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Tribuna
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El dandismo

La izquierda ha puesto su contestación indumentaria en el ceremonial de las nuevas Cortes. Pila Brabo ha ido de pantalón tejano y Rafael Alberti de chaqueta azul con solapas diferentes y corbata como diseñada por Vassarelli.

A mí personalmente -el esnobismo está muy cerca del dandismo- me parece que hay más contestación y más subversión en la chaqueta de Rafael, el viejo muchacho, como le llama Penagos, que en el tejano de Pilar Brabo porque recuerdo siempre aquella glosa del maestro d'Ors, el mayor escritor de derechas que quizá ha dado España. La glosa se llamaba Rehacer las pequeñeces, y decía más o menos don Eugenio (ahora recordado y homenajeado por Aranguren en su último libro de Taurus), repitiendo la glosa en el café, oralmente:

-Contra el cinismo de la derecha no se lucha con moralidades, sino con un mayor cinismo.

Eso es el dandismo. Mi señora lee todas las noches, antes de dormirse, Mi corazón al desnudo, de Baudelaire. (A uno no le molesta que, ya que le ponen el cuerno, sea con Baudelaire, pues el propio poeta decía que hay que cederle al amigo el gabán y la amante y -añadía un biógrafo- «irse solo a casa, dándose la frente contra las estrellas». Dice Baudelaire en este libro, como me lo dijo a mí en un passage parisino, aquella noche que nos habíamos quedado sin tabaco y sin láudano:

- Mon petit, hay que ser sublime sin interrupción. El dandy debe vivir y morir frente al espejo.

Él dandy Larra lo cumplió literalmente (aunque tú sabes que eso es leyenda, querido Buero, ahora que estás-haciendo tu Larra teatral). Un dandy -español de un siglo más tarde, Rafael Alberti, cuyo dandismo de Galán de los exilios anoté ya cuando le visité a su llegada a España, ha entendido -y ha entendido bien-, aunque sospecho que no lee a d'Ors, que frente al cinismo de las guerreras falangistas y las chaquetas de precio fijo de los viejos procuradores franquistas, la contestación no estaba tanto en el pantalón tejano de Pilar Brabo como en una chaqueta wildeana por la que entendemos que comunismo no es solamente el dril marazulmahón cantado por Blas de Otero.

Me lo dijo Sartre en París, cuando paseábamos con Rafael Conte por la Puerta de las Lilas:

-Baudelaire eligió no ser naturaleza.

-Alberti ha elegido no ser naturalidad, y hace bien Hay quien le criticará esa chaqueta dandy al último dandy de la literatura española, pero, al costado del luto de Dolores Ibárruri, que es el luto de la España víctima, la chaqueta azul de Alberti, con solapas de rebeldía, es una proclama de dandismo europeo, un escándalo entre el gris marengo de los tecnolópeces, el tervilor demofranquista de los de Alianza y el endomingamiento cortefiel de los suarecistas.

La vida pública necesita un escritor. Ya tiene varios. Alberti no se ha teñido el pelo de verde, como Baudelaire, pero Cela, senador borbónico, acaba de decirle a la implacable Pilar Urbano que se tiñe las patillas en París. Estas provocaciones de la coquetería masculina, desde el dandismo itinerante de Rafael al dandismo penibético de Cela, me parecen convenientes y necesarias para romper el feo protocolo gris de cuarenta años de Cortes unánimes, porque, como han escrito los memoriones de este periódico, ahora muere una larga ficción, y es cuando empieza la representación a lo vivo de la Historia de España, para la cual cada uno se ha vestido de sí mismo: Dolores de eterna viuda de España; Pilar Brabo de progre y Alberti de dandy.

Dice Baudelaire en Mon coeur mis a nu:

-Dios es el único ser que puede reinar prescindiendo del hecho de existir.

Franco también pretendía reinar después de muerto, prescindiendo del hecho de existir, y para eso lo había dejado todo atado y bien atado, con ayuda de Arias, que es buen hacedor de nudos. Lo que más desata y desbarata el paquete franquista (aparte los problemas sociales, económicos y políticos, que no son de esta crónica), es el dandismo de un poeta errático y galán que ha comprendido que a las camisas azules, a las guerreras y los marengos del pasado no se les da tanto la réplica ni se les borra con un jersey obrero o un pantalón tejano como con una chaqueta y una corbata insólita que nos traen toda la libertad cromática del mundo y la persona al recinto fúnebre que el propio López Rodó definió como un funeral. Alberti, por fin, ha desuniformizado España.

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