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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Ernesto Cardenal

En la noche de Santo Domingo, mojada de calor y de fondo de mar, se hace el amor venéreo y se conspira. En la noche de Santo Domingo damos con Ernesto Cardenal, el nuevo Ché Guevara sandinista, el guerrillero errante, el anticristo de Somoza.-He venido aquí a dar un mitin. A dar varios recitales en este país.

Ernesto Cardenal es ya algo así como un Ernesto Ché Cardenal Guevara. Un cruce raro del guerrillero mítico y el cura diligente que es este hombre. Bajo y rosáceo, con gafas, melena blanca, boina Ché, guerrera Ché (boina y guerrera demasiado nuevas). Sorprende e incomoda un poco esta superposición de personajes que hay en él. El trapense de la Trapa, el cura trabucaire, que aún le baña a todo él de ademanes blandos, el mimético de Guevara y el poeta /guerrillero/ bardo /sacerdote.

Bosch me decía esta mañana: «A Ernesto le ha traído el Partido Revolucionario. El sabe que eso es una ficción. Pero tiene que dejarse utilizar, con tal de que le dejen difundir su mensaje a quien sea y como sea.» De modo que el revolucionarismo convencional dominicano se santifica a sí mismo con la presencia de Cardenal y éste, a Su vez, hace la guerrilla verbal en un país que es puro Gulag yanqui. Pero lo cierto es que Cardenal no ha ido a ver a Bosch.

Y algo así me explica a mí:

-Estoy aquí en visita casi oficial. No puedo ver a nadie.

No parece propicio a la entrevista.Tiene delante un coro de periodistas, mujeres y poetas que quisieran algo de él, una palabra. El Cristo/Cardenal revolucionario no la concede. No muy lejos andan sus hombres, sus guardaespaldas, sus amigos, urgiéndole. Me enumera sus viajes por Europa y América como una peregrinación o un apostolado:

-Y el caso es que esto no es lo mío. Lo mío es la contemplación, la meditación, la soledad, el silencio.

-¿Una foto?

Y posa de Ché apócrifo y bajito para la foto. Demasiado para un hombre que habla de la vocación trapense por la soledad y el silencio. Esperamos que el Comandante Cero sea una proa militar más efectiva contra la dormilona dictadura de Somoza.

-En Santiago han habido muchas personas a escucharme.

Han habido, mis queridos académicos. Un impersonal en plural. Un defecto del castellano catalán y de otras gentes, algo imperdonable en un poeta forjado en la lengua arcaica de España. ¿Los versos de Cardenal? No son buenos. Ni siquiera son los malos versos políticos de los grandes poetas que han hecho política: Neruda, León Felipe, Nicolás Guillén, cualquiera.

En la noche de Santo Domingo se hace el amor y se conspira. Se come una carne asada, dulzona y picante al mismo tiempo. Los coches de caballos bordan la extensión del mar con el cloqueo de los cascos y la electricidad de las palmeras se nutre de orgasmo, susurro, conspiración y sífilis. Ernesto Cardenal tiene que irse.

Rompe el poeta español:

-Le admiramos tanto, teníamos tantas ganas de conocerle...

Una beatería casi adolescente que a uno ya le avergüenza un poco, precisamente porque fue la de uno. Ernesto Cardenal no responde a nada de eso. Lo da, impacientemente, por sabido. Hay vanidad en lo que dice y soberbia en lo que no dice:

-Sus libros interesan mucho en España- le concedo.

Silencio.

-Quisiera que me hablase de su estancia en la Trapa-, insiste el poeta.

-Eso es como si yo, a usted, le pregunto por su intimidad conyugal con esta señora- dice Cardenal, ya que el poeta tiene al lado a su joven y bella esposa.

Resabios de hermanomarista y de cura trabucaire. La América en ebullición y revolución genera estos dioses de un día, símbolos necesarios, mascarones de proa, miméticos unos de otros. Detrás está el pueblo que da sus sangres mezcladas a la lucha, con verdad. En la noche de Santo Domingo se hace el amor, etcétera.

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