También triunfó la tecnología
Una cápsula casi futurista, calcetines antihongos, comunicaciones inalámbricas... las aportaciones de la investigación y el desarrollo han sido vitales para que el rescate en la mina chilena de Atacama se esté desarrollando con éxito
En medio de las naturales emociones y alegrías del espectacular rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en la mina del desierto de Atacama, cuando cada cual da gracias a lo que desea o cree, con la palabra milagro repetida demasiado a menudo, queda desdibujada una protagonista tan esencial como la valentía, la resistencia o el empuje colectivo para salir adelante. Esa protagonista es la tecnología, o más bien la suma de la ciencia y la tecnología, y no solo en la operación de extracción de las personas atrapadas bajo tierra, sino en su supervivencia durante más de dos meses.
Las comunicaciones por fibra óptica con el refugio, los dispositivos electrónicos que han permitido monitorizar el estado de salud de los mineros, los recursos de higiene personal para evitar enfermedades en el refugio y mejorar sus condiciones de vida, así como, por supuesto, la cápsula Fénix, adaptada para hacerla habitable, en la que van saliendo uno a uno los mineros, son la respuesta eficaz de la I+D cuando se necesita. Es un poco absurda la pregunta que a veces se plantea de '¿para qué valen la ciencia y la tecnología?'. Pues, entre otras cosas, también para proporcionar soluciones ante emergencias como la de la mina San José.
Los expertos en minería no se cansan de resaltar que nunca se ha realizado un rescate como éste, que hace no tanto habría sido imposible. La diferencia la ha puesto el conocimiento.
Desde el primer momento del accidente, a principios de agosto, hubo que contar con el conocimiento de los geólogos, capaces de explicar cómo son las entrañas del terreno en esa parte del desierto de Atacama, qué estratos de roca hay y cuáles son sus características. Sus conocimientos han sido también esenciales en la fase de perforación hasta el refugio de los mineros.
De los ingenieros, que han adaptado un concepto de cápsula destinado al transporte de material en una cabina habitable y, por tanto, con redobladas medidas de seguridad, no se debe olvidar nadie. Los expertos chilenos y la colaboración del personal de la NASA que la han diseñado y construido en un tiempo récord, se merecen, no el protagonismo de la jornada, pero sí el papel secundario principal.
La cápsula Fénix lleva cámaras miniaturizadas que permiten ver su recorrido por el conducto excavado en la roca, suministro de oxígeno, etcétera; el estado físico de los mineros se controla mediante sensores adosados al cuerpo; los sistemas de emergencia que permiten una evacuación del pasajero en caso de atascarse en el túnel..... todos los componentes deben funcionar a la perfección y eso es obra de los ingenieros.
La misma perforación, en tiempo récord del conducto de casi 700 metros, atravesando capas diferentes de sustrato y de rocas, y sabiendo en cada una cómo avanzar, si es necesario consolidar la pared o no, también ha sido el triunfo de la I+D.
No hay olvidar tampoco la aportación de la medicina y los protocolos para sobrevivir en condiciones de confinamiento y situaciones difíciles, como en el espacio.
Sin los avances en el mundo de las telecomunicaciones, no habría sido posible el contacto constante, videoconferencias incluidas, con el refugio, así como la supervisión y control de su estado de salud mediante cinturones biomédicos para monitorizar las constantes vitales. Los dispositivos electrónicos miniaturizados, incluso inalámbricos, que se hizo llegar a los mineros atrapados a través de sondeos de pequeño diámetro también vinieron de la mano de la i+D.
Toallitas higiénicas y parches de nicotina
Incluso las condiciones de vida diaria de los 33 hombres han tenido mucho que agradecer a los avances tecnocientíficos. Sirva como ejemplo los calcetines hechos de fibra antibacteriana, para evitar las infecciones de hongos y los malos olores; la ropa confeccionada con tejidos térmicos (para la salida) o las toallitas higiénicas que se enviaron al refugio. Un papel no menos importante han jugado los parches de nicotina y los chicles para atenuar la ansiedad de los fumadores.
Los primeros días tras el accidente, los hombres atrapados recurrieron a las mínimas raciones de emergencia clásicas de la minería: atún, galletas y poco más. Pero una vez que se practicaron las perforaciones de sondeo se les suministró gel de hidratación y medicamentos, además de alimentos como sopa y arroz, pero con una dieta de calorías controladas para evitar problemas de sobrepeso que habrían complicado el rescate en la estrecha cápsula.
Desde luego, toda ayuda de la tecnología no resta ni un ápice a la valentía de los 33 mineros en una situación tan difícil y de los centenares de personas que se han volcado en la solución, pero sin ella hubiera sido mucho peor, tal vez fatal. También cabe recordar que si la tecnología se hubiera aplicado plenamente en esa mina de Atacama, tal vez se hubiera evitado el accidente y atenuado la situación desesperada en que se encontraron las víctimas. Pero la utilización o no de las aportaciones del conocimiento es una decisión de ámbito político y económico.
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