Esa estúpida ciencia
En el otoño de 2009, cuando el temor a la nueva forma de gripe surgida en México aun acaparaba páginas de los diarios y minutos de telediario, se hizo popular una médica, teóloga y monja llamada Teresa Forcades. En un vídeo colgado en YouTube, con su hábito en el monasterio de Montserrat, la doctora combinaba medias verdades y teorías de la conspiración para concluir que la vacuna contra la nueva gripe podía estar relacionada con un plan para exterminar a media humanidad. Los bulos sobre la inseguridad de la vacuna corrieron como la pólvora apoyados en este y otros mensajes. Las campañas de inmunización se saldaron con un notorio fracaso: la mayor parte de las vacunas compradas por la sanidad española, unos seis millones de dosis que costaron 40 millones de euros, tuvieron que ser destruidas.
La gripe A se expandió rápidamente pero ni desbordó el sistema sanitario ni trajo el caos ciudadano que inicialmente se temió. Implicó, eso sí, unos 150.000 enfermos y al menos 300 muertes en España (en abril de 2010, último recuento de Sanidad).
Tras dos años con la nueva gripe, la inmunización que prometía un exterminio no solo no ha acabado con media humanidad, sino que no ha matado a nadie. Ya no se administra separada de la de la gripe común, así que ni se discute sobre ella. Forcades salió del primer plano, pero sigue siendo escuchada en foros esotéricos y de adoradores de los ovnis en que participa. Y cunde la peligrosa moda de los que abrazan ideologías supuestamente alternativas, reniegan de la medicina moderna (esa estúpida ciencia que ha llevado la esperanza de vida desde los 40 años hasta cerca de los 80 años en poco más de un siglo), y declaran su rebeldía a las vacunas obligatorias. El sarampión, ya lo ven, les está muy agradecido. ¿El siguiente?
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