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DAMAS Y CABELEIRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Robar y robar

¿Por qué una actitud tan agria del madridismo frente a los robos perpetrados por el Barcelona?, me pregunto. ¿Acaso se creen los únicos con derecho a disfrutar del dulce sabor de lo ajeno?

Rafa Cabeleira
El árbitro muestra la roja a Torres ante Gabi y Godín.
El árbitro muestra la roja a Torres ante Gabi y Godín.Alejandro García (EFE)

No fueron pocos los aficionados del Barça que el pasado martes abandonaron el Camp Nou haciéndose los distraídos, con las manos en los bolsillos y mirando al cielo mientras silbaban alguna melodía pegadiza para disimular mejor. Sin duda eran conscientes de haber presenciado un pequeño hurto, podría incluso afirmarse que un robo en toda regla si lo que se pretende es un cierto sensacionalismo en el titular, así que mientras enfilaban las bocanas de salida del estadio comenzaron algunos a subirse las solapas de las gabardinas, otros se ajustaron la bufanda por encima de la nariz, y los más pudorosos solicitaron un taxi a través de sus teléfonos para regresar a casa sin necesidad de sentir las miradas acusadoras de los demás viandantes en sus cogotes.

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La expulsión de Fernando Torres fue una de esas acciones que no permiten discusión alguna con el reglamento en la mano pero difíciles de justificar si se compara con otros lances del mismo partido. Para un aficionado del Atlético de Madrid debe resultar frustrante ver cómo su delantero y goleador abandona el terreno de juego mientras los jugadores rivales reciben una reprimenda verbal del colegiado por acciones prácticamente calcadas, una frustración que se convierte en indignación lacerante y graves juramentos contra las más altas esferas si el agraviado por tales errores resulta ser un aficionado del Real Madrid. “¡Siempre igual, siempre igual!”, se repetían el martes pasado unos a otros en los bares y en las redes sociales, con cara de no haber roto nunca un plato y emoticonos del mono que se tapa los ojos. “¡Todo robar, todo robar!”.

¿Por qué una actitud tan agria del madridismo frente a los robos perpetrados por el máximo rival?, me pregunto. ¿Acaso se creen los únicos con derecho a disfrutar del dulce sabor de lo ajeno, de las victorias con la boca pequeña? Me recuerda a la primera vez que fui a un centro comercial con mis amigos -evitaré dar el nombre por si el delito todavía no ha prescrito- y uno de ellos se revolvió indignado a la salida cuando le mostré una cinta de Duncan Dhu que me había metido en el bolsillo. Traté de defenderme alegando que él había robado una bolsa de Mon Chéri, que no era nadie para dar lecciones de moralidad. “Lo mío es hambre pero lo tuyo es puro vicio”, me dijo mientras escupía al suelo una de las guindas que esconden en su interior dicha clase de bombones.

Podría aprovechar estas últimas líneas para pedir disculpas a la afición colchonera y exponer unos cuantos ejemplos recientes de la pericia blanca en tan noble arte pero, si me lo permiten, prefiero agotar el texto anunciando el comienzo de una nueva era con las mismas palabras que pronunció Bender, el famoso robot de cierta serie de animación, cuando fue nombrado Faraón: “Ciudadanos míos: la crueldad ejercida por el anterior Faraón ya es cosa del pasado. Una nueva ola de moderna crueldad inundará esta perezosa tierra.”

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