Montoya: “Entiendo que Alonso esté en las 500 Millas; habría ido a Mónaco solo a dar vueltas”
El piloto colombiano se entusiasma ante el comienzo de su quinta 500 Millas de Indianápolis y valora la participación del español
Juan Pablo Montoya (Bogotá, Colombia, 41 años) atiende a los medios mientras dos de sus hijos se distraen con unos videojuegos. Está sonriente y hablador, cómodo con sus pequeños escoltas. “A Sebastián antes le encantaba la Indy, pero ahora cada vez le gusta más la Fórmula 1”, exclama el colombiano, que este domingo participará en su quinta 500 Millas de Indianápolis (18.00, #0), donde partirá 18º. Se muestra confiado y tranquilo, o al menos mucho más que cuando el que compite es su hijo de 12 años en karting: “¡Sus carreras me estresan, las mías no! Yo me monto, manejo y se acabó el problema. Lo de él es más complicado. Yo hago los reglajes de su chasis y entonces cuando va mal es mi culpa”. Sebastián comenzará pronto su andadura en Europa, precisamente en el circuito de Fernando Alonso, rival de su padre en Indianápolis.
Montoya está guiando a su hijo por el camino que recorrió él y está encantado con que siga sus pasos. En su caso, su trayectoria se dibujó como un viaje de ida y vuelta a Estados Unidos. En las dos etapas ganó las 500 Millas. Primero como debutante en 2000, y después en 2015, tras su paso por la Fórmula 1, entre 2001 y 2006, y Nascar, de 2006 a 2013. De sus cuatro participaciones, dos veces salió campeón.
“Ustedes no tienen ni idea de lo que viene el domingo”, avisa. “Uno ve la pista, la tribuna, ¿pero ver eso lleno? Esta carrera es brutal”, añade el corredor del equipo Penske, con el que esta edición de la Indycar solo ha corrido en carreras puntuales y no a tiempo completo, como en los últimos años. “Estás en la parrilla y la gente te está pidiendo autógrafos. No es como en la Fórmula 1, ¡aquí entra todo el mundo!”.
La llegada de Fernando Alonso se ha convertido en un filón para la internacionalización de las 500 Millas, pero lo cierto es que el colombiano lleva unos años siendo su mejor embajador. “Siempre quise hacer Fórmula 1, estuve allá y lo disfruté, pero llegó un momento en que para mí ir a las carreras era un dolor de cabeza. No era placer, entonces ¿por qué hacerlo?”. Ese recuerdo agridulce puede que le ayude a comprender la aventura Indy de Alonso, que en general ha sido recibida muy positivamente por una parrilla que posee un sentimiento de pertenencia a la categoría, y saben que el impulso con el asturiano está asegurado. “Es entendible la posición de Fernando porque hubiera ido a Mónaco a dar vueltas. En este momento el chasis le va muy bien pero al motor le falta. Y que tenga la oportunidad de venir sin perder su silla allí es muy bueno”, defiende el colombiano. “Le va a subir el ánimo como piloto”.
Montoya cree que la carrera de este domingo será en unas condiciones diferentes a las de los entrenamientos, que la lluvia de estos días cambiará mucho la pista. “El final de la carrera es lo que importa y ahí vamos a tener mucho agarre”, explica el de Penske. “Aquí, hay que tener paciencia para adelantar. El momento clave son las últimas 20 vueltas: las primeras 100 son para llegar a las segundas 100”, abunda. “Al final es a ver quién levanta, y muchas veces se botan las carreras porque ninguno lo hace y el que va tercero y gana. Hay que ser inteligente, porque para poder ganar hay que terminar. No importa lo macho que seas”.
Durante la charla Alonso irrumpe en la sala y Montoya aprovecha para meterse con él entre risas. Los dos han tenido tiempo para intercambiar impresiones durante la semana. “No todos los pilotos lo hubieran hecho bien aquí, pero algunos, como Vettel, sí”, reflexiona. “Fernando tiene un buen carro en tráfico”.
En su día a día, el de Penske trabaja mano a mano con otro español, Raúl Prados, su ingeniero de pista, que el año pasado lo fue de Takuma Sato, otro viejo conocido de Alonso en la Fórmula 1. “Es muy bueno, es increíble la relación que tenemos y lo que me ha ayudado”, afirma. Prados le configura los reglajes, de la misma forma que él lo hace con su hijo. La responsabilidad para Montoya es doble: “Sebastian adelanta mejor que yo. ¡Me da clases!”
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