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Posibles crisis de Gobierno en Bélgica y Holanda por los "euromisiles"

Soledad Gallego-Díaz

La modernización del armamento nuclear de la OTAN y el despliegue en territorio belga de 48 misiles Cruise, capaces de hacer blanco en la Unión Soviética, podría llegar a provocar una crisis interna en la coalición gubernamental belga, a cuyo frente se encuentra el primer ministro Wilfried Martens.

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El "premier" holandés, en la Casa Blanca

Durante todo el día de ayer y el pasado jueves, los ministros de Defensa, José Desmarets, y de Asuntos Exteriores, Henri Simonet, han respondido en el Congreso a las interpelaciones formuladas por distintos parlamentarios. Los socialistas flamencos presentaron una moción por la que el Gobierno belga debería proponer en la reunión de ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores de los países miembros de la OTAN, que se inicia el próximo día 11, en Bruselas, pero que se prolongará hasta el 14, el aplazamiento de toda decisión respecto al despliegue de los misiles norteamericanos, «a la espera del resultado de unas conversaciones inmediatas y precisas con la Unión Soviética para el desarme equilibrado de fuerzas en el "teatro europeo"». La moción será votada el miércoles día 12. El primer ministro, Martens, anunció ayer que la, decisión de su Gabinete sería hecha pública antes de la votación, pero no mañana domingo, como estaba anunciado, sino el lunes, o en otro momento.

Durante la sesión de interpelaciones de ayer, el señor Simonet interrumpió a un diputado que intervenía en contra del despliegue de los misiles nucleares, para afirmar: «En la reunión de la OTAN daremos cuenta a nuestros colegas de la decisión adoptada por nuestro Gobierno y no de las opiniones del Parlamento. El Gobierno las tendrá en cuenta, pero le recuerdo que no estamos en un régimen de Gobierno por asamblea.»

Pese a sus autoritarias declaraciones, el señor Simonet no se encuentra en una situación muy cómoda. Su partido, el de los socialistas valones, celebra hoy sábado una reunión para tratar del tema de despliegue y, en el caso de que acordara, al igual que ya han hecho los socialistas flamencos, oponerse, el señor Simonet debería, lógicamente, dimitir.

La situación no es menos complicada en Holanda, donde el Congreso, gracias a la ruptura de disciplina de voto por parte de diez diputados democristianos, decidió oponerse, el jueves por la noche, a la instalación de los Cruise en territorio de los Países Bajos. El primer ministro, Van Agt, se desplazó inmediatamente a Estados Unidos para entrevistarse con el presidente Carter. Caso de que, en contra de la opinión del Parlamento, el Gobierno holandés aceptara, en la reunión de Bruselas, la instalación de los misiles, sería previsible que la Cámara planteara un voto de censura, que podría dar al traste con la coalición en el poder.

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Los partidos políticos entre los que se experimenta un mayor rechazo no son siempre los de la izquierda: los democristianos -véase, si no, el ejemplo holandés- han preferido en ocasiones unir sus fuerzas a los socialistas más radicales, en contra de liberales e incluso de socialdemócratas.

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