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Los estudiantes, entre el escepticismo y la posibilidad de la reforma

Intentar aunar dos actitudes aparentemente contradictorias como son el escepticismo respecto a las posibilidades reales de transformar la Universidad y el entusiasmo por pretender aunque sólo sea su destrucción, su desaparición, para construir sobre su solar algo distinto, podría ser el resumen de la Semana de Estudio para la Reforma Universitaria que ha tenido lugar durante los últimos cinco días en el paraninfo de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.

La contradicción, propuesta por el profesor Aranguren que intervino en la jornada de ayer, sería en todo caso, si no el resumen, cuando menos la definición del clima que se respiró todos los días en un paraninfo abarrotado de público casi siempre con la excepción de la jornada del jueves, que intervino el profesor Joaquín Ruiz-Giménez.Explicitar este clima puede que fuese la intención última del grupo de estudiantes de las secciones de Filología y Filosofía que se habían propuesto la Semana desde «el estado de desánimo, apatía y descontento que normalmente vive la Universidad en la que cuantos en ella conviven, sobre todo los estudiantes, no saben muy bien qué alcance puede tener lo que en ella se hace respecto de lo que podamos hacer después, cuando buen número de nosotros nos encontremos en paro». Pero desde otro ángulo más positivo o posibilista (expresión ésta que ha sonado muchas veces en el recinto de desarrollo de las jornadas), los estudiantes han pretendido estudiar, criticar, ofrecer alternativas para una Universidad «que no sigue un proceso paralelo con el intento de democratización del resto de las instituciones del país».

Universidad y sociedad

En la jornada del lunes se trató el tema de las relaciones entre Universidad y sociedad, llegándose a una conclusión general de que la Universidad se encuentra distanciada de las necesidades de la sociedad, que desde hace mucho tiempo parece como si hubiese llegado al convencimiento de la absoluta inutilidad de las carreras de letras, con lo que se estaría poniendo de relieve el desprecio de los responsables del poder, que son quienes determinan esas necesidades, hacia la consecución de un humanismo más pleno. La alternativa a este hecho debería ser el incorporar a los patronatos de la Universidad a todas las fuerzas o grupos sociales, parlamentarios, sindicatos obreros, organizaciones empresariales y los propios universitarios. La función de estos patronatos sería la de dar pautas que permitan planificar la Universidad de acuerdo con las necesidades sociales, pero sin intervenir nunca en la organización interna de cada facultad. Todo esto, junto al rechazo de cualquier intento de privatización de la Universidad, ya fuera a través de la constante elevación de los precios de las tasas, ya a través de los ejemplos concretos de realizaciones como las del Opus Dei o el CEU (Centro de Estudios Universitarios).El análisis crítico que en esa misma jornada realizó el profesor Daniel Lacalle, que había señalado que la Universidad española de los últimos años no habla desarrollado nunca la triple función que le es propia (formación de pensadores, formación de profesionales y desarrollo de la investigación), provocó la protesta en forma de panfleto de una inédita Asociación Independiente de Estudiantes Universitarios de Madrid. Esta asociación acusaba implícitamente a los partidos políticos de estar utilizando la reforma universitaria para sus propios intereses.

Planes de estudio

En tomo al tema de los planes de estudio y la calidad de la enseñanza, los profesores Femando Sabater, José Hierro y Gil Estévez coincidieron poco más o menos en apuntar que esta calidad que se pretende debiera venir dada por una profunda revisión de la metodología, materializada en ese equilibrio siempre difícil que consiste en intentar al mismo tiempo enseñar filosofía y enseñar a filosofar. Tras rechazar el método de la lección magistral todavía imperante, los tres propugnaban el método crítico y el que se posibilite al máximo el principio de la optatividad tanto en el desarrollo formal de las clases cuanto en la plataforma sobre la que aquéllas se asientan: los planes de estudios.En relación con los planes de estudios, que actualmente salen de «unos departamentos con estructura piramidal en la que la cúspide, representada por el catedrático actúa autoritariamente y en función de sus intereses personales», estudiantes y profesores coincidieron en la exigencia de que dichos departamentos deben ser renovados, con objeto de conseguir el máximo grado de optatividad para la elaboración de los programas, los métodos de evaluación y la selección y control del profesorado.

Prescindir del Ministerio

Un boicot a cuanto suponga entrar en el juego de las reivindicaciones hacia el poder, que responda siempre en forma de continuos cambios de planes de estudios y de reformas, el boicot, en definitiva, a los objetivos sobre los que se había montado la Semana de Estudio, partió del profesor García Calvo, quien, confesando esta intención boicoteadora, propuso «no hacer caso a las instancias organizadoras de la enseñanza (Ministerio, Gobierno, Parlamento, etcétera) y aprovechar los edificios que, a pesar de su carácter cada vez más inhóspito y de su fealdad, no dejan de ser sitios donde podemos reunimos bastante gente que a lo mejor puede dedicarse, aunque sea en las peores condiciones, bajo los peores planes de estudios y en contra de las presiones de las autoridades a desarrollar como una actividad placentera el único objetivo deseable de toda enseñanza: transmitir técnicas útiles», entre las que previamente habían destacado aquellas que permitan el ejercicio de la habilidad de preguntar. La enseñanza para el señor García Calvo apenas debiera ser otra cosa que ese juego inacabable de preguntarse constantemente sobre qué es el mundo, quiénes son los demás, qué hacemos aquí.La estética exposición del profesor García Calvo («Os sugiero que pensemos sobre lo que es deseable, eso que hemos visto que se nos manifiesta casi siempre como algo negativo. Porque el amor no habla positivamente; es mudo por esencia, y su único lenguaje es el no que el odio pronuncia contra todo aquello que siente que está contra el amor») tuvo la particularidad de despertar y poner de relieve las dos posturas que se detectaron entre los asistentes a la Semana. Por una parte, los escépticos, quienes creen que no hay posibilidad alguna de transformar la Universidad y que no queda, en consecuencia, más opción que la de dejar que se extinga a si misma, y por otra, la de quienes piensan que a pesar de todo todavía es posible el entusiasmo para intentar el cambio.

Asumiendo esa voluntad de cambio y esa actitud posibilista, Joaquín Ruiz Jiménez un día, y al siguiente, el nuevo rector de la Universidad Autónoma, Pedro Martínez Montávez, preconizaron la marcha hacia una Universidad más democrática, autónoma y autogestionaria. El señor Ruiz Jiménez entiende la autonomía a partir de que las Cortes se limiten a establecer una ley marco que recoja las garantías mínimas sobre las que debe establecerse el funcionamiento de la Universidad dejando a ésta absolutamente libre para organizarse autónomamente en todos los aspectos: planes de estudios, contratación del profesorado, sistemas de exámenes, etcétera.

El nuevo rector de la Autónoma, que intervino en la sesión de ayer, a partir de la experiencia de democratización que ha supuesto el reciente triunfo de su candidatura, invitó a los estudiantes a asumir su papel deprotagonistas de la Universidad. Señaló, de otro lado, que su equipo, consciente de las limitaciones actuales, se proponía realizar ese proceso democrático utilizando todos los resquicios que los actuales estatutos les permiten para llevar a una realidad la constitución paritaria de absolutamente todos los órganos de deliberación y gestión de la Universidad; departamentos, claustros y juntas de gobierno.

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