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El PP valenciano anda desnortado

El caso Zaplana devuelve al partido a la casilla de salida de la corrupción, de la que no logra distanciarse

Amparo Tórtola
La presidenta del PP de la Comunidad Valenciana, Isabel Bonig, el 8 de febrero en un acto de partido en Benicàssim (Castellón).
La presidenta del PP de la Comunidad Valenciana, Isabel Bonig, el 8 de febrero en un acto de partido en Benicàssim (Castellón).Domenech Castelló (EFE)

El levantamiento del secreto sumarial del caso Erial -vulgo, caso Zaplana- acaecido a principios de la semana que hoy concluye, ha devuelto al PP valenciano (PPCV) a la casilla de salida de la corrupción, de la que no logra distanciarse.

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La complejidad de los casos investigados dilata en el tiempo las instrucciones sumariales. Basta con asomarse al croquis elaborado por la UCO de la Guardia Civil como bosquejo del entramado societario del caso Erial -especie de árbol genealógico de la podredumbre- para entender las demoras judiciales, tantas veces criticadas cuando no presentan justificación.

Como bombas de relojería retardadas, asuntos que se empezaron a instruir tiempo ha van explotando ante la impotencia de la nueva hornada de dirigentes del PPCV. Isabel Bonig y compañía se asemejan cada vez más a Sísifo con la piedra de la corrupción a cuestas.

No es ese, el de la corrupción pasada vinculada a las siglas del PPCV y a sus ex dirigentes pata negra, el mayor de los problemas a los que se enfrentan los populares valencianos y, por extensión, el PP en su conjunto.

El nuevo mapa político surgido de los recientes procesos electorales sitúa en una posición de debilidad al PP; no sólo por la importante pérdida de poder institucional registrada en la autonomía y en el conjunto de España, sino, también, por la irrupción y asentamiento de opciones alternativas que amenazan y distorsionan el discurso pepero.

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El PP se debate entre dos opciones: una pragmática moderación que le reconcilie con la derecha conservadora y liberal europea, o una radicalidad discursiva que evite fugas de su electorado hacia Vox. La canalla postura del PP en el debate de la eutanasia empieza a despejar las dudas. C’s, de momento, ha dejado de contar en la ecuación porque se encamina, a pasos agigantados, hacia la irrelevancia política.

Las elecciones catalanas, anunciado su adelanto aunque no convocadas en fecha, serán el termómetro para medir el empuje de Vox, la resiliencia de C’s y el aguante del PP. También servirán de reválida para el PSOE y Unidas Podemos, al tiempo que despejarán liderazgos en el campo del soberanismo. Interesante tarea la de acometer la autopsia de los futuros resultados catalanes.

Estratégicamente, el PSOE ha elegido a Vox como contrincante político, en su empeño por ningunear al PP; en paralelo, los de Abascal han consagrado al PP como su principal adversario. Un sándwich que inquieta en la planta séptima de la calle Génova, dirección donde están los despachos de Pablo Casado y sus principales colaboradores.

Uno y otros tratan de desentrañar la cuadratura del círculo:¿cómo conjurar la huida de votantes hacia Vox, recuperar a los que se refugiaron en C’s y, al mismo tiempo, atraer a las siglas del PP a los votantes socialdemócratas encabronados con las piruetas del PSOE tras el pacto con Podemos y los acuerdos con ERC? Podrían ahorrarse la melancolía subyacente al fracaso: no es posible.

En tierras valencianas el PPCV sigue una estela similar; ahí está Bonig ofreciendo cada cinco minutos el apoyo al presidente Ximo Puig para que este rompa el Pacto del Botánico y pueda desembarazarse de la izquierda nacionalista (Compromís) y comunista (Unidas Podemos). Una broma.

Desde Alicante, el presidente de la Diputación Provincial, Carlos Mazón, convertido en nuevo barón provincial del PP, prepara el asalto al poder autonómico del partido con la vista puesta en los futuros procesos congresuales. Antaño encuadrado en las filas zaplanistas, Mazón exhibe ahora amistad estrecha con Pablo Casado y con el número dos del PP nacional, Teodoro García Egea.

En Madrid, el senador valenciano del PP Fernando de Rosa calienta banquillo a la espera. De momento, se ha integrado en el equipo jurídico, pieza de la arquitectura de una especie de “gobierno en la sombra” diseñado por Casado para marcar de cerca a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

En Valencia reina y gobierna María José Catalá desde su posición de líder del PP municipal. Por momentos parece que toda la tarea de oposición del PPCV recae sobre ella y su equipo de concejales. Contrasta el brío de la actividad desplegada por el PP en el ayuntamiento del cap i casal con la languidez observada en el hemiciclo de las Cortes Valencianas por el equipo de diputados que lideran Isabel Bonig y Eva Ortiz. Andan desnortados.

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