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DAMAS Y CABELEIRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En la hora de nuestra muerte

El Barça de Luis Enrique cumplió con la máxima de que a los entierros es mejor ir muerto ya de casa

Rafa Cabeleira
Messi durante el partido con el Atlético.
Messi durante el partido con el Atlético. Gonzalo Arroyo Moreno (Getty Images)

Cumplió el Barça de Luis Enrique con la máxima de que a los entierros es mejor ir muerto ya de casa, que fue lo que dijo el Padre Laureano a la familia de Don Ramón el día en que a este se le ocurrió morirse durante el velatorio de su hermana. Nunca se conoció la causa exacta del fallecimiento pero lo cierto es que el pobre diablo cayó derrumbado como un saco de patatas sobre el féretro de Claudina, abierto y dispuesto en medio de la cocina como marcaba la tradición, lo que le costó serias reprimendas y graves adjetivos hasta que alguien cayó en la cuenta de que no respiraba. Se dice que el médico le había advertido mil veces sobre las consecuencias letales que podría tener para su debilitado corazón una nueva ingesta de alcohol pero a ninguno de los presentes le pareció muy cristiano recordárselo con su propia hermana de cuerpo presente, la pena en el alma y el excelente aguardiente que se sirvió para la ocasión, tan recordado hoy día como la propia defunción.

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Se presentó el equipo catalán amortajado ya desde el inicio, vestido de amarillo precisamente en la casa de don Luis Aragonés, el mismo que durante el Mundial de 2006 fue recibido en Dortmund con un ramo de flores de idéntico color y al ser preguntado sobre cómo se sentía dijo aquello tan castizo de que no le cabía en el culo ni el pelo de una gamba. A paso lento, tan compungido y cabizbajo como si en lugar de con un delantero centro hubiese saltado al campo tras un coche de la funeraria, en respetuosa procesión, desde el primer momento se comenzó a intuir la tragedia que el destino reservaba al actual campeón, aceptada con la resignación tranquila de quien se sabe de paso en este mundo, de quien intuye que por fin ha llegado su hora: no luchó, no se rebeló y apenas se limitó a dejarse ir con una cierta dignidad, al menos en la segunda parte.

Enfrente se topó con un equipo que hace escabeche de la melancolía rival y devora indecisos como quien roba en un parvulario. Si hay un equipo que no perdona las dudas del contrario, ése el Atlético de Madrid comandado por Simeone, a quien esta vez sonrió incluso el Cristo de los Ladrones, el mismo a quien hace apenas una semana culpaba de todos sus males y desgracias. Ganó con justicia y enterró con honores a un equipo que en los últimos tiempos nos había hecho olvidar que la derrota es lo normal en el deporte de élite y había convertido el éxito en un mero trámite.

En frente se topó con un equipo que hace escabeche de la melancolía rival y devora indecisos como quien roba en un parvulario

Quizás por eso se ha abierto la veda en busca de culpables y ni siquiera Messi parece a salvo de la furia ciega de una hinchada mal acostumbrada. Me recuerdan sus detractores a los vecinos de Remedios, La Bella, que tras su muerte en aquel Macondo de fantasía descrito por García Márquez, se empeñaban en recordar que algunas veces pintaba animalitos en las paredes con un palo y sus propias heces olvidando que, sin lugar a duda, era la mujer más bella que nadie hubiese contemplado jamás.

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