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La versión musical del desplazamiento forzado en Colombia

La película 'Siembra' narra a través de dos generaciones qué pasa con las personas que deben abandonar su hogar y vivir el desarraigo en la ciudad

Ana Marcos
El protagonista en un momento del rodaje de 'Siembra'.
El protagonista en un momento del rodaje de 'Siembra'.Cortesía de Proimágenes

Más de seis millones personas en Colombia han tenido que dejar sus casas de manera forzada por causa de las balas que cruzan de un lado a otro el país desde hace 50 años. Cuando abandonan sus tierras, no solo salvan la distancia que determina si viven o mueren, comienzan un segundo camino, el del desarraigo. En esta otra versión del desplazamiento, Ángela Osorio Rojas y Santiago Lozano Álvarez comenzaron a trabajar hace 11 años. Primero como tesis en la universidad de su ciudad, Cali, después en forma de guion que acaba de estrenarse. Siembra es el resultado de la primera pregunta que estos dos jóvenes cineastas se hicieron hace más de una década: "Qué pasa con las personas que son arrojadas a la ciudad y que quedan con un duelo suspendido sobre esa tierra que pierden".

El interrogante tiene tantas respuestas como desplazados. "Para acabar con esa idea de que es una sola cifra la que define a una cantidad de miles y miles de personas y que los unifica, enfrentamos la tradición y lo nuevo en una sola familia", explica Santiago Lozano. La película muestra el rostro de Turco, un campesino de la costa Pacífico que lleva tres años viviendo en un asentamiento a las afueras de una ciudad colombiana y es incapaz de olvidar su casa. Su hijo Yosner, un joven de no más de 18 años, ha encontrado en estas casitas de caña y chapa su hogar.

El primero está interpretado por Diego Balanta, un músico afrodescendiente de Timbiquí que tuvo que hacer un ejercicio similar al de su personaje. Dejar su casa en la costa y trasladarse durante un mes de rodaje a una urbe. "Este espacio del set, aislado, lo sumía en cierto estado de desarraigo", considera el director. El hijo es José Luis Preciado, un chico que apareció en el casting del filme, proveniente de un distrito donde residen desplazados en Cali, y que trajo consigo todo el universo de la calle. "Lo que nos enseñó fue la manera en la que las terceras generaciones, con sueños y esperanzas propios de la edad, habían decidido apropiarse del territorio a partir de una actividad cultural, en este caso la música y el baile".

Siembra es una historia de violencia sin sangre, con silencios y mucha música. Tanta que las melodías afrocolombianas y el hip hop se configuran como personajes. "Construimos la estructura narrativa de la película alrededor de un ritual funerario caracterizado por las tradiciones del Pacífico colombiano que están determinadas por la música", relata Lozano, "en este caso por el canto de los alabaos que marcan cada uno de los momentos de la despedida".

La otra marca de agua es el blanco y negro. "Una de las primeras preguntas que también nos hicimos fue por qué teníamos que usar el color", plantea. "Al final fue una decisión estética que nos ayudó a reforzar la idea de que la raza no debe dividir de manera estricta". Los personajes de la película, como los pobladores de la costa del Pacífico de Colombia, son negros, pero el color de su piel no los hace más invisibles en mitad del conflicto armado, creen los cineastas. "La invisibildad está en la imposibilidad del desprendimiento del lugar del origen y en la capacidad de la sociedad para integrar al otro. No es un tema de razas, sino humano".

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura. Forma parte del equipo de investigación de abusos en el cine. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional, además de participar en la fundación de Verne. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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