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Nicaragua: el terremoto personal de Somoza

La primera ceremonia oficial del año en Nicaragua ofreció hace algunos meses un espectáculo que el cuerpo diplomático acreditado, entre escandalizado y divertido, calificó como «típicamente tropical». El señor presidente, Anastasio Somoza II, llevaba del brazo a la señorita Dinora Sampson, algo así como la primera dama «no oficial». La verdadera primera dama, señora Hope (Esperanza) Portocarrero de Somoza, de hecho está separada de aquél, a quien le dio cinco hijos, dos de ellos varones -Bernabé y Anastasió Somoza III-, en tanto la bella Dinora quita y pone personajes en ministerios y secretarías, con excepción del cuerpo armado de la Guardia Nacional.Allí manda hasta ahora el general José Somoza, hijo natural de Anastasio I y por lo tanto hermanastro de Anastasio II. Importa tener en cuenta esto de los números romanos, porque si de resultas del reciente infarto de Anastasio II, resultase más o menos previsible algún cambio en la cúpula del poder, éste tendría que dirimirse entre el jefe actuante de la Guardia, José Somoza, y su «sobrinastro» Anastasio III. Por las dudas, ya Anastasio II hizo seguir a este último sus mismos pasos juveniles en la academia militar de West Point, Estados Unidos.

Retornado al país luego de regresado como oficial, el presunto heredero de la dinastía trepó varios grados en la jerarquía castrense en muy poco tiempo. El propósito último era hacerle alcanzar el generalato, no obstante sus escasos 25 años de edad. Las versiones circulantes en Nicaragua coinciden en señalar que hubo una fuerte resistencia dentro de los cuadros Jóvenes de la Guardia, con el no disimulado apoyo del hermanastro José. De donde Anastasio III circula en las guarniciones con apenas el grado de mayor.

En medio de estos escarceos y devaneos político-militares, el marco familiar no ha sido sino un peso más en el muy trabajado y etílicamente embebido corazón de Anastasio II. Si a fines de 1974 su coronaria pudo haber brincado de gozo por el terremoto que asoló a Managua y le proveyó del adecuado pretexto para alterar el texto constitucional que le vedaba reelegirse presidente, este nuevo e impensado terremoto que sacude su sistema cardiovascular debe de tener en capilla al muy ampliado clan de parientes, clientes y favoritos. No en balde han pasado cuarenta años desde que Anastasio I accedió al poder y desde él fundó un régimen que capeó todos los temporales e instituyó en el siglo XX la experiencia inédita de una presidencia hereditaria, que en Hispanoamérica sólo ha repetido, en Haití, Papá Doc Duvalier. El feudo republicano de los Somoza está sufriendo un surtido de embates, que van desde el viejo conservadurismo tradicional, pasa por la remozada agrupación UDEL y se extiende hasta las fracciones ultras del dividido Frente Sandinista de Liberación.

Y para colmar las heces de la amargura del cincuentón infartado, el Congreso de los Estados Unidos le está afrentando, nada menos que a él, el más fiel de los acólitos de Washington, con la supresión de la asignación de 3.100.000 dólares en concepto de ayuda militar. La suma en sí es insignificante y, si nos atenemos a las revelaciones del columnista Jack Anderson y a las más recientes de Laurence R. Bims, dirigente del Council on Hemispheric Affairs, la fortuna personal de los Somoza fluctúa como mínimo entre los 200 y los 400 millones de dólares.

Un corte de algo más de tres milloncejos de dólares en chatarra militar no podría, obviamente, haber producido un sensible hueco en las finanzas de la dinastía; pero el efecto psicosimbólico de la decisión del Congreso de Estados Unidos, por lo que tiene de novedad en cuatro décadas de estrecho amartelamiento Managua- Washington, pudo -junto a otros sinsabores- lesionar el delicado mecanismo cordial de Anastasio II, en un cuerpo bastante desgastado por las disipaciones de una vida regalada y dispendiosa.

La Guardia Nacional, como organismo militar decisivo en la vida del país, es la que decidirá en última instancia si habrá solución de continuidad en la cúpula gubernamental, a socaire del infarto de su actual personaje supremo. El destino ha tocado a las puertas de la dinastía, a modo de terremoto limitado. El anterior afectó «sólo» a Managua, que permanece en ruinas. ¿Resistirá «la familia» este otro cataclismo, que «no sólo» sacude a Anastasio II?

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