien sea al estilo «General della Rovere», bien sea porque haya recorrido un camino de Damasco desde su teoría autonómica de la «tabla de quesos», hasta su apasionada opción por la causa andaluza. De confirmarse esta conjetura, que dejaría totalmente a salvo el honor de Manuel Clavero y la perspicacia de Adolfo Suárez para elegir a sus colaboradores, cabria añadir que las semillas del andalucismo del ex ministro han florecido a enorme velocidad y con sorprendente ímpetu gracias a la política de invernadero del Gobierno respecto al referéndum del 28 de febrero. Circunstancia, por lo demás, que permitiría a Clavero, capaz al menos de la virtud de la dimisión, seguir en su escaño de diputado con todo derecho.Hemos tenido ya oportunidad de señalar las graves responsabilidades en que incurrió la clase política de la reforma -tanto en el poder como en la oposición-, al suscitar artificiales, insostenibles y desmesuradas expectativas respecto a la virtualidad de los estatutos de autonomía para resolver, no problemas políticos como los que se planteaban en Cataluña y en el País Vasco, sino situaciones de subdesarrollo económico y miseria social, supuestamente s,uperables a corto plazo y de forma mágica por las Instituciones de autogobierno. En el caso de Andalucía, la vía del artículo 151 fue presentada -y sigue siéndolo hoy por Clavero y por la oposición- como el camino de las losas amarillas del mago de Oz para solucionar de inmediato los azotes del paro, la emigración, la desigualdad en la distribución de la tierra, las deficiencias de los equipamientos educativos y sanitarios, el atraso industrial y los bajos niveles de ingresos.

A este respecto, digamos que el viraje de la política autonómica del partido del Gobierno, aunque llegara demasiado tarde y aunque lo motivara el temor a una mayoría de izquierdas en las instituciones de autogobierno de Andalucía, fue un gesto elogiable. Al igual que lo más criticable del empecinamiento de la oposición en mantener su embeleco es que parece no descansar tanto en un convencimiento como en el deseo de «tocar» poder y de contrarrestar la fuerza de UCD en la Administración central. Posición que no sería, finalmente, censurable si no disfrazara sus objetivos con el azuzamiento de falsas expectativas populares y si no estuviese también motivada por la concupiscencia de cargos de una clase política subalterna desocupada.

Con todo, el Gobierno está acumulando el número suficiente de torpezas como para que su rectificación en la estrategia autonómica quede sepultada en el olvido y se produzcan razones abundantes para un desplazamiento de la opinión a favor del voto afirmativo el próximo 28 de febrero. El contenido de la democracia es, en parte, el respeto de las formas mediante las cuales los ciudadanos reciben información contrastada de las diferentes opciones en pie de igualdad y tienen oportunidad de adoptar y manifestar sus decisiones. Ahora bien, desde hace varias semanas el poder ejecutivo ha comenzado a pisotear con insólito descaro esas reglas mínimas de decoro, neutralidad yjuego limpio que deben presidir cualquier consulta electoral.

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Para empezar, el partido del Gobierno resolvió aconsejar a sus electores la abstención en el referéndum andaluz. ¿Dónde quedan las exhortaciones a la participación y las virulentas condenas de la abstención con ocasión del referéndum de la reforma política, del referéndum constitucional, de los referendos vasco y catalán, de las elecciones parlamentarias o de las elecciones municipales? Con independencia de esta incongruencia, ¿cómo puede el partido del Gobierno, en un sistema democrático, propiciar la abstención de los ciudadanos ante las urnas?

Después vino la ridícula pregunta del referéndum, que irrita tanto por su confusionismo como por su petulancia, y que no persigue otro fin que propiciar la abstención mediante el ocultamiento de la cuestión sometida a la consulta popular. El desprecio que este término, «consulta popular», suscita sin duda a los redactores de la pregunta es evidente. El planteamiento del referéndum que el Gobierno ha hecho desdice de cualquier convencimiento honestamente democrático y constituye una provocación. A ello se ha añadido luego el recorte de los días de campaña electoral, la modestia de los fondos para sufragarla, el retraso en entregarlos, las restricciones a la propaganda en televisión, la negativa a aceptar anuncios en los medios de comunicación estatal y hasta la resurrección de la Delegación de la Prensa del Movimiento para impartir consignas a los deficitarios órganos.

El Gobierno sólo está consiguiendo, con esta labor de zapa, remedar el estilo del señor Fraga de los referendos y hacer rebasar el recipiente de la paciencia de la opinión pública. Y las razones que le asistieron en un principio le están abandonando ante la suciedad y los manejos que emplea y dado el poco respeto a las urnas que predica. A este paso, quizá logre que el señor Clavero se convierta incluso en el fundador de un partido andaluz imitador del PNV o de Convergencia Democrática, y que adversarios racionales de la vía del artículo 151 terminen votando afirmativamente, por simple irritación entre tanta tomadura de pelo, en el referéndum del 28 de febrero, con lo que veríamos convertido en líder a uno de los peores ministros que ha tenido UCD y a una de las cabezas políticas más confusas e ininteresantes que han atravesado la historia de España. Todo el mérito de semejante e increíble operación se le debe anotar, sin duda alguna, a los ex compañeros de poder de Manuel Clavero Arévalo.

En última instancia, resta el mínimo problema político y parlamentario del escaño «ucedista» del señor Clavero. Rafael Arias-Salgado ha dejado entender que por principios éticos debería renunciar a su escaño y no mantenerse en él, traspasando su voto al Grupo Mixto. A la postre y a lo peor es cierto que cada diputado firma en blanco una carta de renuncia a su escaño cuando es elegido -bien por UCD o por otro partido-; pero, en este caso concreto, al señor Clavero se le puede exigir la renuncia al escaño en el Congreso por varias razones menos por una: por la ética; entendirniento filosófico de la política que UCD, como partido y como Gobierno, ha dejado descaradamente de lado a la hora de encarar el referéndum autonómico andaluz. En ocasiones, la política depara estas sorpresas, pero el caso es que en el seno de UCD, y respecto al tema andaluz, la última e irrebatible lección ética la ha dado el señor Clavero.

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