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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La cuestion comunista en la España de 1977

Miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista EspañolLa llegada a Madrid de Georges Marchais y Enrico Berlinguer, para celebrar un encuentro con Santiago Carrillo, representa, sin duda, un hecho de cierta trascendencia, no sólo en el marco de la vida española, sino a escala europea e internacional. Lo demuestra el aflujo de periodistas, equipos de radio y televisión, etcétera, de numerosos países, incluido el Japón.

¿Por qué este interés? Dejando de lado una serie de factores que exigirían un análisis más pormenorizado, creo que existe en el trasfondo de ese interés una especie de sensación muy general de que los comunistas de Europa occidental están elaborando, aportando, unas respuestas nuevas, unas propuestas de solución originales a los problemas graves, gravísimos, desde la crisis económica hasta la degradación de la calidad de la vida y de la cultura, que angustian a todos los sectores de nuestras sociedades contemporáneas. He aquí que estos hombres, a los que era tan fácil catalogar como repetidores de las «consignas de Moscú», a los que, en todo caso, se les reconocía una capacidad extraordinaria de abnegación y sacrificio en la defensa de sus ideales, resulta que, además de eso, piensan. Y piensan de una manera que encaja particularmente bien con lo que es el talante del hombre de nuestro tiempo: buscando solución a los problemas urgentes, pero, a la vez, enlazando lo inmediato con lo futuro; sin perder la perspectiva de avanzar hacia una civilización superior sin explotación del hombre por el hombre, donde la plena libertad de todos sea garantía de la libertad de cada uno; entroncando los problemas económico-sociales con la defensa y desarrollo de las libertades políticas, con la búsqueda del nuevo lugar que la enseñanza, la ciencia, la cultura, tienen que ocupar en una sociedad democrática moderna...

Después de años y años, no sólo de una represión implacable, sino de falsificaciones y deformacione.s sistemáticas sobre lo que es el Partido Comunista, poniendo a contribución para ello todos los medios de comunicación, la sociedadf española está particularmente necesitada de información auténtica, de debates serenos y serios; precisamente para que la «cuestión comunista» pueda colocarse en su sitio.

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Desgraciadamente, la actual conducta del Gobierno, lejos de tender a crear ese clima, discri mina al Partido Comunista con formas y recursos que atentan no sólo contra él, sino contra las ba ses mismas de una normalidad democrática. ¿Cómo puede al guien ignorar, a cien días vista de las elecciones, esta perogrullada de que el único criterio válido so bre los partidos políticos es el de los electores? Ante ellos comparecemos todos. Sus votos dirán lo que unos y otros pesamos en la vida nacional. Pretender eliminar del juego electoral a uno o varios partidos aunque sea am parándose en el Tribunal Supremo es dar muestras de un anal fabetismo democrático total. A la vez, vivimos un momento de sistemática violación de la libertad de palabra y de expresión, al menos en lo que se refiere al Partido Comunista. Se nos prohibe todo: no sólo actos políticos, como los que celebran otros partidos, sino hasta conferencias sobre temas culturales; un coloquio en Ronda con profesores de diversas ideologías sobre don Francisco Giner de los Ríos, y un etcétera que comprende ya muchos centenares de reuniones prohibidas por los gobernadores.

Esta discriminación no sólo daña al Partido Comunista. Daña a la sociedad política en sí. Cuando no se deja hablar a un comunista, se viola un derecho humano esencial. Pero lo más grave es que se impide a cientos, o miles, de españoles enterarse de algo que querían saber. Con esta discriminación irracional se impide además un debate real sobre nuestra política; se deforma el juego político, Nosotros no tememos, es más, deseamos, que nuestras ideas políticas puedan ser sometidas a una crítica serena por personas que tienen otras ideas. Estamos convencidos que muchos adversarios políticos nuestros, pero que ponen por encima de todo la defensa en común de la democracia, podrían desarrollar, si fuésemos legales, una crítica en torno a nuestras ideas mucho más neta, más enérgica. Nuestra discriminación frena que se normalice el debate, la crítica sobre nuestras concepciones, lo mismo que en torno a las de otros partidos. El resultado es que el tema del comunismo sigue monopolizado en el terreno irracional de la calumnia, el insulto, el fantasma, por los sectores de la ultra-derecha. Estos son los únicos que se benefician de la discriminación contra nosotros. El anticomunismo de los años cuarenta sigue teniendo los favores de agencias oficiales. Puede servir para despertar los viejos demonios de la intransigencia y la intolerancia integrista. Pero es hoy uno de los factores que nos impide la homologación con lo que es la vida política europea. De hecho, la cuestión comunista no se desgaja de su viejo caparazón fascista; no se permite que se plantee en su términos modernos. El único re medio para que este morbo no haga aún más daño es garantizar las libertades efectivas y la legalización de todos los partidos sin una discriminación que choca de forma cada día más insoportable con las exigencias mínimas de un proceso electoral.

¿Qué consecuencias tan terribles tendría que los comunistas pudiesen expresar sus ideas en condiciones de libertad? Simplemente, que un número mucho mayor de españoles tendrán posibilidad de conocer y juzgar esas ideas, en lo qué para unos tengan de positivo y de aceptable, quizá para otros de reprobable. En cualquier caso, los votos de los españoles dirán lo que piensan de nuestras soluciones.

Una de las dimensiones que, sin duda, tendrá la reunión de Berlinguer, Marchais y Carrillo será poner de relieve que, a partir de situaciones concretas diferentes, se perfila una concepción nueva de la relación entre democracia y socialismo en los países industrialmente avanzádos; la idea de un avance democrático hacia el socialismo. Es decir, en el marco de un pluralismo político basado en la-ley del sufragio universal; de la posibilidad, en consecuencia, de. que una coalición favorable al socialismo tenga que abandonar el Poder, y pasar a la Oposición, si sufre una derrota en las umas.

Esta concepción parte de que el pleno respeto de las libertades públicas y privadas es imprescindible en el curso de la transición hacia un sistema socialista. Y seguirá siendo imprescindible en la nueva.sociedad; queremos, en una palabra, un socialismo en la libertad.

Partiendo de estas concepciones, el Partido Comunista de España ha formulado críticas de fondo sobre la falta de democracia en el sistema político de la URSS y otros países socialistas; ha publicado la «Carta de los 77»; ha protestado contra los casos de violación de las libertades.

¿Cabe atribuir estas nuevas concepciones a un propósito diabólico de «hacerse» con el Poder para luego imponer una dictadura? Intentaremos razonar sobre esa hipótesis con absoluta frialdad: en primer lugar, la idea misma del pluralismo implica que serían varios partidos los que ocuparían el Poder en una marcha democrática al socialismo, y después, en una sociedad socialista. En España, además de los comunistas y los socialistas, es imposible imaginar ese avance al socialismo sin la presencia de un componente de inspiración cristiana. En segundo lugar, la educación de. los partidos comunistas en estas concepciones de soc'ialismo en la libertad, la difusión y la defensa de estas ideas, las contradicciones (y en ciertos casos, las rupturas) que en función de ello se han producido, todo ello equivale, en la práctica, a destruir desde ahora la posibilidad- de operar ese maquiavélico «viraje » que algunos dicen temer.

Vivimos en un mundo donde la política se hace cada vez más a cara descubierta. Donde la prensa y la televisión informan de todo. En la medida, en que a los comunistas se nos asegure un lugar normal en el juego democrático, desaparecerán las patologías en torno a la «cuestión comunista». Crecerá en cambio, al menos así lo espero, la influencia de nuestras ideas para contribuir a resolver los problemas que España tiene en estos momentos difíciles.

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