Guardiola aspira a la grandeza del Real Madrid
Contaban la semana pasada que el Real Madrid nombró a Zidane como entrenador solo después de haber fracasado en el intento de fichar a Pep Guardiola. Cuesta creer que se le podría haber ocurrido tal idea a Florentino Pérez, el presidente del Madrid, pero si fuera verdad sería el disparate más grande que se le ha pasado por la cabeza.
Aparte de la dificultad que la afición del estadio Bernabéu tendría en aceptar a semejante emblema del Barcelona y de Catalunya como líder de su equipo, habría otro pequeño problema. Guardiola no podría volver a la ciudad donde se hizo grande como jugador y entrenador sin correr el riesgo de ser linchado.
En cualquier caso, Guardiola jamás traicionaría al Barça de tal manera y jamás trabajaría a las órdenes de un presidente con fama de querer siempre meter la nariz en los asuntos del vestuario. Guardiola, hoy entrenador del Manchester City, zanjó el tema en una rueda prensa esta semana. “Soy seguidor del Barcelona. No creo que el Real Madrid necesite un entrenador como yo, ni que yo tuviera cabida allá”.
Dicho todo esto, lo que Guardiola más necesita en este momento de su carrera es que su City sea más como el Real Madrid.
No es una cuestión de juego. Es una cuestión de grandeza. El reto de Guardiola en el City no es solo lograr que el equipo juegue bien, es meter en las cabezas de los jugadores, de los aficionados, del club en su totalidad la idea de que pertenecen a la aristocracia del fútbol europeo, que están a la altura de un club rey como el Madrid.
El City tiene más identidad hoy con el balón en los pies que el Madrid. Sabe más a qué juega. Pero en cuanto a identidad anímica, a lo que significa la camiseta, el Madrid habita una esfera superior. Lo que tiene el Madrid independientemente de quién sea su entrenador es lo que Guardiola más quisiera para el City: una ambición sin límites y una descomunal confianza colectiva, aquello que da alas al club madrileño para remontar una y otra vez cuando todo parece perdido, para ganar trofeo tras trofeo incluso cuando no se lo merece por la calidad de su juego.
La distancia que separa al City y el Madrid en cuanto a fuerza mental se vio con cruel nitidez en los partidos de semifinales que disputaron ambos equipos la temporada pasada. El City se rindió antes de empezar a jugar. Daban la impresión los jugadores de sentirse agradecidos de haber llegado tan lejos en la competición, de tener la suerte de poder pisar el césped del Bernabéu.
El objetivo más difícil que tiene Guardiola es acortar esa distancia; lograr que el City consiga en dos o tres temporadas esa sensación de superioridad que el Madrid ha consolidado a lo largo de 60 años. Lo que marca la diferencia entre los dos clubes es la historia. O en la leyenda, que en el caso del Madrid se sembró en 1956. Desde aquel entonces el City ha ganado tres ligas inglesas y una Recopa europea; el Madrid, 28 títulos de liga y once copas de Europa.
Por eso fue que Guardiola señaló en una rueda de prensa esta semana que lo que su City necesitaba era “la confianza que la historia te da”. Él entiende que lo que debe hacer es comprimir el tiempo, dar el salto de gigante necesario para que su equipo se vea capaz de ganar al más alto nivel. Un salto de gigante fue precisamente lo que el City dio con su victoria por 3 a 1 en la Champions el martes contra el Barcelona.
Después del partido Guardiola observó que el City no había jugado tanto contra el Barça como contra su propia tradición. Ganó en ambos casos, lo que le da motivos a Guardiola para creer que de ahora en adelante tanto sus jugadores como la tímida afición del City suban el listón, que no se conformen solo con el privilegio de jugar contra los tres o cuatro grandes de Europa, sino que salgan al campo convencidos en sus tripas de que pueden vencerles.
Si Guardiola lo logra, si bajo su mando el City se acaba subiendo a aquel panteón que preside el Real Madrid, superará todo lo que ha hecho en su carrera hasta la fecha.
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