_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desestabilización en Irán

MOSCÚ Y Pekín, Washington, Ryad y Jerusalén, entre otras capitales, parecen tener en estos momentos una preocupación común: cómo salvar la situación en Irán. Cómo evitar una «desestabilización» que rompa un punto de equilibrio sostenido por vectores tan heterogéneos como la producción de petróleo y su precio, las fronteras estratégicas con la URSS, el conflicto del oriente árabe-judío, los pactos asiáticos -que avanzan hasta la India, Pakistán, Ceylán... A pesar de todos estos importantes apoyos prácticamente universales, el prestigio y la capacidad del shah se hunden de día en día. El país no está gobernado: va a la deriva desde que el 8 de septiembre -el «viernes negro»- el Ejército y la policía dispararon sobre las masas. Disturbios y huelgas se van extendiendo. El paro ha ido pasando de los sectores tradicionales -el pequeño comercio, los estudiantes- a los funcionarios del Estado, los obreros industriales. Ha alcanzado, finalmente, al corazón económico del país: la producción de petróleo. Lo cual afecta no solamente al país en sí, sino a todo el mundo occídental, que ve la posibilidad de que se cierre una de sus fuentes más importantes de aprovisionamiento de energía y que suban una vez más los precios.Las posibilidades de defensa del sha parecen muy reducidas. Una represión masiva del Ejército -parte de cuyos jefes, inquietos en sus propios sentimientos religiosos por las proclamas de los chiitas que están en el origen de lo que ya va siendo una revolución, desearían mantener al Ejército al margen- puede provocar un alzamiento popular ilimitado, una situación nicaragüense en la que no habría ninguna seguridad de que los militares pudieran dominarla; al mismo tiempo, no podría ya garantizar que no ocurriesen daños irreversibles -por lo menos, a corto plazo- en las instalaciones de producción de petróleo.

Hay intentos de solución política. Ciertas concesiones del Gobierno no han dado resultado. La liberación de presos políticos ha sido incompleta; la elevación de salarios hasta en un 50% no ha contenido las huelgas y puede provocar un desastre económico: la inflación, que es ya del 25%, puede aumentar considerablemente. Una parte de la oposición política moderada ha pretendido negociar con el sha el establecimiento de un Gobierno «constitucional», entendiéndose al mismo tiempo con Estados Unidos. Aparte de la resistencia de Mohammed Reza Pahlevi a perder sus poderes omnímodos, surge la negativa de los jefes religiosos. Desde París, el jefe de los chíítas, el ayatollah Khomeiny, entiende que la posibilidad de que cualquier potencia extranjera medie en el conflicto interior es una solución contraria a la independencia del país, y emite ya directamente un claro grito de guerra: acabar con la dinastía Pahlevi. «Si el sha no abdica, podríamos autorizar una guerra armada popular», dice: y el segundo personaje de los chiitas, el ayatollah Madari, que tenía una posición más moderada, se suma a este punto de vista. Irán protesta a París de que dé asilo y voz a Khomeiny; pero Giscard, tan fácil en otros casos a la deportación de asilados políticos, no responde. Francia considera que si el sha está perdido podría convenirle tener como amigos para el futuro a los grandes asilados iranles. Y mientras París cuida así al ayatollah, Washington cultiva a Ardeshir Zahedí, embajador de Irán en Estados Unidos y yerno del sha, pero al parecer contrario a la política de la casa real.

Los cálculos de los observadores diplomáticos se centran en que la situación no puede durar más de dos meses. El punto culminante, si antes no ha habido acontecimientos, lo sitúan en el mes de Moharram, dedicado al duelo, que coincide este año con el mes de diciembre. Se supone que los jefes religiosos van a realizar en ese momento su máximo esfuerzo. Pero podría ocurrir que Washington, Moscú, Pekín y algunos otros países aconsejaran al sha que tomase antes el camino del exilio, dejando el Gobierno en manos de una junta de militares y civiles que garantizasen el regreso a la Constitución y al parlamentarismo: y una situación general en la política internacional que no variase demasiado con respecto a la actual.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_