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Japón inicia una política de aproximación al mundo árabe

Inquietos por la evolución de la situación en el mundo islámico y por el aparente retroceso de la influencia norteamericana en Oriente Próximo, círculos gubernamentales japoneses han dejado entender que su país debe «compensar rápidamente el declive estadounidense».La primera etapa de este viraje nipón sería «cultivar» y «profundizar» las relaciones con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y los países no productores de petróleo con fama de radicales.

Estas declaraciones oficiosas confirman el reajuste de la política japonesa hacia el mundo árabe, visible tras el comienzo de la crisis iraní y, sobre todo, desde el ataque contra la Gran Mezquita de La Meca.

A comienzos de semana, el Gobierno hizo saber que si Yasser Arafat, líder de la OLP, visita Japón será recibido como un jefe de Estado. Según el diario Asahi, Japón reconoce virtualmente con este gesto a la Organización para la Liberación de Palestina.

El primer ministro, Ohira, de otra parte, ha dicho en la Cámara baja que su país «apoya a los palestinos en la afirmación de su derecho a la autodeterminación». El jefe de Gobierno añadió inmediatamente que la política nipona en Oriente Próximo «no tiene porqué ser idéntica a la de Estados Unidos».

Después de una entrevista sostenida por el embajador de Tokio con «un alto representante de la OLP», se cree en Japón que es posible una próxima visita de Arafat. Esta política de acercamiento a los palestinos no sería mal vista por la Casa Blanca. El presidente Carter entendería que una aproximación de Japón a la OLP puede moderar la intransigencia israelí.

Japón ve en el creciente prestigio de la organización palestina y en su influencia en el mundo árabe una vía privilegiada para desarrollar sus relaciones con los regímenes radicales de la región. «Nuestro país depende en un 80% del petróleo de Oriente Próximo». se dice en medios gubernamentales nipones.

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Más que Irán es la situación saudí la que inquieta en Tokio (Arabia Saudí suministra el 30% del crudo consumido por Japón), en la medida en que refleja una pérdida de prestigio de la dinastía reinante.

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